Esta semana, la Embajada de Rusia denunciaba la aparición de pintadas en las tumbas de brigadistas (combatientes voluntarios en la Guerra Civil Española) soviéticos enterrados en el cementerio madrileño de Fuencarral. El suceso parece tener relación con unos actos vandálicos similares, aunque de signo político opuesto, que tuvieron lugar a principios de agosto en otro cementerio de la zona, con inscripciones antifascistas. Lo singular del caso, no obstante, es que en lugar de que los desmanes últimos aludieran a “rojos” y comunistas, las tumbas y monumentos señalaban otro objetivo: “judíos asesinos”, decían, acompañados de una estrella de David tachada.
La misma semana moría Tobe Hooper, el director de cine que llevó el género de terror a las grandes audiencias con éxitos como “La masacre de Texas” o “Poltergeist”. Esta última, en realidad, fue obra (guion y producción) de Spielberg, pero su contrato le impedía dirigirla mientras rodaba “E.T.”. La cinta habla de un fenómeno paranormal (ruidos de espíritus en casas “encantadas”) cuyo nombre proviene del alemán, idioma en el que significa “fantasma ruidoso”. Los fenómenos del retorno del nazismo (no sólo a Europa, ver la reciente manifestación en Charlottesville y el grito del desfile “los judíos no nos reemplazarán”) evidencian que el terror de la realidad supera a cualquier ficción imaginable.
Cada día los “neo”-nazis disimulan menos que tienen nada de innovador o diferente en sus posturas y símbolos que los que arrastraron a la locura colectiva a una de las naciones más civilizadas y educadas del mundo entonces. Incluso en España, que se vio obligada a adoptar un papel aparentemente neutral durante la Segunda Guerra Mundial mientras restañaba las heridas de su reciente contienda fratricida, la “respuesta” al vandalismo de los anarquistas, anti-sistema y otros herederos de la izquierda radical apunta sin disimulo a la víctima propiciatoria de siempre. Hace unos años vi en Madrid la misma “marca registrada”, la estrella de David cruzada, en el exterior de una sala donde se celebraba un congreso sobre antisemitismo, pero la inscripción que la acompañaba era “Israel asesino”, por lo que algunos expertos atribuyeron el hecho a grupos de extrema izquierda. Paradójicamente los radicales de signo contrario comparten una misma bandera de odio, métodos y simbología. Como los zombis en las películas de terror, nunca mueren del todo y de sus despojos son capaces de volver a recomponerse. Como los nazis y los seguidores de otras ideologías radicales que, en realidad, son ellos mismos una recomposición de unos fantasmas ruidosos que desde hace milenios aspiran a nuestra desaparición. Sólo que esta vez hay algo que no hubo durante todo ese tiempo; de hecho, es lo único que ha cambiado de esta historia de siglos de persecución. Israel.
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