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| jueves marzo 28, 2024

Las principales víctimas del radicalismo islámico


El tafkirismo es la acción islámica de declarar a otro musulmán como hereje o apóstata; la raíz del término proviene de la palabra kuffar, que significa ‘infiel’. La denominación de hereje dará como resultado que pueda ser declarada la guerra contra ese «infiel» y se hace principalmente a través de un edicto religioso (fatwa); está prohibido en el Corán asesinar a un creyente (Corán 4:93).

 

No es una ideología practicada por todos los musulmanes, ciertamente destaca que se trata de una medida utilizada por los grupos más ortodoxos y de visión más integrista, especialmente entre salafistas y wahabistas, ambos grupos provenientes de una rama del islam hanbalí, muy arraigado en los países del Golfo, y que va teniendo cada vez más alcances entre países de otras latitudes de mayoría islámica, además de países con importantes comunidades musulmanas.

 

Históricamente se puede explicar que el salafismo, proveniente del término salaf en alusión a los ancestros piadosos del islam, es un movimiento del islam sunita (escuela hanbalí) que tiene sus primeros orígenes ideológicos entre los siglos XIII y XV, aunque su auge más prominente se dio desde finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, principalmente con el surgimiento de los «hermanos musulmanes» a través de Hassan al Banna, en el año 1928. Posteriormente, se vivió un período de dispersión por varios países, incluyendo Arabia Saudita, donde las doctrinas salafistas adoptaron además los conceptos de la rama hanbalí autóctona de esa región que es el wahabismo, lo que la haría radicalizar sus ideas aún más.

 

La ideología salafista basa sus principios en los siguientes elementos, como bien explica Koldo Salazar:

 

Lectura literal del Corán.

 

-Seguimiento del Corán, hadices y Sunna exclusivamente otorgando a este corpus teológico la veracidad del islam.

 

Seguimiento de los hadices (dichos y hechos de Mahoma) e imitación del profeta del islam en todo lo relativo a actitudes, forma de vida pública y privada, forma de vestir y estética.

 

Desculturización del musulmán, ya que la cultura representa una forma más de contaminación del islam, de modo que debe ser eliminada para retornar al sistema cultural de los Salaf.

 

-Proyecto político mediante la refundación del islam al propiciar la vuelta de los musulmanes a la fe originaria instaurando sistemas políticos islámicos.

 

Uso de la prédica como método político para concienciar sobre la necesidad de volver al islam verdadero y desde ahí iniciar un proceso político de catarsis y limpieza interna empezando por la purga de la educación.

 

El salafismo además, posee tres movimientos básicos: quietista, político y revolucionario. Este último es el que, desde una interpretación activa, reconoce la necesidad de la versión beligerante de la denominada «Yihad», mal traducida como «guerra santa» y que, en realidad, se trata del esfuerzo para que la palabra divina prevalezca (Bujari XI-1218), por lo que asumen posiciones violentas en ocasiones para hacer volver a la senda correcta a los descarriados y luchar contra los kaffir (‘infieles’).

 

Por su parte, el movimiento wahabista, cuyo origen proviene directamente de Arabia Saudita, basado en las enseñanzas de Muhammad bin Abd-al-Wahab, quien durante el siglo XVIII logró un pacto con Muhammad bin Saúd, emir de Al-Diriyya, quien posteriormente se transformaría en el fundador del poderoso clan de los Saúd que hoy gobiernan sobre el Estado moderno de Arabia Saudita. La dinastía de Saúd se encargaría de los elementos políticos del territorio, mientras que Al-Wahab se ocuparía de la formación religiosa. De esta manera se gestarían los cuatro pilares fundamentales del wahabismo y al mismo tiempo se podría invertir recursos en la denominada «Dawah», que es la «invitación» a otros a aceptar la verdad proveniente de Alá a través del profeta Mahoma (Corán 7:157-158; 41:33; 12:108). Se utilizó inicialmente como proceso de combate al politeísmo, de manera que quienes no conocieran de lo divino pudieran optar por el camino del islam (Bujari XLVI–1266).

 

La Dawah es un concepto islámico general, no es solo de las visiones radicales mencionadas; aplica tanto para convertir politeístas como monoteístas dhimmis (‘protegidos’; cristianos, judíos y zoroastristas), y en la versión de este artículo, para que quienes hayan «abandonado el camino correcto» tengan oportunidad de retomar la senda justa y practicar el islam más puro.

 

De este modo, los pilares wahabistas se pueden describir del siguiente modo:

Tasrik: prohibición a rezar en nombre de una persona muerta. Así haya sido un gran santo, es considerado haram (‘cosa prohibida’) y pecado de idolatría. De acá se desprende la amenaza por parte de los islamistas a destruir lugares de peregrinación islámicos como la Meca, Medina o el santuario del Imam Husayn (chiita) en Kerbala (Irak), también el ataque contra mausoleos y tumbas de otras religiones.

Taysim: prohibición de darle a Alá cualquier forma antropomórfica. De este se podría explicar el principio bajo el cual las caricaturas contra lo divino del islam se consideran una afrenta sumamente grave.

Tabdi: llamado a la pureza de la interpretación islámica y el retorno a la simpleza de los Salaf. Esto explicaría la justificación por la que atacan otros grupos reformados o que tienen costumbres místicas como los sufíes.

Yihad: desde una visión similar al salafismo, persiguiendo a los que «manchan» o «tergiversan» el islam, a través de la visión revolucionaria.

 

La noción del salafismo y el wahabismo con respecto a los principios occidentales es que estos contaminan el islam, y también todo movimiento que busque reformar los principios interpretativos del Corán y su jurisprudencia es considerado herético. Por esta razón es que las principales víctimas del radicalismo islámico son otros musulmanes. La página Jihad Watch registra cada atentado que ha ocurrido en el mundo producido por radicales musulmanes. Al 8 de febrero de 2018 se registraban 122 ataques en 19 países, los cuales causaron 788 muertes y más 1150 personas heridas.

 

«El salafismo considera que los elementos como la democracia, el modernismo, el capitalismo o los modernos sistemas sociales como agentes nocivos para el islam. Como toda creencia fundamentalista, más allá de la intención de volver al pasado glorioso, nos encontramos con otras características como la interpretación literal de los textos religiosos» (Salazar, 2015).

 

De lo anterior se desprende la interpretación islámica sobre la propagación de la enseñanza del islam, ya que todos los lugares del mundo son territorio para el proselitismo. Las tierras que han estado en manos de musulmanes históricamente son consideradas tierra del islam (Dar Al-Islam), y todos los lugares donde el mensaje del islam no ha llegado esta interpretación los considera Dar Al-Dawah, es decir, la ‘tierra de la invitación’, en especial si allí hay musulmanes con una visión «atrofiada» de los principios puros, pero también optan por perseguir a quienes consideran infieles de otras religiones.

 

El concepto de «tierra de la guerra» (Dar Al-Harb) es una idea proveniente del siglo VIII (Califato Abasí) y utilizada sobre los países donde los musulmanes no puedan vivir conforme a sus normas éticas y religiosas. En la visión más radical se trata no solamente de una libertad de aplicar la Sharia (ley islámica) en países musulmanes, sino que sea la normativa jurídica que aplique sobre los musulmanes de cualquier lugar donde se asienten en el mundo, incluyendo países con sus propios sistemas legales. De no lograr dicho objetivo, la reacción inmediata es violenta y optan por atacar todos los principios bajo los cuales se rigen los países no musulmanes, como ocurre en ocasiones con revueltas de musulmanes radicalizados en países occidentales (Alemania, Bélgica, Francia, Suecia, etcétera).

 

Esto ha llevado durante años al financiamiento por parte de países influenciados por el salafismo y el wahabismo; Arabia Saudita y Qatar, por ejemplo. Enviando financiamiento a grupos organizados de modo internacional en estos ideales o patrocinando madrazas y centros de estudio radicales en otros países del mundo, incluida Europa. Ya en los últimos tiempos esto ha disminuido por los cambios en paradigmas políticos y militares de dichas naciones en la búsqueda de objetivos más económicos y globalizadores, por lo que la violencia del salafismo y el wahabismo de nuevo retorna a lo interno de los países musulmanes, donde desean volver a imponer los principios de la purificación religiosa.

 

Para terminar, queda en evidencia que el germen de los grupos radicalizados afecta principalmente a los países musulmanes, que la denominada «guerra islámica» es mucho más compleja de desenredar considerando la serie de factores que llevan a la expansión de visiones radicales, pero principalmente las pocas posibilidades que hay de luchar contra una visión que desea devolverles el «honor» a principios que consideran mancillados por quienes combaten a diario no contra los radicales, sino contra el islam como un todo.

 

***El autor es licenciado en Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional de las Américas, especializado en la temática de Oriente Medio. Escritor de varios artículos de opinión para diferentes medios de prensa escrita nacional e internacional, académico universitario.

 
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