Hay un campo de refugiados palestino que lleva sitiado más de 1.660 días. Han matado a cientos de residentes, y decenas de miles han tenido que abandonar sus hogares. Los que siguen allí –en su mayoría ancianos, mujeres y niños– viven en unas condiciones sanitarias inenarrables, y beben agua contaminada. Más de 200 residentes han muerto por falta de alimento o medicinas.
Las condiciones del lugar son terribles, bajo cualquier parámetro. ¿Por qué la mayoría no ha oído hablar de las espeluznantes condiciones de vida de este campo? Porque no está en la Margen Occidental ni en Gaza.
El campo es Yarmuk, y se encuentra a 8 kilómetros de la capital siria, Damasco.
Antes que estallara la guerra civil en Siria, en 2011, más de 100.000 palestinos vivían en los 2,11 kilómetros cuadrados del campo de Yarmuk. Para finales de 2014, el número de habitantes se había desplomado hasta los 13.000.
Desde 2012, Yarmuk ha sido escenario de intensos combates, en los que intervienen las fuerzas sirias de oposición, el Ejército sirio, sus aliados del Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General (FPLP-CG) –organización terrorista palestina liderada por Ahmed Yibril– y el Estado Islámico (ISIS). En 2015, el ISIS consiguió hacerse con el control de gran parte del campo a pesar del asedio impuesto por el Ejército sirio y la organización terrorista palestina FPLP-CG.
No es que antes las condiciones fuesen buenas, pero la vida de los palestinos de Yarmuk se ha convertido en un infierno. Ha habido ocasiones en que el Ejército sirio y el FPLP-CG han utilizado artillería pesada para bombardear casas y colegios, con lo que han matado a numerosos residentes, mujeres y niños incluidos.
El Ejército sirio y su satélite terrorista palestino rodean Yarmuk por completo, impidiendo la entrada de alimentos y medicinas. Dentro del campo, el ISIS perpetra atrocidades casi a diario. Hace un par de semanas, por ejemplo, los terroristas del ISIS arrastraron a dos palestinos a una plaza y los ejecutaron delante de los atónitos vecinos. Las víctimas fueron identificadas como Ramez Abdulá y Bashar Said. Abdulá recibió un tiro en la cabeza, mientras que Said fue degollado al tradicional estilo ISIS. Un tribunal del ISIS les había declarado culpables de espiar para el FPLP-CG y para Aknaf Beit al Makdis (“Defensores de Jerusalén”), un grupo rebelde palestino que combate al ISIS en Yarmuk.
Las ejecuciones públicas no son ni mucho menos atípicas en Yarmuk. En febrero de 2017, el ISIS ejecutó a Mohamed Atiyeh. Un mes después, la organización terrorista ejecutó a otros cuatro palestinos. En julio del mismo año, el ISIS ejecutó al adolescente Mohamed Elayan tras condenarlo por ayudar a unos combatientes heridos pertenecientes a un grupo enemigo. Hace unos días, terroristas del ISIS arrestaron a una mujer después que ésta se negara a que la cachearan en un puesto de control. Los habitantes del campo dicen que temen por la vida de la mujer, que no ha sido identificada. Probablemente no correrá mejor suerte que muchos residentes de los que no se ha vuelto a saber luego de ser detenidos por el ISIS.
Por si esto fuese poco, fuentes del interior de Yarmuk están reportando que los terroristas del ISIS han confiscado alimentos en tiendas y hogares. Además, el ISIS sigue impidiendo a los enfermos salir del campo para recibir atención médica, según el Grupo de Acción para los Palestinos de Siria (GAPS). “La crisis humanitaria del campo de Yarmuk ha alcanzado nuevas cotas”, refiere esta asociación. “La falta de alimentos y medicinas ha provocado un brote de diversas enfermedades entre los residentes”.
El sufrimiento en Yarmuk es un microcosmos de la tragedia que soportan los palestinos de Siria desde el comienzo de la guerra civil en el país. Según cifras hechas públicas por el GAPS, desde 2011 se ha matado a 3.645 palestinos. Entre las víctimas hay 463 mujeres. Otros 1.656 palestinos (105 mujeres) están retenidos en cárceles del régimen sirio.
En Yarmuk, 204 palestinos han muerto por la falta de alimentos y medicinas. En Yarmuk llevan más de 1.200 días sin agua corriente (en Deraah, otro campo palestino, lleva sin suministro más de 1.400 días).
En total, desde el comienzo de la guerra civil, más de 85.000 palestinos han huido de Siria a Europa. Otros 30.000 se han refugiado en el Líbano, 17.000 en Jordania, 6.000 en Egipto y 8.000 en Turquía.
Otro informe reveló que en enero de 2018 se mató a otros 11 palestinos en Siria: diez murieron en el curso de distintos combates y el otro, a causa de las torturas que le practicaron en una cárcel del régimen sirio.
¿Por qué es necesario seguir recordando al mundo el sufrimiento de los palestinos en Siria? Porque a la comunidad internacional y a las organizaciones propalestinas de todo el planeta parecen no importarles las atrocidades que son víctimas los palestinos en Siria o en cualquier otro país árabe, ya que no son obra de Israel. Aun así, es difícil entender la apatía de los líderes de la Autoridad Palestina (AP) en Ramala, cuyos representantes tienen otros asuntos más apremiantes en la cabeza.
Mientras a su pueblo lo matan, hambrean, desplazan y deniegan atención médica en Siria, el presidente de la AP, Mahmud Abbas, parece estar más preocupado por el reciente reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel del presidente de EEUU, Donald Trump. Dar la batalla a la Administración estadounidense se ha convertido en un deporte nacional diario para Abbas y sus secuaces. Casi no pasa un día sin que haya una nueva declaración de la AP condenando enérgicamente a Trump y las políticas de su Administración respecto a los palestinos. Pero en lo tocante al sufrimiento de los palestinos de Siria, Ramala guarda silencio.
Los líderes palestinos que se reúnen periódicamente en Ramala ignoran las atrocidades que está sufriendo su pueblo en los países árabes, especialmente en Siria. En su lugar, dedican la mayoría del tiempo a lanzar condenas contra los asentamientos israelíes y la Administración Trump. Como si no se estuviese matando a miles de palestinos en un país árabe.
Abbas, de 82 años, ha dejado claro cuáles son sus prioridades. En vez de buscar una manera de ayudar a su pueblo en Siria y Gaza, donde los hospitales están sufriendo una letal escasez de combustible y medicinas, acaba de gastarse 50 millones de dólares en un avión presidencial. Ese dinero podría haber salvado las vidas de miles de palestinos en Siria y la Franja.
Pero a Abbas nada podría importarle menos. Para él, las necesidades de su pueblo son responsabilidad del mundo. Quiere que todo el mundo siga enviando ayuda a los palestinos. Pero él no. Para él, dar un discurso en el Parlamento Europeo o en la Asamblea General de la ONU tiene prioridad sobre los palestinos que están muriendo por falta de medicinas y alimentos.
Con líderes así, los palestinos no necesitan enemigos.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio
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