A Abbas ya lo están retirando –y algunos hasta matando–. Su salud está bastante deteriorada, tiene 83 años, es un fumador empedernido y el mes pasado fue sometido a ciertas pruebas médicas en Baltimore justo después de haber comparecido en Naciones Unidas, lo que hizo saltar todas las alarmas… y arreciar la lucha por su sucesión.
Ciertamente, es un tema que nos preocupa y del que ya nos hemos hecho eco en el pasado. Las relaciones israelo-palestinas son tremendamente inestables, y un cambio dramático de liderazgo en la Palestina de Cisjordania puede desatar el caos y provocar una nueva intifada.
El ruido de sables en Al Fatah, el partido político que lidera Abbas, una de las cabezas de la tricefalia palestina, no se ha hecho esperar. El próximo 30 de abril el Consejo Nacional Palestino, cuerpo legislativo que no opera desde hace 10 años, se reunirá, técnicamente, para elegir a un nuevo Comité Ejecutivo, el máximo órgano palestino de decisión, compuesto de 18 miembros. Entre ellos se supone que está el sucesor de Abbas.
Un liderazgo marchito
Abbas está totalmente amortizado. En lo referente al proceso de paz, asunto clave y central para un presidente palestino, ha dicho que no quiere acabar su vida como un traidor aceptando el plan que vaya a presentar la Administración Trump. Así, ha afirmado que EE.UU. ha dejado de estar cualificado para ejercer de mediador y que va a seguir apostando por la internacionalización del conflicto, su estrategia estrella desde que sucedió a Yasser Arafat al frente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
La “intifada diplomática” –así la denominan los israelíes– consiste en llevar la lucha por la independencia a las organizaciones internacionales. La ONU, la UNESCO, la FIFA, la Interpol, la Unión Europea, la Corte Penal Internacional o la Corte Internacional de Justicia han sido algunos de los escenarios en que Abbas ha obtenido sonadas victorias… que no se han traducido en realidades sobre el terreno. Sigue habiendo dos Palestinas distintas, enfrentadas, que no gozan de independencia política.
Paralelamente, Abbas ha potenciado la colaboración entre las fuerzas de seguridad palestinas e israelíes para desarbolar a Hamás en Cisjordania, y en su día apoyó la política de state-building de nuestro hombre en Ramala, Salam Fayyad, decapitado políticamente en uno de los infructuosos procesos de unidad nacional entre Al Fatah y Hamás. Después de tantas décadas de sangre y terror, y con todos los matices que se quieran, esta doble línea de actuación supuso un salto cualitativo en lo que a las reivindicaciones palestinas se refiere. Se habían acabado los hombres bomba enviados por Arafat a hacerse estallar en cafeterías israelíes y a cambio se impuso en Cisjordania una “calma tensa” –por utilizar la eterna coletilla de los corresponsales de prensa–.
Por otro lado, la colaboración entre las sociedades civiles israelí y palestina ha aumentado, y los palestinos están mejor que hace quince años. Y Abbas, sostiene el general Michael Herzog en Bicom, ha estado siempre en contra del terrorismo, no por imperativo moral sino por pragmatismo: los palestinos pagaron un alto precio por la Segunda Intifada.
Sin embargo, el liderazgo de Abbas ha sido inoperante en casi todo lo demás.
Como apuntó nuestro director el año pasado, la ANP está cerca del colapso y el responsable principal es Abbas. El también conocido como Abu Mazen no ha acabado con la corrupción endémica de la élite burocrática de la OLP y su gestión de las negociaciones con los israelíes ha sido, cuando menos, decepcionante. La estrategia de palo y zanahoria que ha llevado a cabo con Hamas, firmando la enésima reconciliación mientras presiona a la Franja con tremendos cortes de energía, no ha conseguido aplacar a los islamistas ni forzado a estos a reconocer a Israel y mostrar cierta voluntad de alcanzar la paz o, al menos, cierto grado de convivencia.
La batalla por la sucesión
De acuerdo con Yoni ben Menajem, dos candidatos se disputan el liderazgo de Al Fatah para cuando Abbas, de forma natural o voluntaria, deje el cargo. Por un lado, Mahmud al Alul, hombre fuerte del aparato, ha sido designado suplente temporal de Abbas en caso que éste quede incapacitado para seguir desempeñando sus funciones antes que se celebren las elecciones. Informa Grant Rumley que Abbas ha espiado a Alul –también a otros aliados y a rivales– con ayuda de la CIA. Rumley opina que Alul es el que tiene más posibilidades de ser el siguiente rais. Por otro lado, el general Mayid Faraj, jefe de los Servicios Generales de Inteligencia, es el candidato preferido de Abbas para la presidencia de la ANP, y también es, según Ben Menajem, bien visto por Estados Unidos e Israel.
Pero hay otros aspirantes, como el general Tawfik Tirawi, Marwán Barguti, Muhamad Shatiyeh y Naser al Kidwa, que se consideran sucesores de Abbas. Amos Harel, de Haaretz, afirma que hay una decena de postulantes, y podrían formarse alianzas temporales entre algunos de ellos. En caso de que Abbas muera o se retire, la batalla por la sucesión promete ser sangrienta, y provocar una desestabilización en Cisjordania que no interesa a ninguna de las partes, mucho menos a los palestinos.
Los que estamos a sueldo del Mosad, de la CIA, del lobby judío y de no sé cuántas organizaciones más, si pudiéramos elegir, lo tendríamos claro: Mohamed Dahlán.
Arafat hizo lo que hizo, fue lo que fue, pero a su sucesor lo dejó atado y bien atado. Abbas no. Y esa falta de previsión puede costarle muy cara al pueblo palestino.
Tal como hemos apuntado, Mahmud Abbas no quiere pasar a la Historia como un traidor, pero puede que lo haga como un gran incompetente.
Siempre fue un enfermo terminal este asecino, su muerte no hace mas que ratificar esa condicion.