La parashá Tazría continúa con la discusión de las leyes de pureza e impureza ritual.
Una mujer que da a luz debe pasar por un proceso de purificación, que incluye la inmersión en una mikvé (una pileta de agua reunida naturalmente) y traer ofrendas al Templo. Todos los varones que nacen deben ser circuncidados en el octavo día de vida.
Tzaráat es un a plaga supernatural, que también puede afectar ropas. Si aparecen manchas blancas o rosas en la piel de una persona, rosas o verdosas en las ropas, un Cohen es llamado. Juzgando los diferentes signos, como un incremento en el tamaño del área afectada luego de una cuarentena de siete días, el Cohen pronuncia la mancha como impura o pura.
Una persona afligida con Tzaráat debe vivir sola fuera del campamento (o la ciudad) hasta curarse. El área afligida en una ropa debe ser removida y, si la Tzaráat reaparece, toda la ropa debe ser quemada.
La sección Metzorá comienza a describir el proceso a través del cual el metzorá recuperado es purificado por el Cohen con un procedimiento especial que incluye dos palomas, agua de un manantial, una vasija de barro, un pedazo de madera de cedro, una cinta de color púrpura y un ramo de mirto.
Una casa también puede ser afectada por la tzaráat a través de la aparición de manchas rojizas o verdosas en las paredes. En un proceso que dura como mucho diecinueve días, un Cohen determina si la casa puede ser purificada o debe ser demolida.
La emisión de una descarga seminal u otra en un hombre y la menstruación u otra descarga de sangre en una mujer indican un estado de impureza ritual que necesita de un proceso de purificación a través de la inmersión en una mikvé – baño ritual
CASTIGO GRADUAL
El castigo de tzaarat sobrevenía a causa de la maledicencia. Pero no era algo repentino.
Primero aparecía el mal en las paredes de la casa del culpable. Si se arrepentía, sólo debía quitar algunas piedras. Si no lo hacía, la casa era demolida.
Luego sus ropas. Si se arrepentía, bastaba con lavarlas. Si no se arrepentía, las ropas eran quemadas.
Por último era el cuerpo. Si se arrepentía, se purificaba. Si no lo hacía, debía “morar solo”.
Siempre Di-s da la posibilidad de arrepentirse y evitar el castigo (siempre y cuando el arrepentimiento sea sincero).
También nosotros debemos dar otra oportunidad a aquel que actuó mal contra nosotros. Debemos aprender que, así como el Creador da esa posibilidad a todos, también nosotros, como dignos hijos Suyos, debemos actuar de la misma manera.
La pureza familiar
Por Eliezer Shemtov
Esta sección de la Torá aborda uno de los preceptos más importantes en el judaísmo: la pureza familiar.
Según la ley bíblica, las relaciones íntimas entre la pareja están prohibidas durante el período de la menstruación. Una vez terminado ese período, denominado nidá, la mujer cuenta siete días limpios, al cabo de los cuales debe sumergirse en una mikvé (‘baño ritual’) para poder retomar el contacto íntimo con su marido. La Torá no ofrece ninguna explicación para esta ley. Está dentro de la categoría de leyes conocidas como jukim (‘estatutos Divinos’), que no fueron acompañadas por una explicación racional explícita.
En cuanto a la separación durante el período de la menstruación, encontramos en el Talmud1 la siguiente explicación:
El Creador del hombre, quien lo conoce íntimamente y sabe cómo funciona, es sabedor de que entre las mayores amenazas para el matrimonio se encuentran la rutina y el aburrimiento. Fijar un lapso cada mes en el cual la relación íntima está prohibida ayuda a crear una tensión positiva que sirve para fortificar el vínculo entre la pareja. Todos sabemos que lo prohibido nos seduce más que lo permitido.
Dicho mecanismo, denominado taharat hamishpajá (‘pureza familiar’), le provee a la pareja el gusto de lo prohibido dentro de lo permitido. El reencuentro mensual les ayuda disfrutar de una luna de miel perpetua.
Cabe señalar que, para que realmente funcione, debe respetarse el sistema como un mandato Divino. Si uno se propusiera inventar su propio período de abstención para lograr el mismo objetivo, terminaría creando una tensión negativa en lugar de positiva. El motivo es muy sencillo. Ocurre que una ley humana, especialmente si es confeccionada por uno mismo, es inherentemente “negociable”, mientras que una ley Divina no lo es. Si la pareja se adhiere al sistema Divino, ambos integrantes saben que no hay opción mientras dure el período de separación. En cambio, en un sistema “casero”, diseñado por ellos mismos o por un tercero que no sea D-os, se verán constantemente tentados a hacer excepciones (piensa cuánto tiempo duró la última dieta que empezaste).
La Torá postula que, al final de su período de impureza ritual, la mujer debe purificarse sumergiéndose en un cuerpo de agua natural que reúna determinadas condiciones. ¿Cómo se explican los términos y conceptos de “pureza” e “impureza” en algo que parece ser nada más que un fenómeno biológico? El significado de estos términos es relativo: un vaso de agua pura y un sonido puro tienen implicancias muy diferentes. Con la palabra ‘puro’ generalmente queremos decir que no contiene nada extraño, ajeno o de más.
En la Torá encontramos un estrecho vínculo entre, por una parte, la vida y la pureza y, por la otra, la muerte y la impureza. D-os es la fuente de vida; el potencial de generar vida es una extensión de esa energía creadora Divina, y la pérdida de dicho potencial nos transforma en receptores, vehículos o generadores de una realidad vacía de dicha energía. El nivel máximo de impureza en este contexto es el que genera el cadáver humano, justamente por haber perdido el máximo potencial de crear vida. En menor grado de impureza se encuentra la mujer menstruante al perder transitoriamente su potencial de crear vida, así como el hombre luego de experimentar un flujo de semen. En cada caso, el nivel de impureza es relativo al nivel de vida que poseía. Lejos de ser una señal de desprecio, es un reconocimiento del contraste entre el potencial de vida máximo de la persona y la pérdida del mismo. Cuanto más fuerte brilla la luz solar en la calle, tanto más difícil es ver al entrar a la casa, aunque las luces estén encendidas. El ciclo de separación y unión asegura que el vínculo físico entre la pareja tenga lugar cuando ambos están con su potencial de vida pleno.
¿Por qué no alcanza para purificarse con bañarse en una bañera o bien en un jacuzzi de lujo? ¿Qué distingue la mikvé de una piscina común y corriente?
Nuevamente, nos encontramos ante una ley Divina. El mismo D-os que determinó qué es lo que transforma a uno en espiritualmente impuro es Quien determinó cómo purificarse de esa condición. La Torá delinea dos opciones al respecto: un cuerpo de agua de lluvia y un manantial de agua. Cada una requiere ciertas condiciones físicas para adquirir y mantener ese poder purificador, condiciones altamente improbables que se reúnan en una piscina o bañera comunes y corrientes.
No se trata aquí de una consideración de higiene física, ya que la mujer se higieniza profundamente antes de entrar a la mikvé para su purificación espiritual. La funcionalidad (o no) de una mikvé depende de leyes y criterios propios de otra dimensión. Es la adhesión a dichas normas “de otra dimensión” lo que ayuda a incorporar la dimensión Divina al matrimonio, lo que influye también en las condiciones físicas y espirituales de los hijos engendrados por esa unión.
El agua es la fuente de la vida. Es interesante notar que la masa crítica de agua necesaria para una mikvé es de cuarenta seá (medida bíblica equivalente a 331,776 litros), uno por cada uno de los primeros cuarenta días del embarazo, que es cuando el feto adquiere su forma. La inmersión en la mikvé representa, entre otras cosas, una especie de renacimiento personal. Dicha medida de agua alcanza para que el cuerpo humano pueda sumergirse totalmente, entendiéndose por esto que la manera de lograr ser afectado por la energía Divina vital purificadora es a través del sometimiento total a Su voluntad.
En la actualidad, muchas mikvaot incorporan también sofisticados criterios de higiene, estética y confort físicos, a la par de los mejores spas del mundo, siempre respetando las normas bíblicas mencionadas.
Según la Halajá, si los fondos comunitarios son escasos, es preferible que una comunidad carezca de sinagoga a que carezca de una mikvé, ya que el uso de esta afecta el estado de pureza espiritual y la salud física de las nuevas generaciones engendradas, mientras que se puede rezar prácticamente en cualquier lado. En Uruguay, como en muchas comunidades del mundo, hay cada vez más parejas jóvenes (y no tanto) que respetan este precepto milenario.
Cabe señalar que, desde el momento en que la mujer menstrúa hasta que se sumerge en la mikvé, retiene su estado de nidá, aunque hayan transcurrido años. A partir de que la mujer llega a la menopausia, corresponde visitar la mikvé una sola vez, para entrar a esa etapa de su vida con pureza. (www.es.chabad.org)
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