A fin de tratar de analizar mirando al futuro, necesito partir de un resumen de lo que ya he escrito días atrás. La ley básica promulgada la semana pasada por el Parlamento israelí, denominada “Ley de nacionalidad”, que determina que Israel es el Estado nación del pueblo judío, constituye a mi criterio un error, no por lo que asevera sino por lo que omite.
En dicha ley, que pretende definir la cédula de identidad nacional de Israel, debería haberse incluido dos menciones claves: que Israel es un Estado democrático (o sea no sólo judío sino judío y democrático) y que garantiza la plena igualdad entre todos sus ciudadanos, independientemente de su religión, raza o sexo.
Ambos elementos están ya explícitamente señalados y proclamados-es cierto-en otras dos de las leyes fundamentales del Estado. Y la nueva ley, no cancela las anteriores ni tampoco las contradice con ninguna mención explícita distinta. Pero al tratarse de una ley básica del peso de la nueva, en la que se abordan todos los elementos centrales de la identidad nacional judía-hasta con obviedades como el nombre del Estado, el “Hatikva” como himno, la descripción de la bandera y el Día de la Independencia como feriado nacional – lo digno era incluir, por más que sea una repetición, esos otros dos elementos. Es que no se trata de meros detalles sino de aspectos claves y centrales que hacen a la esencia misma de la democracia israelí.
La pregunta es qué se hace ahora.
Considero clave, urgente, corregir la situación. No abolir la ley sino enmendarla, agregar los elementos que faltan, las omisiones que algunos diputados promovieron a sabiendas y otros se dejaron llevar sin suficiente entereza y columna vertebral para golpear sobre la mesa y decir “esto no puede ser”.
Hay que hacerlo porque en estas cosas no importa solamente la práctica, aunque sea por cierto lo central, sino también el mensaje que transmite tal o cual terminología. Y esto me lleva al punto central: lo que no se dijo en esta ley, ha ofendido profundamente a ciudadanos no judíos que han unido su destino al de Israel y ahora sienten una bofetada.
Especialmente notorio es el caso de la minoría drusa, la que desde los primeros años del Estado, a pedido de su propio liderazgo, sirve en las Fuerzas de Defensa de Israel por ley. Han perdido a 423 de sus hijos en combate. No tienen reparo ninguno respecto a la definición de Israel como Estado judío. Pero no puede ser que ni se los mencione, sea por separado, o como parte de un concepto general de “los ciudadanos no judíos que también son parte integral de Israel”, o algo similar.
Y no son los únicos.
Los drusos han presentado este domingo una apelación ante la Suprema Corte de Justicia. El problema es que por tratarse de una Ley Fundamental, los jueces supremos no pueden indicar abolirla ni tampoco exigir una enmienda. Estarían sentando un gran precedente si lo hicieran, y diferentes juristas a los que hemos consultado consideran que no lo harán.
El Profesor Emanuel Gross nos comenta que la Suprema Corte sí puede, por el peso de su estatura moral, pronunciarse públicamente sobre el tema, tratando de incidir en la decisión de los políticos. Pero en este caso, por ser una Ley básica, dependerá solamente de la Kneset, Parlamento, decidir si enmendar o no la ley. Preguntamos si acaso esto significa que la apelación presentada por los drusos no tiene futuro. Gross comenta que en términos prácticos, no parece factible que pueda conducir a ningún cambio legal, a menos que los diputados consideren que hay que cambiar de posición.
Y si por alguna constelación política los críticos de la ley consiguen una mayoría de por lo menos 61 diputados frente a 59, podrán enmendar la ley.
El Profesor Gross recuerda un concepto interesante y casi sagrado que está por sobre la propia Suprema Corte de Justicia: “los valores supremos del régimen constitucional israelí”. “Esto se refiere al alma misma del país, aunque no está escrito en ningún lado”, nos explica. “Si por ejemplo la Kneset enloquece y determina que Israel deja de ser una democracia y se convierte en otra cosa totalmente distinta, los jueces Supremos pueden frenar diciendo que eso no está permitido, porque contradice la base misma, los cimientos, los valores principales, sobre los que se creó el Estado”.
Claro que, aclara, esta no es ahora la situación. Hay lo que mejorar y hay motivos para preocuparse, pero formalmente, a pesar de la ofensa emocional a las minorías no mencionadas, nadie abolió la aclaración de “judío y democrático” en otras leyes, y eso sigue vigente para todos.
Aún así, tras haber hablado este domingo con israelíes drusos, musulmanes, beduinos y cristianos, tengo claro que es imperioso enmendar la ley. Contrariamente a lo que deforman los enemigos de Israel, el Estado ha sido siempre y sigue siendo hoy en la práctica, una isla de convivencia pacífica entre sus diferentes y variados hijos.
Sería una falta de responsabilidad permitir que eso se altere por consideraciones estrechas y carentes de miras, de parte de la coalición de gobierno.
Por el bien de Israel no enmienden la ley de nacionalidad,esta completa y nada se ha omitido