Respuesta

Los judíos a veces hacemos cosas raras. Un ejemplo es la extendida práctica de la “revisión de los créditos”.

Muchos judíos tienen el hábito de revisar los créditos al final de las películas en busca de nombres judíos. Con cada descubrimiento irradian orgullo: ¡Mira! Asistente de iluminación… ¡Mo Goldstein! Encargada del catering… ¡Beth Cohen!

Esta extraña práctica viene de un lugar muy profundo de la psique judía. Los judíos compartimos un vínculo espiritual los unos con los otros. Cuando encontramos judíos en cualquier parte del mundo hay una conexión inmediata, una afinidad, una sensación de unidad. Somos como una gran familia.

Cuando aparecen judíos en las noticias, nos lo tomamos personal. Cuando Israel es atacado, sentimos el dolor donde sea que estemos. Cuando un judío gana una medalla de bronce en croquet, todos compartimos la victoria. Y cuando vemos un nombre judío en los créditos de una película, nos emocionamos.

Quizás otros pueblos hagan esto también. Pero no lo creo. Este profundo sentido de la conexión hace al pueblo judío único entre todos los pueblos del mundo.

Esta es la razón por la que en el pueblo judío la estadística no se aplica. Ningún judío es un mero individuo. Somos un alma colectiva, parte de algo más grande que nosotros mismos. Quizás seamos un pequeño puntito en los censos, pero no funcionamos de acuerdo con los principios demográficos normales. Nuestra fuerza no se mide en nuestros números, sino en nuestra unidad.

El destino del pueblo judío es ser una fuerte voz de bondad y moralidad en la familia de los pueblos. Cuando nos unimos a nuestra comunidad y nos comprometemos con la visión compartida de nuestro pueblo, somos una presencia formidable. No porque seamos millones, sino porque somos uno.