La periodista Jana Beris, siempre tan aguda, asevera que la contención en el sur y el reciente alto del fuego con Hamás tenía como razón última acometer y neutralizar los problemas en la zona norte, frente a Hezbolá. En ambos frentes los túneles están a la orden del día. Nuestros enemigos buscan sorprendernos y atacarnos, se supone, con el fin de secuestrar soldados. Si el mundo occidental estuviese despierto y no dormido sobre sus viejos y mohosos laureles, y si pudiera percibir ahora lo que significa Irán en la región, tal vez intercedería a favor de Israel. Apostaría por ayudarlo de algún modo. Cosa difícil que ocurra, así como también es difícil sino imposible que el Líbano se libre de una vez por todas de aquello que será la causa de su destrucción, el chiísmo radical del así llamado Partido de Alláh. Occidente no percibe que tarde o temprano la situación siria contagiará al Líbano, y que el único modo de que eso no ocurra es expulsar a Irán fuera del tablero mediterráneo, yugular sus arterias y vías de abastecimiento a Hezbolá. A Europa no le conviene un Líbano destruido y nuevas olas de migrantes hacia los ricos países de la E.U.
Israel, cruda y franca como nación, tendrá eventualmente que golpear primero y no tener reparos acerca de sus blancos. Si es cierto que los túneles estaban monitoreados desde hace años, sólo explica la prisa actual por destruirlos el hecho de que han traspasado las fronteras del estado judío. Eso no aleja el peligro sino que lo posterga. La solución más factible sería una coalición de facto parecida a la que actúa contra el estado islámico y articulada para limpiar esa frontera de misiles¿ Por qué razón? Porque, y ante todo, le conviene más al Líbano perder-desarmando-a Hezbolá que perderse a sí mismo quién sabe por cuántas décadas. Aunque poco probable, esta opción no debería descartarse del todo. Israel podría pasar toda la información pertinente, si no lo ha hecho ya, y presionar para que Irán retroceda en todos los puntos sobre los que se asienta su perverso propósito. Por desgracia las fuerzas de las Naciones Unidas son marionetas, peleles de uniforme fáciles de comprar, y desde luego no merecen la confianza de Israel.
Hezbolá ha estado creciendo obviamente a expensas de Irán, pero también del mismo Líbano, país que-y seguramente para evitar una nueva guerra civil-, se ha cruzado de brazos con una pasividad de tontos ante lo que estaba ocurriendo en su frontera sur. Es un dilema que tiene la dureza del pedernal, pues más allá de los túneles hacia Israel están los que van hacia el corazón del país de los cedros, desde donde Hezbolá podría fácilmente organizar un golpe de estado para hacerse con todo el poder, lo que, entonces sí, desencadenaría una guerra, otra guerra más en esa dolorida, sufriente, trágica zona del mundo. Esta es la radiografía que debe ver con nitidez Occidente. Ni Libia, ni Yemen, ni Irak. No es un tema de shiítas contra sunnitas, ni siquiera de Israel con el Líbano. Hezbolá no representa a los palestinos sino a Irán Una operación quirúrgica rápida cuyo eventual beneficio se vería de inmediato consistiría en eliminar al Partido de Alláh, alias el Partido de Satán. Luchar contra ellos en todos los frentes hasta que el Líbano vuelva a ser lo que era, un foco de luz y seguridad en el mundo árabe. Debilitar al máximo a Hezbolá sería, directamente, debilitar también a Hamás. Tengamos, al menos, la esperanza, como insinúa el himno nacional judío, de que las almas de nuestros hijos sabrán defendernos a todos con el fuego de su corazón y también con el orgullo de la causa justa.
Parafraseando a Hillel el Sabio: si no nos defendemos a nosotros mismos, ¿Quién lo hará por nosotros, y si no ahora, ¿Cuándo?
Mario Satz
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