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| viernes noviembre 22, 2024

Israel-Palestina: quiénes son los verdaderos racistas


Es un estribillo familiar. Los críticos de Israel no se conforman con arremeter contra el Gobierno del Estado judío. Además, afirman que la política israelí tiene una impronta racial. Así, acusan al primer ministro Netanyahu de haber utilizado un lenguaje racista contra los votantes árabes en 2015. Ahora se carga también contra el principal rival de Netanyahu en las elecciones de este año, el exjefe del Estado Mayor Benny Gantz, a quien se acusa de basar su campaña en su trayectoria militar, que incluye la dirección de los contraataques del país contra los terroristas de Hamás en Gaza.

Una activista palestina ha descrito las elecciones en la única democracia de Oriente Medio como un “concurso de belleza inverso” basado en la “celebración de la muerte, el abuso, el empobrecimiento y la incitación contra los palestinos”. Los anuncios de campaña, añade, “celebran la muerte de palestinos [y] la destrucción de nuestros hogares, se burlan de nuestro estilo de vida (…) y muestran a nuestros asesinos como patriotas”.

Ahí hay dos cosas completamente erróneas. Para empezar, se sacan de contexto las declaraciones de Netanyahu y se caracterizan mal los anuncios de Gantz, así como de algunos parlamentarios del Likud, como el exjefe del Shin Bet [una suerte de FBI israelí] Avi Dichter. Por otro lado, los que van por ahí lanzando acusaciones improcedentes de racismo contra los israelíes no parecen tener interés en las incontrovertibles pruebas de que la Autoridad Palestina (AP) y Hamás diseminan antisemitismo a diario desde sus órganos oficiales y sus sistemas escolares.

Lo que Hamás y la AP difunden, publican y enseñan es objetivamente odio que no se parece en nada a lo que dicen que hacen los israelíes. Y está directamente vinculado a horribles actos de violencia como el reciente asesinato de una adolescente israelí. Su asesino ha admitido no sólo haber cometido el crimen, sino que tenía motivos “nacionalistas” para violar y asesinar a su víctima, una muchacha judía.

Está fuera de lugar pretender que hechos así de atroces no son alentados y recompensados por la corriente mayoritaria de la sociedad palestina.

En cuanto a las pruebas del racismo israelí, supongamos que el Estado judío tiene su cuota de torpezas, calentones y, sí, gente que odia. Pero esos individuos no son ensalzados como héroes o referentes, sino que son ampliamente condenados y sometidos a persecución judicial si traducen sus viles palabras en actos ilícitos.

La prueba del racismo de Netanyahu se basa en un único comentario que hizo en el último momento de la campaña de 2015:

El gobierno de la derecha está en peligro. Los votantes árabes van a ir a las urnas en masa. Las organizaciones de izquierda los van a acarrear en autobuses.

Eso suena y estuvo mal. Hizo que Netanyahu fuera criticado por los israelíes árabes, y también por el presidente Obama. Finalmente, el primer ministro se disculpó. Ahora bien, dejando de lado las apariencias, lo que estaba diciendo Netanyahu es que sus bases no se estaban movilizando, y que la Lista Conjunta de los partidos árabes podía hacerse con un gran porcentaje del voto ybloquear la formación de un Gobierno encabezado por el Likud. Además, no se equivocaba respecto a las ONG europeas que intervinieron en las elecciones y quisieron reforzar el voto a la coalición árabe, dividida por la mitad entre los que apoyan a Hamás y las facciones seculares que también quieren que el Estado judío sea eliminado. Pretender rebajar su influjo es razonable, no una prueba de racismo, aunque Netanyahu escogiera mal sus palabras.

En cuanto a los anuncios de Gantz y Dichter, es ridículo presentar como racistas sus palabras sobre su desempeño en la lucha contra los terroristas. Dichter no tiene nada de qué disculparse por hablar de su implicación en la eliminación de asesinos de Hamás como Yahia Ayash y Ahmad Yabari. Lo mismo cabe decir de Gantz y su campaña antiterrorista contra Hamás en 2014. Afirmar que es ofensivo que hable del precio que se hizo pagar a Hamás es igual de absurdo que decir que fue de mal gusto que el general Dwight Eisenhower hiciera campaña para la presidencia de Estados Unidos en 1952 apoyándose en su bagaje como comandante supremo de las fuerzas aliadas que derrotaron a la Alemania nazi.

Aunque sí hay verdadero racismo en Israel –como en cualquier otra sociedad de seres humanos imperfectos–, afirmar que su Gobierno promueve el odio es una descomunal mentira. En cambio, los tropos antisemitas y los libelos de sangre son moneda corriente en la prensa oficial, las emisiones y el sistema de enseñanza de la AP. Lo mismo cabe decir del régimen de Hamás en Gaza. Además, la AP sigue pagando salarios y pensiones a terroristas presos y a sus familiaspese a las amenazas de EEUU de recortarle las ayudas.

Eso es reflejo de un consenso en la sociedad palestina, donde los que cometen actos de violencia contra judíos e israelíes son referentes y héroes a los que no se condena sino que se les jalea.

¿Será distinto con el asesino de Ori Ansbacher, una adolescente del asentamiento de Tekoa que estaba realizando el servicio nacional por su país? Los medios israelíes han informado de que el asesino milita en Hamás y de que dijo que quería ser un “mártir”. Por desgracia, nada ha sucedido hasta ahora que nos dé grandes esperanzas de que muchos palestinos no vayan a tratar la muerte de esta adolescente judía como una victoria para su causa, por abominable que haya sido el crimen.

Ni Israel ni sus ciudadanos son perfectos. Pero los amigos de Israel pueden estar orgullosos de los esfuerzos que hacen las FDI para no cobrarse vidas inocentes aun cuando eso implique que los terroristas puedan escapar. Además, por muchos defectos que pueda tener, el sistema político de Israel se basa en los principios democráticos, que garantizan a los israelíes árabes igualdad ante la ley y unos derechos de representación inauditos en la región.

Los que quieran hablar de racismo deberían dirigir sus pullas no a Israel sino a los líderes palestinos, sobre los que pesa la responsabilidad de generar un entorno que posibilita la existencia de asesinos nacionalistas como el de Ori Ansbacher.

© Versión original (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio

 
Comentarios

No busquen «razones» que puedan explicar el rechazo intinctivo que sucita en los dirigentes palestinos, y en buena parte de la poblacion a la que dicen representar, Israel y el pueblo judio, ya que no las hallaran …
todo obedece en ellos a un «gen», un elemento cromosómico demoniáco que les predispone a odiar a los judios .. está en su ADN, de ahi la dificultad que entraña eliminarlo, y reconducir sus conducta por páutas de raciocinio , que vengan a substituir, ese virus judeófobo que les aqueja…

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