Estalla la guerra civil en el Partido Demócrata. La espiral de radicalización ideológica que Hillary Clinton y sus grupos multiculturales fomentaron en los pasados años ha generado una marea izquierdista que ya ha llegado a Washington. Llega con banderas que van desde el feminismo y el animalismo al culto al LGTBismo o la violencia. Pero una muy destacada que nunca falta en ambientes totalitarios: la del antisemitismo. Como en los partidos de izquierda en Europa, el llamado «antisionismo» ha dado vía a la abierta judeofobia y antisemitismo. En Reino Unido ya amenaza con destruir el Partido Laborista con numerosas deserciones.
En EE.UU., con Ihman Oman y Alexandria Ocasio-Cortez a la Casa de Representantes el pasado otoño entraban dos perfectas representantes de la radicalidad etnicista antioccidental de la nueva izquierda formada en la histeria de la corrección política neomarxista. Que es la brutal revolución cultural que conquistó desde las universidades el control del discurso de las elites urbanas y mediáticas. Ambas furiosas enemigas de Israel, una musulmana de Minnesota y la otra neoyorquina de origen puertorriqueño. El problema está en que la inmensa mayoría de los judíos norteamericanos, entre el 70 y el 80% en las presidenciales, son votantes demócratas. A Trump, pese a una política proisraelí como pocas, solo le apoyó el 24% del votante judío.
Ohman ha tardado poco en salir en defensa del terrorismo palestino. Eso queda como feo. Tanto que la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi y el jefe de la mayoría han lanzado una iniciativa de apoyo a Israel para intentar calmar los ánimos de sus votantes judíos. Pero Ocasio-Cortez, frenética ultraizquierdista, ha salido en socorro de Ohman y dice que ya está bien de proteger a los judíos. Mal asunto para el Partido Demócrata. Y otra buena noticia para Trump después de que la declaración jurada del abogado Michael Cohen quedara en lamentable «gatillazo» para los que esperaban pruebas de terribles crímenes y conexiones con sicarios de Putin y hasta con Rasputín. Pues no las tiene. Pero tranquilos, los medios allí y aquí seguirán con su letanía de «Trump contra las cuerdas».
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