Desde aquel convenio abrahmico en donde Yahvé le ofreció al patriarca Abraham la tierra de leche y miel hace más de 3.500 años, cuando le dijo: “Deja tu tierra y la casa de tu padre y ve al país que yo te mostraré, yo hare de ti una gran nación y te bendeciré, así como maldeciré al que te maldiga…” Génesis 12:1-3 y continuo: “A tu descendencia daré esta tierra desde el río de Egipto hasta el Rio Grande, El Eufrates” Génesis 15:18.
El Creador ratificó ese pacto con Isaac y Jacob, hijo y nieto de Abraham, así como también lo hizo con Moisés, cuando le dijo: “Márchate de ese lugar tú y tu pueblo, sube a la tierra que yo prometí con juramento a Abraham, Isaac y Jacob…” Exodo 33:1-3.
La verdad es que como decimos coloquialmente, ha corrido mucha agua debajo del puente, miles de pasajes, travesías, tantos acontecimientos en estos 3.500 años de la promesa original, que pudiéramos decir con total seguridad, que recién estamos celebrando 71 años de la concreción final y definitiva del pacto abrahmico, en donde la tierra de Israel se ha convertido en un Oasis de libertad de culto, de expresión, de pensamiento en el medio oriente y en todos los sentidos que el termino «libertad» puede significar para el ser humano, tomando en cuenta, la situación geográfica de Israel, rodeada de teocracias, monarquías, grupos fundamentalistas, regímenes militaristas y pare usted de contar.
Que alegría y emoción haber nacido en esta parte de la historia, para poder constatar vívidamente, que los milagros existen; que un pueblo que fue expulsado de su territorio y destruido su templo por segunda vez, hace casi 2000 años y en ese ínterin de dos milenios, fue perseguido, ultrajado, demonizado de cuanta comarca existía y casi aniquilado en la II Guerra Mundial, volvió a su tierra ancestral, la tierra prometida, gracias al hilo conductor de la Torah que los mantuvo unidos en la dispersión, recupero su idioma ancestral el hebreo y con la bendición del creador, tal como lo prometió, se ha convertido en tan solo siete décadas, en una de las naciones más prósperas del mundo.
Su capital Jerusalén, designada así desde los tiempos del Rey David y hoy bajo soberanía Israelí, alberga a todos los hombres de buena voluntad, que desde las diferentes visiones religiosas, ofrendan sus servicios con total libertad.
Los milagros modernos en la tierra de Israel se han hecho presentes ante nuestros propios ojos y los del mundo, porque ¿cómo se explica el triunfo en todas las batallas que los vecinos le han emprendido desde el mismo día de su independencia, el 14 de mayo de 1948, con 5 y 6 ejércitos atacando al unísono; con cientos de miles de soldados, armamento sofisticado y apoyo logístico de otros grupos y naciones, contra un puñado de miles de efectivos militares quienes no solo han podido afrontar tamaña situación, sino salir victoriosos?
He revisado muchos testimonios como análisis de prominentes pensadores y todos concuerdan de que la mano del Creador ha estado activa en estos tiempos, cumpliendo su pacto y promesa original con Abraham y sus descendientes.
Aparte del tema militar, desde donde Israel ha llevado al mundo civil grandes avances tecnológicos que hoy en día se usan cotidianamente, como del tema agrícola en donde se cultivó el desierto y se secaron los pantanos para hacerlos fértiles, Israel se ha convertido en una Start Up Nation, un territorio mágico para hacer posible los sueños, una nación para el emprendimiento, la creatividad y la innovación en todas las áreas del conocimiento humano, que ha beneficiado a millones de personas alrededor del mundo, a tener mayor longevidad, salud, alimentación y bienestar en general, todo eso en 7 décadas. Por eso ayer, hoy y siempre gritamos ¡Am Israel Jai ! ¡Viva el pueblo judío, viva el Estado de Israel
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