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| viernes marzo 29, 2024

Maltrato bendecido


Recuerdo haber sido muy crítica con uno de los primeros viajes del presidente Obama. Era junio del 2009 y el líder del “We can” se plantaba en la mezquita de Al Azhar, en El Cairo, y vendía su idea de un mundo nuevo, resumido en una conferencia cuyo título era una declaración de intenciones: “A new beginning”, es decir, un nuevo comienzo con el islam, cuyo punto de salida era la madraza coránica más influyente del mundo.

Mi crítica, por supuesto, no se dirigió a las buenas intenciones del presidente, sino al hecho de vender una concepción política moderna de libertades y derechos humanos en un centro coránico que, justamente, defendía el dominio de los preceptos religiosos por encima de las leyes civiles. Y, además, lo hacía a menudo desde una mirada muy reaccionaria de los textos sagrados. Ese es el nudo gordiano que afecta a millones de musulmanes, la mayoría sometidos a los planteamientos intolerantes y antimodernos del sunismo wahabí, y Obama, con su gesto, no sólo no deshacía el nudo, sino que lo fortalecía. Cabe recordar que Al Azhar ya venía con la mochila cargada, cuyo fardo no iba, precisamente, en la dirección de un nuevo comienzo: desde sus postulados contra la comunidad chií (que ha ayudado a crear un auténtico asedio social y político contra dicha comunidad en Egipto) hasta sus ataques contra activistas de los derechos humanos, como su propio profesor Farag Foda, que acabó asesinado por Gamaa Islamiya, después de haber sido declarado “apóstata” por el ulema de Al Azhar. Dos años antes de la visita de Obama, el mismo ulema había exigido “sofocar” la libertad de expresión por considerarla equivalente al pecado. Y por acabar el retrato, fue en Al Azhar donde se formaron algunos nombres de la crónica negra islamista, como Izzedin al-Qassam (el líder del violento Mano Negra); Hassan al Banna, el fundador de los Hermanos Musulmanes; el gran muftí de Jerusalén Amin al Husayni, principal aliado árabe del Tercer Reich, o Ahmed Yasin, fundador de Hamas y promotor de los atentados suicidas. También Yusuf al Qaradawi, el ideólogo integrista más importante de la actualidad, exiliado y protegido en Qatar.

Lo último de Al Azhar viene de su actual gran ulema Ahmed el Tayeb, que ha escogido el mes sagrado del Ramadán para defender la idea de que hay que pegar a la mujer, si no obedece, pero “sin romperle ningún hueso, ni provocarle daños en un órgano o miembro”. O sea, no dejarla ciega o coja, pero darle las palizas necesarias. Por supuesto, otros líderes religiosos sostienen la bondad de dicho planteamiento, y así la madraza coránica más prestigiosa del islam, bendecida por Obama como el motor del nuevo comienzo, instaura la exigencia religiosa del maltrato. Lo cual nos retorna a una idea fundamental: existe un islam tolerante, pero no existe un salafismo tolerante. Al contrario, es la ideología que alimenta a la serpiente.

 
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