¿Qué tan bien (o mal) estamos envejeciendo? Ya no alcanza sólo con contemplar el aspecto exterior para responder a esta pregunta. Y es que la complexión corporal, las arrugas y los tonos grises en el pelo no cuentan toda la historia de las personas.

Así lo afirmó un equipo de investigadores de las escuelas de medicina del Instituto de Tecnología Technion de Israel y la Universidad de Stanford de California.

En un artículo publicado en la revista Nature Medicine los científicos plantearon que el estado del sistema inmunitario de una persona brinda una medición de la salud mucho más precisa que los signos físicos o incluso la edad biológica.

El equipo desarrolló una forma de medir la «edad inmune» que podría abrir nuevas fronteras en el tratamiento médico personalizado, el desarrollo clínico de medicamentos y vacunas, y la gestión de la salud y los seguros médicos.

«El método que desarrollamos hará posible la identificación del estilo de vida, los hábitos y los medicamentos que afectan la edad inmune de manera positiva o negativa» – Shai Shen-Orr, profesor asociado de la Facultad de Medicina Rappaport del Technion

Debido a la alta complejidad del sistema inmunológico, no existe una métrica real de salud inmunológica más allá del hemograma completo (CBC), una prueba que es estándar desde 1957 y que revela la cantidad de células inmunitarias. Sin embargo, tienen una resolución demasiado baja como para identificar cualquier mal salvo situaciones extremas.

El nuevo sistema de monitoreo desarrollado por el equipo de Technion-Stanford podría corregir este vacío.

En el estudio se analizó el sistema inmunológico de 135 personas sanas en distintas edades durante un período de nueve años, en alta resolución y con miles de parámetros diferentes. Los investigadores recopilaron abundantes datos longitudinales que mostraron un patrón de cambios celulares inmunitarios que ocurren con el tiempo y que son comunes a todos los adultos, más allá  de las diferencias individuales entre los sistemas inmunológicos de las personas.

«Los individuos variaron sólo a la velocidad con la que cambia su sistema inmunitario y no en el patrón real de cambio», explicó Shai Shen-Orr, profesor asociado de la Facultad de Medicina Rappaport del Technion y coautor principal del estudio.

 Según el especialista, esa conclusión les permitió trazar un mapa de cómo el sistema inmunológico envejece y, así, cuantificar la edad inmunológica de un individuo. “A diferencia de la edad cronológica real, la ‘edad inmune’ está íntimamente ligada al estado del sistema inmunológico, el principal centinela del cuerpo. Por lo tanto, podemos conseguir información médica relevante usando la edad inmune. Usualmente, los profesionales de la salud se perderían estos datos», agregó Shen-Orr.

Con la utilización del nuevo método, los investigadores obtuvieron la edad inmune de más de 2.000 adultos del área de Boston, Estados Unidos, a quienes estudiaron por más de 50 años.

Al analizar los datos recopilados en esta gran muestra, los investigadores demostraron que la edad inmune avanzada predice la mortalidad a una edad mayor, más allá de los factores de riesgo conocidos.

Esto significa que dos adultos mayores de la misma edad, uno con un sistema inmunológico «más viejo» y otro con uno más «joven», podrían tener una esperanza de vida muy diferente.

«Este documento representa un paso muy importante hacia el desarrollo de medidas útiles de salud inmunológica, especialmente porque podría ayudar a identificar a quienes estén en riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y otras», explicó el profesor Mark M. Davis, catedrático de Stanford y también coautor principal del estudio. En ese sentido, el científico añadió: «Han pasado 60 años desde que se introdujeron los últimos puntos de referencia inmunológicos en la práctica médica general, por lo que es hora de que tengamos algo mucho más sofisticado, que refleje las conclusiones y conocimientos obtenidos en el campo».

Debido a que la edad inmunológica también se ve afectada por la genética, los investigadores buscan mapear la edad inmune de las poblaciones con una predisposición genética a una larga vida, como los descendientes de personas que vivieron más de 100 años.