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| viernes diciembre 27, 2024

Aquella mañana en la AMIA, hace 25 años, Javier Waldman no la olvida jamás.

“En ningún momento volví a mirar a mi oficina. Luego me contaron que la mitad de la misma se vino abajo”


Javier Wadman, hace unos años, en un acto frente a la Embajada de Argentina en Israel, en protesta por la muerte del Fiscal de la causa AMIA Alberto Nisman
Javier Wadman, hace unos años, en un acto frente a la Embajada de Argentina en Israel,
en protesta por la muerte del Fiscal de la causa AMIA Alberto Nisman

 

Javier Waldman trabajaba en la Tesorería de la AMIA desde hacía 8 años, suficiente tiempo para hacerse de amigos y muchos compañeros con los que compartía el día a día laboral y a veces más allá aún.Los recuerda a todos, a los 30 que perdió en aquella mañana terrible, en la que había llegado al trabajo como todos los lunes, sin que nada vaticinara que desde ese día, ya nada sería igual. Tampoco para él, que tiene claro que esa mañana, podría haber muerto.

 

P: Javier, dentro de pocos días se cumplen 25 años del atentado contra la AMIA del cual vos sos un sobreviviente. ¿Cómo se ve hoy, tantos años después, aquel día tan terrible, en el que por milagro no moriste pero perdiste a muchos compañeros de trabajo?

R: A pesar de que pasaron 25 años en estas fechas uno revive lo que paso ese día, las imágenes del horror, cómo fue salir del edificio destruido, recordar a los compañeros fallecidos con los cuales compartíamos lo cotidiano, conectarme con los que sobrevivimos y recordarlo desde nuestro lugar rememorando esos tiempos y tratando de cicatrizar heridas.

A nivel familiar y personal, haber sobrevivido le dio otro sentido a mi vida, de poder valorar la vida y tratar de ver lo importante, disfrutarla junto con mi familia. Y también recordar que Karina mi mujer –que en aquel momento era mi novia- fue la que me vino a buscar aquel 18 de Julio y nos abrazamos en la esquina de Pasteur y Tucumán cuando nos encontramos.

P: Me imagino lo que se le habrá pasado por la mente hasta que te vio.

R: Claro. Y te diré que desde ese abrazo decidimos proyectar la Aliá y seguir nuestra vida en Israel, juntos formar esta familia y transmitirles a nuestros  tres hijos la importancia del recuerdo de lo que pasó y valorar la vida a cada instante.

P: ¿Se sienten bien en Israel?

R: Nuestra historia en Israel ha sido y es  buena. Obviamente que la aliá  no es fácil. Es otra cultura, otro idioma, otra idiosincrasia, pero finalmente sentimos que esta es tu casa, que crecer es posible y que sobre todo que sabes que la policía o el ejército no van a confabular para hacer un atentado en el país. Es decir que acá  sentís que sabés quién te cuida y quién responde por tu seguridad, más allá de los valores y las diferencias de ideas que puedas tener con el otro.

Javier, Karina y sus tres hijos, en Israel.
Javier, Karina y sus tres hijos, en Israel. El mayor tiene 18 años y las mellizas 15.

 

 

P: Lo más duro es preguntarte cómo recordás aquella mañana.

R: Era un mañana de mucho frío en pleno mes de julio. Llegábamos al Edificio de la Kehila como todas las semanas, viendo en la puerta el patrullero (que luego nos enterábamos que no funcionaba) saludando a todos los compañeros que encontrábamos, primero los de vigilancia, que estaban con mucho trabajo dado las reformas que se hacían en el edificio. Entrar a la oficina con el café de la mañana, hablando de como fue el fin de semana después de una final de Mundial de Futbol en Estados Unidos, donde Argentina no estuvo, y reencontrándose con los compañeros después de un domingo.

P: Muy poco antes de la explosión, vos te fuiste al lugar que salvó tu vida..porque si hubieras estado a unos metros de allí, no contabas el cuento. ¿Cómo fue la secuencia?

R: Mi oficina (la tesorería) estaba en el segundo piso. Diez  minutos antes de la explosión había bajado al primer piso a llevar unos papeles a miembros de la comisión directiva.  Cuando subí entré a mi oficina y me di cuenta que había cometido un error en un procedimiento administrativo y me paré para llevar una factura de un proveedor en la cual me había equivocado ,a la parte de atrás del segundo piso. A  los pocos metros después de haber salido de la oficina, se corta la luz, y se siente un ruido de una implosión (no de una explosión) y se comienza a mover todo como en un terremoto. Llegué a tirarme debajo de un escritorio de espalda a mi oficina.

Cuando dejamos de oir la implosión y el movimiento del edificio, mis compañeros corrían hacia atrás y muchos gritaban » tratemos de salir por atrás». En ningún momento volví a mirar a mi oficina. Luego  me contaron que la mitad de la misma se vino abajo.

Nos juntamos todos, salimos por un patio trasero que daba al segundo piso. Cuando salimos fue impresionante mirar hacia la calle Pasteur. La  parte de adelante del edificio había desaparecido. Mis compañeros de trabajo que tenían familiares trabajando en otros pisos gritaban sus nombres desesperados.

P: Y lamentablemente, sabemos cuántos de esos gritos no recibieron respuesta jamás…

R: Así es…Luego comenzamos a bajar por los techos de un par de edificios lindantes, encontrando las escaleras que nos lleven a la calle Uriburu. Al salir hacia la calle Pasteur familiares y mucha gente me preguntaban si había visto a tal o cual compañero..y  muchas de las veces no pude responder afirmativamente.

Al llegar a la esquina escucho el grito de Kary, a la que ya te mencioné. La oí  llamándome y llorando. Como te dije, nos  fundimos en un abrazo junto con sus padres que la acompañaron a buscarme.

Luego de ello fue caminar un rato a los alrededores para encontrar a gente conocida y tratar de llamar por teléfono a mis padres y hermanos para que sepan que por suerte había salido vivo. De allí me fui a casa donde amigos y familiares muy shockeados vinieron a encontrarse conmigo y abrazarme. Lloraban, y era realmente difícil entender en ese momento qué había pasado.

El edificio de la AMIA tras el atentado. Foto: Esteban Alterman
El edificio de la AMIA tras el atentado. Foto: Esteban Alterman

 

P: ¿Y uno entiende enseguida la dimensión de lo ocurrido? ¿Recordás cuándo y cómo captaste la envergadura del golpe?

R: La verdad… uno no entiende rápido la dimensión de lo ocurrido. A mí me llevo varios días.Recién después  pude liberarme y descargar mis primeras lágrimas una semana luego del atentado en dos ocasiones. Primero, cuando  fue el famoso acto en el Congreso al que asistieron miles de personas, y al que fuimos  todos los sobrevivientes juntos desde la puerta de la Kehila.Y luego, cuando llegaron a nuestras oficinas todos los objetos personales que se habían rescatado de las ruinas del edificio y nos comenzamos a encontrar con los objetos de nuestros compañeros muertos, lo cual era para nosotros estar de alguna forma cerca de ellos.

Después cada uno de los que sobrevivimos también reaccionó diferente a lo que significó continuar trabajando en la Kehila. Hubo algunos que no pudieron volver a entrar al edificio, otros que a pesar de seguir día a día sentían que para ellos era una tortura y luego otros a los que los fortaleció porque  sentían la vuelta como una respuesta a tanta muerte.

Todas las reacciones son validadas y entendibles. Es  parte de lo que un ser humano puede sentir cuando le pasa tanto horror cerca suyo.

P: Sin duda, la forma de reaccionar es muy personal…Javier  ¿a quién perdiste en el atentado?

R: Perdí muchos compañeros de trabajo, algunos de ellos amigos. Yo trabajé 8 años en la AMIA, así que era un relación diaria con muchos de ellos, compartiendo no solo el trabajo sino lo cotidiano.También muchas personas con las que interactuábamos día a día,  como el mozo del Bar de la Esquina (Jorge), que nos traía la comida todos los días o con el dueño de la imprenta de enfrente.

P: ¿Es un alivio pero también una carga ser sobreviviente?

R: Sí, me salvé  por muy poco  y obvio que podés sentir alivio por seguir vivo pero también hay una carga muy grande, y muchas preguntas que uno se hace de por qué  no te tocó a ti. Sobre todo la carga se sintió durante los pocos días después del atentado en los velorios y entierros de los compañeros, en los que no había  palabras para consolar a las familias.  Lo mismo que sentí cuando salí del edificio después de la explosión y no sabía qué decirles a las personas y familiares que me preguntaban por los que quedaron adentro y no sabía qué responderles.

P: Uno puede hablar de cantidad de muertos, y hablar de más de 80 civiles asesinados en una explosión así, judíos y no judíos,  es terrible…pero recordar sus historias, sus vidas, estremece más aún. ¿Recordás en qué estaban tus compañeros de trabajo que ya no volviste a ver?

R: Por supuesto que recuerdo muchas historias de los 30 compañeros que perdí.

Cada una es especial y seguro conmovedora pero lo que más recuerdo como desgarrador son los casos de parejas o integrantes de la misma familia que trabajaban juntos en la AMIA y uno de dos parejas que trabajaban juntas en el edificio .En todos esos casos, murió uno de los integrantes.  Eso es realmente desgarrador y terrible ya que a lo terrible del asesinato de su familiar, el que quedó siente culpa por haber sobrevivido y perdido a su ser querido.  Me refiero concretamente a dos casos de parejas en las que uno de los cónyuges murió. O dos hermanos, de los cuales sobrevivió uno solo.Y creo que el peor, el caso de una madre y su hijo que trabajaban ambos en la AMIA.El hijo murió y la madre sobrevivió.

P: Qué terrible..imposible ponerse en el lugar de esa madre..qué desesperación…

R: Así es, fue realmente terrible.

Javier y sus hijos, en el 2017, a la entrada del nuevo edificio de AMIA. Detrás, el muro con los nombres de las víctimas, entre ellos, numerosos de sus compañeros de trabajo.
Javier y sus hijos, en el 2017, a la entrada del nuevo edificio de AMIA. Detrás, el muro con los nombres de las víctimas, entre ellos, numerosos de sus compañeros de trabajo.

 

LA RECORDACIÓN, 25 AÑOS DESPUÉS

P: Imagino que el hecho que no se ha hecho justicia, que nadie ha pagado por el crimen, es una pesada carga que con el tiempo no se alivia sino todo lo contrario ¿verdad?

R: En el tema de la Justicia y lamentablemente mirando  lo que pasa en Argentina en ese sentido, creo que aspirar a que condenen a los culpables, parece algo inalcanzable y utópico. Creo que a partir de eso es más importante trabajar sobre la memoria, recordar lo que pasó para que también las nuevas generaciones sepan lo que ocurrió hace 25 años. Pero es muy importante que ese trabajo de la memoria signifique un compromiso a nivel educativo, moral e ideológico. Y a partir  de dicho compromiso es posible que quizás sea más fácil el camino a lograr la justicia.

Y lo remarco porque no se trata de cómo pasa muchas veces hacer un acto en recordación de lo que pasó, solo para cumplir. Eso no sirve de nada y termina siendo muy vacío de forma y contenido.

P: Y de todos modos, me imagino que para quien estuvo allí, en la AMIA, esa siempre será una vivencia dramática singular. Para los que lo vivieron, los actos recordatorios tienen otro cariz.

R: Es cierto que mucha gente nos acompaña en el recuerdo y la memoria, en la búsqueda de la justicia. El paso del tiempo hace que todo quede focalizado en la semana del aniversario y luego se da vuelta la página, se sigue adelante. Ydespués,  ese recuerdo y lucha por la memoria no es algo común a todos los Argentinos, como tampoco lo es la búsqueda de Justicia por otros casos, todo queda marginado a la gente que lo sufrió.

P: Creo que es un proceso bastante humano, natural ¿no?

R: Sí, pero entonces todo pasa por que  se reconozca que la falta de Justicia nos perjudica a todos. Y desde ese punto hay que ir de la mano, recordar el Atentado a la AMIA como algo que afectó  a todo el país, así como otros casos que no se resolvieron. Es necesario recordarlos para que se haga Justicia.

P: Entiendo que hay algo que te parece que hay que cambiar en la forma de perpetuar la memoria ¿no?

R: Sinceramente, creo personalmente que hay que cambiar un poco el sentido y objetivo de los actos recordatorios del Atentado aquí en Israel.

A los actos recordatorios siempre va la misma gente se leen dos discursos genéricos asociando lo de la AMIA con la actualidad y termina el acto sin darle lugar al recuerdo a la importancia de la memoria. Hay que tratar de darle un contenido para que los jóvenes asistan a los actos,  hay que acercar el tema a las municipalidades, a las escuelas, para lograr ese acercamiento.

Te diré que tampoco a nosotros, los sobrevivientes, nos dan participación en la organización de los  actos aunque nos inviten. Así, no podemos expresar realmente lo que sentimos ese día y poder transmitir todas esas sensaciones que salen de adentro del corazón y no de un formalismo para leer un discurso que no conecta con la gente.

P: Te entiendo, aunque creo que quienes van, lo sienten realmente, no es para cumplir. Pero indudablemente, vuestro testimonio siempre debería tener un lugar muy especial.

R: Es cierto, estoy convencido de ello.

 

Y desde Israel, hoy…

P: Cuando en Israel hay atentados y vos, como ciudadano israelí, podés estar más lejos o más cerca de cada uno según por donde andes ¿sentís que es más de lo mismo?

R: Desde el punto de vista objetivo cada atentado tiene objetivos similares: matar y generar odio. A los que los llevan a cabo no les importan ni los demás ni la vida. También a nivel ideológico el atentado de la AMIA y los que son cometidos en Israel  apuntan a nuestra  destrucción, la del pueblo judío.

Pero después, hay sentimientos diferentes. Los atentados en Israel son parte de una guerra, de la lucha que tenemos que librar para poder vivir aquí que es nuestro lugar, el lugar de nuestro pueblo. Creo que se vive desde un lugar muy fuerte de pertenencia.

P:¿Qué lugar ocupa en tu vida el haber estado allí? O sea….¿es algo que uno puede dejar realmente totalmente atrás?

R: Es imposible dejar todo atrás. Es parte de la historia de uno, recordar desde el dolor, convivir con él en cada aniversario, cuando vemos las imágenes de aquel dia horroroso y desde ese recuerdo, construir la vida con la gente que uno quiere, nunca olvidando. Eso siempre será parte de mi vida.

P: Muchas gracias Javier por haber compartido conmigo todo esto. No tengo palabras.

R: Gracias a vos Jana.

 

http://www.semanariohebreojai.com/articulo/1107

 
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