FRONTERA DE GAZA (Enviado especial). Nadie conoce lo que implican 15 segundos para salvar su vida hasta que lo experimenta con el sórdido sonido de una alarma. Los habitantes de Sderot y otras tantas pequeñas ciudades israelíes situadas a pocos kilómetros de los frontera con Gaza saben perfectamente lo que significan esos 15 segundos y hasta lo incorporaron a la piel por una razón elemental: es el tiempo suficiente que tienen para llegar hasta un refugio de hormigón concreto y protegerse cuando se lanza un cohete de la agrupación terrorista Hamas.
Hasta los niños aprenden a ubicar los bunkers quizás al mismo tiempo que aprenden los colores primarios. Todos saben que cuando suena la sirena de alarma no hay que dudarlo un segundo y confiar en que el refugio este a menos de 15 segundos de distancia. Esa actitud es mecánica y la llevan incorporada en el cuerpo. Pero la situación de tensión no deja de ser traumática.
El último cohete de Hamas cayó el 12 de septiembre pasado a unos pocos kilómetros del kibutz de Haim Yelin ex diputado del partido Kajol Lavan (Azul y Blanco). Esta granja colectiva ubicada a menos de cinco kilómetros de la llamada “frontera caliente” emplea a 1.200 personas que trabajan en el campo y en una imprenta.
Yelin es un judío que llegó de Argentina a Israel en los años 70 y hoy dirige este kibutz después de transitar varios años de la política israelí. Por este motivo no duda en ratificar con voz firme: “con Hamas y esos terroristas no se puede firmar la paz porque al otro día cambiarán todo y volverán a atacar”, dijo a Infobae.
Sin embargo, Yelin plantea sin vueltas que “para llegar a una paz habrá que matar mucha gente del otro lado”. Se refiere a los jefes de Hamas en Gaza que están sustentados por los dólares de Qatar, el contrabando de armas o alimentos de Egipto y en menor medida la ayuda que les llega de Irán.
Esos mismos jefes de Hamas son los que desplazaron a la autoridad palestina de Abbas y hoy controlan la zona a fuerza de la violencia armada. Y son los mismos jefes de la agrupación terrorista que preparan cohetes de corto y mediano alcance a cualquier hora y en cualquier lugar en Israel. Justifican sus actos en la represión que ejecuta la policía israelí con armas de plomo ante las protestas en la frontera y reclaman ante todo la expulsión del Estado judío de Medio Oriente.
Los cohetes de Hamas no discriminan edades o zonas. La única opción que tienen los israelíes que viven cerca de la frontera es llegar en 15 segundos a un refugio y orar para que sus familiares o amigos hayan hecho lo mismo.
Pero por cierto no todos se resignan a esta realidad cruel. “Tengo la esperanza de que algún día esto va a terminar, sino no estuviera viviendo aquí”, sostiene ante Infobae con la voz quebrada Maia Kohan, que tiene cuatro hijos y es una de las autoridades del pequeño kibutz Ein Hashlosha. Este lugar está situado apenas a dos kilómetros de la frontera con Gaza y los trabajadores de allí sostienen que en un día pueden llegar a caer hasta 800 cohetes de Hamas. De allí se pueden ver las quemas que se hacen al otro lado y muchas veces reciben cometas que queman campos enteros.
Los chicos y los adultos se acostumbran a vivir con la idea que la alarma suene en cualquier momento. Aunque Maia dice que “todos sabemos todo lo que hay que hacer cuando suena la alarma. Pero cuando eso ocurre y hay que llegar al refugio en 15 segundos el corazón siempre late fuerte”.
En la ruta 232, cerca de Gaza, cada vez que uno se acerca a la frontera los refugios de hormigón se repiten al costado del camino con mayor asiduidad. Hay bunkers que los pintan de colores y dibujos como para disimular un poco la tragedia. Si suena la alarma cuando uno viaja por la ruta y no hay refugio cercano se debe bajar de inmediato del auto y en 15 segundos arrojarse al suelo para evitar el impacto de Esquirlas de un cohete explica Jana Beris, periodista de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Cada casa en Israel está obligada por ley a tener un refugio. Solo que en esta zona de la frontera con Gaza algunos bunkers son más sofisticados. Como el del kibutz de Ein-Hashlosha que cuenta con un aparato para evitar una contaminación de armas químicas y está equipado con computadoras que no se interrumpirian ante un impacto.
En la zona del colegio Kirijat Jinuj ya estaban cansados que los chicos vivan traumados y tengan que interrumpir sus clases cada vez que sonaba la alarma por un cohete terrorista. Por eso construyeron un establecimiento educativo completamente nuevo recubierto de hormigón y los 1.200 alumnos de ahí saben que cada vez que suena la alarma y están en clase están a salvo. Los que están en el patio o en la zona de deportes deben correr igual a un refugio antes de que pasen los 15 segundos de oro. Después de ese tiempo todo puede ser un peligro.
Moshe Morag es uno de ellos directores del colegio de Kiriaj Jinuj que es totalmente público. “Aquí los niños viven como en una cápsula donde todo el tiempo están protegidos y eso es muy bueno para la tranquilidad de ellos”, dice Morag a Infobae. Los lugares donde los chicos juegan al aire libre los denomina “débiles”. Es que no todos los niños pueden llegar a tiempo a un búnker en 15 segundos y eso lo tienen bien claro los maestros del lugar que deben ayudar a los más pequeños.
Está escuela fue equipada con una estructura sofisticada para evitar impactos de los cohetes de Hamas y cuenta con una planilla especial de psicólogos y psicopedagogos. También tiene un régimen especial de atención emocional. «Desde chicos se van a acostumbrando a dominar el miedo pero no resulta nada fácil’, explica a Infobae una maestra judía que emigró de Argentina y no quiere dar su nombre.
Del otro lado de la frontera, Hamas cuenta con un batallón de unos 30.000 soldados y una élite gobernante que ha llevado a una población de 1,8 millones de palestinos al infierno en una superficie de 350 kilometros cuadrados. No sólo por la guerra. La vida en Gaza es muy dura, hay luz seis horas por día, hay un 70% de desocupación y la economía depende de las migajas que le puedan dar Qatar y la ayuda humanitaria pocas veces llega a la gente común ya que queda en el camino para los líderes terroristas.
Del lado de Israel se estima que en esta zona fronteriza más del 80% de los niños cuentan con ayuda psicológica por el trauma de la guerra. Es que en épocas duras Israel también responde los ataques de Hamas y vivir aquí puede ser una verdadera pesadilla.
-¿Por qué te quedas aquí con tus cuatro hijos a pesar de que sabes que hay bombas y las alarmas pueden sonar en cualquier momento?– pregunta Infobae a Kohan desde el establo donde ordeñan vacas para producir leche de exportación.
-Es que este es mi lugar en el mundo. Esta es mi casa y de acá no me voy a ir, responde.
Daniel Weis está a su lado y la mira con rostro triste. Es un uruguayo que llegó a este kibutz en los años 80 y en tono resignado acota: “Esto no tiene solución. La única solución sería levantar un muro y cuanto más alto sea mejor”.
El miedo puede llegar a paralizar vidas enteras y a destruir familias. La que mejor sabe de esto en Sderot es Yudith Bar-hai quien dirige la ONG Natal. Se dedica desde hace varios años a transitar lo que llama “resilencia” , que es mucho más que resistir el miedo. Es aprender a vivir con él y saber manejarlo.
Desde la ONG Natal se ofrece ayuda psicológica y social para grupos de conductores de autobuses, jubilados, niños y jóvenes que viven cerca de la frontera de Gaza aunque también aquellos que están en otras ciudades.
Yudith dirige lo que llaman el departamento psicológico “en pantuflas” . Es que los voluntarios o psicólogos van a las casas a atender a la gente y no espera que vayan a un centro de resiliencia para superar traumas o adversidades.
“Los 15 segundos para llegar a un refugio no es un trauma sino de estrés agudo que hay que trabajar porque la guerra continua y uno debe seguir sus vidas”, dice esta mujer que recorre con paciencia las ciudades israelíes fronterizas a Gaza.
-¿Cuáles son los métodos para enfrentar el miedo? , pregunta Infobae a Yudith.
-«Les enseñamos y hablamos de amor. Transmitir calma, aprende a inflar globos para tranquilizarse y transmitir esperanza. Primero damos un protocolo de emergencia y luego la rehabilitación en el tiempo», responde.
A pocos metros de allí se encuentra la estación de policías donde exhiben a la calle un verdadero arsenal de cohetes lanzados por Hamas en los últimos años. Es como un museo del horror viviente. Dos niños de unos siete años pasan por la vereda y sonríen. Uno de ellos dice tímidamente: “estos cohetes vienen del otro lado y hacen daño”, luego se van corriendo y jugando. La vida continúa y se interrumpirá otra vez cuando suene una alarma y solo haya 15 segundos para esconderse de la muerte.
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