En el Bahir o Libro de la claridad ( siglo XII-XIII ) se dice que los días de la semana son los vasos que contienen en sí mismos las bellezas de la Creación, evidente alusión a la individualidad de cada uno de ellos y, al mismo tiempo, a la idea de que cada especie y dentro de ella cada una de las criaturas que la componen, envasan la energía divina. La rotura del vaso o la vasija, por el contrario, señala la destrucción y el derrame de esa energía, con la consecuente debilidad que eso genera en su entorno. La creación original del vaso es, sabemos, una proyección del beber con las manos, ahuecándolas a manera de un cuenco. Pero el hecho más notorio en el que debemos reparar es la equivalencia numérica entre cos, el vaso, y aleluya, la que quizás sea la palabra más importante-desde el punto de vista musical-, de la Biblia.
sOK = 86 = hyUllh
Cos, vaso Aleluya
Por extensión podríamos decir que cada palabra es un envase, un cuenco, una copa silábica de la que podemos beber, si acaso sabemos cómo hacerlo, valiosos significados. Eso nos lleva a considerar la diferencia entre continente y contenido. Mientras que el vaso es un continente que apenas si cambia de función, sin alterar la unión entre cóncavo y convexo, los líquidos que se vierten en él, calientes o fríos, pueden variar y mucho. Casi todos los vasos rituales del mundo, desde el kero peruano a la crátera griega, se emplearon y emplean aún hoy en festejos y celebraciones acompañadas de música. Junto al vaso el altar, y en ese altar incienso y pan consagrado, o flores y frutos que representen el tributo humano de nuestra especie a sus dioses. Eso rodea al tema de un prestigio tan grande, que con el tiempo contribuirá a la formación del Grial o vaso eucarístico.
Por otra parte, no es casual que nuestro sistema circulatorio tenga ´´vasos sanguíneos´´, pues la sangre derramada en los sacrificios o, al menos, parte de ella, debía de ser recogida, santificada una y otra vez. Si nos preguntáramos qué clase de vaso es el Aleluya, la respuesta sería sin ninguna duda el de la alabanza, pues esa es la raíz que la palabra contiene:
Halel, alabar = llh
Tan grande es el poder de la palabra Aleluya que, y a sí lo constatamos, no ha sido vertida a ninguna lengua de las miles que tienen sus propias traducciones de la Biblia. Junto a ella está, desde luego, el amén, más como cierre simbólico y dique, que como torrente sonoro ascendente. No es fácil la alabanza: significa que no sólo aceptamos la Creación, sino también que para nosotros es, incluso con sus dolores, terremotos y exageraciones, loable. Un hecho digno de admiración.
Oh, poeta, di ¿qué haces tú?
Yo alabo ( ich rühme).
Mas lo mortífero, lo monstruoso,
¿cómo lo soportas?
Yo alabo,
Mas lo que no tiene nombre, lo indecible
¿cómo lo conjuras, poeta?
Yo alabo.
¿De dónde tu derecho a ser verdad
detrás de cada máscara o disfraz?
Yo alabo.
¿Por qué la quietud y el ímpetu
como estrella o tormenta te ven?
Porque yo alabo.
Rühmen, das ist!
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