El asesinato político del general iraní Qasem Soleimani por parte de los Estados Unidos y el reciente derribo de un avión civil ucraniano por parte de Irán –“por error”, según aseguran las autoridades iraníes- han vuelto a encender las alarmas en Oriente Medio ante el temor a una escalada militar de impredecibles consecuencias, aunque los vaticinios de una guerra abierta entre los Estados Unidos e Irán deben descartarse al menos por ahora.
Estados Unidos ha querido señalar al mundo de que Irán es culpable por sus conexiones con el terrorismo internacional y por su intromisión permanente en los asuntos de sus vecinos, pero especialmente en Irak, Israel, Líbano y Siria. El asesinato del coordinador de las redes terroristas de Irán en el exterior, el difunto Soleimani, es un mensaje claro y rotundo a Teherán.
Por otra parte, los dos grandes aliados de los Estados Unidos y, a su vez, enemigos de Irán en esta zona del mundo, Arabia Saudí e Israel, salen reforzados de esta crisis que debilita a régimen teocrático persa, pues como se sabe, los enemigos de tus enemigos son tus amigos y refuerza paradójicamente, y casi contra natura, la comunidad de intereses estratégicos cada vez más sólida entre ambos países que ni siquiera tienen relaciones diplomáticas por ese nada trivial asunto en el mundo árabe de la tradicional solidaridad hacia la causa palestina –o animadversión hacia el Estado de Israel, que viene a ser lo mismo-.
LAS REDES TERRORISTAS DE IRÁN EN LA REGIÓN
Irán lleva generando la inestabilidad y el caos en la región a través del terrorismo desde el nacimiento mismo de la República Islámica de Irán, en 1979. En 1981, Teherán se felicitó por el asesinato del presidente egipcio Anwar el-Sadat y le dedicó una calle a uno de los organizadores de la trama, Khalid Ahmed Showky Al-Islambouli, más tarde ejecutado por las autoridades egipcias y símbolo después para todos los grupos terroristas islamistas. Incluso el máximo líder espiritual iraní, el ayatollah Ruhollah Jomeini, lo declaró mártir tras su ejecución, en 1982.
Conviene recordar que Irán apoya a dos de los principales y más activos grupos terroristas de la región, Hezboláh y Hamas, que operan en el Líbano y Gaza, respectivamente, y responsables de centenares de acciones terroristas, principalmente, contra Israel pero también desestabilizando a sus respectivos territorios. Ambas organizaciones son consideradas terroristas por la Unión Europea (UE) y el Departamento de Estado Norteamericano de los Estados Unidos.
Hezboláh ha provocado numerosas acciones terroristas en el Líbano y está apoyada por los servicios secretos sirios, habiendo provocado numerosas crisis en el interior del país de los cedros y siendo considerados corresponsables, junto con los sirios, del asesinato del ex primer ministro libanés Rafiq Hariri, en el año 2005. Más tarde, en el 2006, sus ataques a Israel desde la frontera sur del Líbano provocaron el conflicto israelí-libanés y una guerra que causó enormes daños a la economía y las infraestructuras de este país, aunque Hezboláh no cesó en sus ataques contra objetivos civiles y militares del Estado hebrero, al que denomina desde sus orígenes como la “entidad sionista”.
También Hezboláh, brazo armado de Irán en el Líbano, ha apoyado activamente a Siria, el gran aliado de Teherán en Oriente Medio, y mantiene fuerzas militares en territorio sirio, habiendo participado en numerosos combates con las fuerzas gubernamentales contra la oposición siria en varias partes del país, codo a codo con los iraníes y el gobierno de Damasco.
En lo que respecta a Hamas, hay que destacar que acabó siendo una organización terrorista que se terminó haciendo con el control total de la Franja de Gaza, una vez que Israel la abandonó en un plan de desconexión en el año 2005, bajo el gobierno de Ariel Sharon, y que una vez instalada en el poder acabó con todo vestigio de la antigua Autoridad Nacional Palestina (ANP), eliminando (físicamente) a todos los militantes y funcionarios de esa entidad y encarcelando a sus opositores. Hamas ha lanzado miles de cohetes financiados por Teherán contra Israel y hostiga permanentemente las fronteras israelíes, incluso utilizando como escudos humanos a niños, provocando, con sus actos terroristas, numerosas escaramuzas, enfrentamientos y bombardeos por parte de las fueras militares hebreas con decenas de víctimas.
IRÁN, ABSOLUTAMENTE DESACREDITADO EN LA ESCENA INTERNACIONAL Y ACOSADO EN EL INTERIOR
El reciente derribo de una avión de línea civil ucraniano de la compañía Ukraine, en que viajaban numerosos civiles canadienses, iraníes y también ucranianos -176 víctimas en total-, por parte de una sección espacial (¿?) de los “guardias de la revolución”, al parecer debido un inexplicable “error” técnico y de cálculo, ha desacreditado totalmente a Irán en la escena internacional, mostrando a las claras que no es un Estado creíble y que utiliza medios absolutamente desproporcionados para contestar a supuestas amenazas externas.
El hecho, además, ocurría en medio de las protestas multitudinarias de miles de jóvenes y estudiantes iraníes que pedían cambios y protestaban por el calamitoso estado de la situación social y económica del país, agravado en los últimos tiempos por las sanciones norteamericanas y occidentales contra Irán que al tiempo que desarrolla su programa nuclear alimenta a las redes terroristas en casi todo Oriente Medio. La respuesta del régimen a estas protestas, mayoritariamente secundadas por jóvenes sin expectativas, ha sido una brutal represión que ha causado, al menos, según reportes de Amnistía Internacional, 304 muertos y miles de detenidos.
DEBILITAR A IRÁN PERO SIN CAER EN LA PROVOCACIÓN
En medio de todos estos movimientos, queda claro que Estados Unidos trata de debilitar a Irán por medios políticos, militares y económicos, pero también mostrar al mundo que puede ejercer su liderazgo sin necesidad de contar con las Naciones Unidas y sin consultar a nadie, incluidos a sus antiguos aliados occidentales. Pero también el asesinato de Soleimani es un mensaje a Irán de que hay unas líneas rojas que no debe traspasar, como tratar de desestabilizar a sus vecinos e inmiscuirse en los otros asuntos de otros países, como Bahréin, Irak, Líbano y Yemen, y una clara señal de que los Estados Unidos no han perdido su interés –como pretenden algunos- con respecto a Oriente Medio.
Lo que queda claro es que Irak sigue siendo el tablero donde Estados Unidos e Irán rivalizan por el control de esa nación y, me atrevería a decir, que de toda la región, tal como quedó claro con el ataque iraní con algo más una decena de misiles contra las bases norteamericanas en ese país como respuesta al asesinato de su general y con la misma acción militar contra Soleimani en las afueras del aeropuerto de Bagdad. Irak pone el territorio donde ambos enemigos dirimen sus diferencias.
Sin embargo, pese a la gravedad del momento y la volatilidad que la situación muestra, aun sin descartar nuevas acciones terroristas por parte de Irán e incluso nuevas acciones militares norteamericanas contra intereses iraníes, ninguna de las dos partes está interesada en una confrontación abierta o una guerra de inciertos resultados. Irán sabe que se enfrentaría a un enemigo mucho más fuerte en el plano militar y que cosecharía una derrota sin precedentes frente a unos Estados Unidos que contaría con el apoyo de Occidente y la casi segura neutralidad de las grandes potencias –China y Rusia, principalmente-, pero también del mundo árabe que casi vería con satisfacción su derrota. Por otra parte, los iraníes conocen bien lo que es la derrota y ya fueron humillados en la guerra con Irak, en la que tuvieron que aceptar una deshonrosa paz –Jomeini llegó a decir que era como«beber un trago de veneno»-después de perder en los campos de batalla casi un millón de hombres y dejar al país devastado materialmente y económicamente por años.
Estados Unidos, más concretamente la actual administración norteamericana, tampoco quiere una confrontación abierta o una guerra con Irán, sino que la máxima potencia mundial ha querido mostrar al mundo su fortaleza frente a las dudas que podrían tener algunos y Trump ha querido aparecer ante sus aliados y ante su propia opinión pública como un “halcón” dispuesto a luchar por los intereses norteamericanos. La experiencia del primer Bush, que se embarcó en una guerra con el Irak de Sadam Hussein sin realmente ganarla, pesa mucho en la actual campaña electoral norteamericana por el desgaste político que podría tener una guerra en plena disputa y antes de las elecciones. Con el viento a su favor y sin verse un contrincante claro en el bando demócrata, Trump sabe que tiene el camino allanado para la reelección y que la guerra en Oriente Medio puede esperar, al menos por ahora.
***
Ricardo Angoso es periodista y analista politico. Colaborador de Porisrael.org
—
Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.
¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.