Hay una frase de los Evangelios que es, en sí misma, una suerte de enigma irresoluble. Jesús dice: ´´Al que tenga le será dado más y al que no tenga incluso lo que tenga le será quitado.´´. Marcos 4: 25. Si la leemos en el contexto del conflicto palestino-israelí, parece claro que los palestinos, y con ellos los árabes, tienen cada vez menos. Hoy hay menos Libia, menos Siria y menos Yemen, mientras que-por el contrario-cada vez hay más Israel. Unos países retroceden de lo estatal a lo tribal y el único país judío del mundo realiza portentosas síntesis en muchísimos campos del ser, agregando, al acervo de la Humanidad, remedios y bienes constantes. A Israel, que tiene algo, le es dado más y más, y los palestinos, para su propia desgracia, ven como se les priva de unidad, presente y futuro. La tierra ancestral de la Biblia florece en medio de un dolor aún fresco-el Holocausto-, y beneficia en ese contexto a israelíes y árabes por igual. Tal vez se cumpla aquí la promesa que recibió Abraham: ´´Por ti serán benditas todas las familias de la tierra.´´ Palestina no puede dejar atrás la pesadilla de sus fracasos. Israel está en el mundo para iluminar su despertar.
Alguna que otra interpretación de la cita evangélica sostiene que eso que se tiene es la fe, ya que sin ella nada crece ni se desarrolla, en cuyo caso el problema palestino es que carecen de ella asentados como están en un no rotundo y constante, pues toda fe es un sí, y todo respecto por el otro el comienzo de un caminar juntos. Dado que no puede haber cooperación donde no hay fe, sea cual sea el deal del siglo promovido por Trump y su administración, puede acabar hundiendo lo que queda de la ideología palestina basada en el rechazo si Ramallah se opone a cualquier iniciativa de paz que conceda a los judíos aquello que hace siglos, sino milenios, es suyo. Comenzando por su identidad. De donde se desprende que el problema de fondo no es económico, ni racial, ni religioso, sino una suerte de visceral desdén por el otro y un narcisista amor por los propios errores, o sea puro y simple antisemitismo o, para ser más precisos, antijudaísmo. De lo contrario podían, los palestinos, haber aprovechado la reciente y emotiva reunión de jefes de estado en Jerusalén para , a la par que defender allí su postura, aceptar que del dolor y el sufrimiento judío nació todo aquello que detestan. Y al manifestarse mostrar una voluntad de convivencia que no han tenido hasta ahora. Y al participar y pedir disculpas por sus erróneos postulados, revelar un talante conciliador. Los judíos sabemos y aceptamos que hay pueblos que no piensan como nosotros; los musulmanes aún creen que esos pueblos citados no saben aún que la única verdad es la islámica. Ese es el quid de la cuestión, el meollo del asunto. De un lado, no hay proselitismo, del otro forma parte del plan expansivo de la ummah o nación del Islam.
De modo que si los palestinos pierden ahora la oportunidad de llegar, por fin, a un acuerdo con Israel sobre bases dolorosas y difíciles para ambas partes, tal vez no tengan más opción que perder también el poco apoyo que les queda en el mundo árabe. O sea que les será quitado lo que tienen, tal y como afirma la misteriosa frase de Jesús. Quien no fue, como sostienen, un palestino de entonces, sino un maestro judío al que los Evangelios llaman rabí.
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