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| martes abril 16, 2024

El primer gobierno bajo control de Hezbollah se hace cargo del Líbano


Imagen: El nuevo gabinete no posee representación de líderes políticos pro-Occidente y anti-iraníes, tales como (de izquierda a derecha) el ex-primer ministro sunita Saad Hariri, el líder de las Fuerzas Libanesas cristianas Samir Geagea y el líder druso Walid Jumblatt.

Por primera vez en su historia el Líbano posee un gobierno en el que solo están representados Hezbollah y sus aliados. Es muy probable que esto tenga un efecto negativo muy significativo en los esfuerzos por parte de Beirut de involucrar a socios y contribuyentes en el exterior con el fin de aliviar la grave crisis financiera que enfrenta el país. Esta también tendrá su impacto en la planificación estratégica israelí respecto a Hezbollah.

El nuevo gobierno es producto de la continua escalada de protestas populares que se iniciaron el 15 de octubre. Las protestas son en respuesta al terrible estado de la economía en el Líbano. Los manifestantes exigían la formación de un gobierno de “tecnócratas” calificados para atender los temas más urgentes que enfrenta el país y que no estén infectados con aquellos partidos políticos mayormente corruptos en el Líbano.

El nuevo gobierno pareciese ser un intento por crear una apariencia superficial de tal administración. Sus 20 ministros fueron presentados por el Primer Ministro Hassan Diab, como “especialistas” no-partidistas y sin lealtades a tal o cual bloque político.

Es muy probable que pocos sean los libaneses convencidos de tal afirmación. Los “especialistas” en cuestión son individuos cuyos nombres fueron presentados por los partidos políticos. La composición del nuevo gobierno surgió en un proceso de disputas y de hábil intercambios entre estos partidos.

Pero, críticamente, los partidos y movimientos ampliamente asociados a Occidente y con Arabia Saudita quedaron fuera de las negociaciones. Individuos vinculados a tendencias políticas prominentes pro-occidentales y anti-iraníes, tales como el Movimiento (Futuro) del ex-primer ministro Mustaqbal y las Fuerzas Libanesas cristianas no se encuentran entre los nuevos ministros. El Partido Socialista Progresista del líder druso libanés Walid Jumblatt tampoco se encuentra representado.

El gobierno que surgió de este proceso comprende a individuos vinculados a movimientos que son parte de solo una de las estructuras de poder existentes – la asociada a Hezbollah e Irán.

La nueva administración está siendo descrita por los comentaristas libaneses como un gobierno de “un solo color”, el primero de este tipo en el Líbano. El color es el de los estandartes de Hezbollah e Irán.

El nuevo gobierno refleja sin tapujos la antigua realidad del poder en el Líbano.

El propio Hezbollah controla solo dos ministerios dentro del nuevo gobierno. Pero el Movimiento Patriótico Libre cristiano, liderado por Gebran Bassil y el movimiento chiita Amal, ambos estrechamente asociados a Hezbollah, controlan gran parte del resto. Los partidos más pequeños también asociados a este bloque constituyen el remanente.

De esta manera, el gobierno emergente de Diab constituye por primera vez una administración que refleja la antigua realidad del poder en el Líbano. Hezbollah ha dominado por mucho tiempo los puntos clave del poder en el Líbano – en los campos militar y de inteligencia. Su influencia también es lo suficientemente profunda dentro del sector económico. La administración política abierta y formal en el país reflejará ahora toda esta situación.

Durante la última década y media, Hezbollah ha eliminado gradualmente todos los obstáculos a fin de ejercer su total dominio en el Líbano. En una prueba de poderío en mayo-junio del 2008, este ignoró y descartó un intento por parte de las fuerzas alineadas con Occidente de desafiar su voluntad por la fuerza. Los 50.000 miembros de las fuerzas armadas de Hezbollah no obedecen edictos de ningún gobierno en Beirut.

El 31 de octubre, 2016 el antiguo aliado de Hezbollah, el General Michel Aoun asumió la presidencia del Líbano.

Hezbollah ha eliminado todos los obstáculos para ejercer su dominio total en el Líbano.

Tres de los cuatro servicios de inteligencia del Líbano – la Dirección General de Seguridad General, la Dirección de Inteligencia Militar y la Dirección de Seguridad del Estado – están encabezados por individuos designados por Aoun y bajo el visto bueno de Hezbollah. El cuarto, las Fuerzas de Seguridad Internas, constituyeron en una época una potente organización de inteligencia liderada por sunitas y asociada a las fuerzas anti-sirias y anti-Hezbollah. Hoy día, encabezada por Imad Othman, ya no juega este papel en lo absoluto.

Luego de las elecciones de mayo, 2018 Hezbollah y sus aliados dominaron la legislatura y el poder ejecutivo. Controlaron 74 escaños en el parlamento de 128 miembros y 19 de 30 gabinetes de áreas ministeriales. Pero hasta la renuncia del primer ministro Saad Hariri en octubre, 2019 continuó su apariencia de un gobierno de coalición. Esta situación fue tema sensible al gobierno clandestino controlado por Hezbollah. Este permitió relaciones normales con instituciones internacionales, incluyendo relaciones financieras y aseguró el flujo continuo de ayuda estadounidense y europea.

A partir de esta semana, sin embargo, la ambigüedad parece haberse aclarado. El poder formal en el Líbano ahora coincide con el verdadero poder.

Desde la guerra del 2006, ha surgido un organismo de opinión en Israel según el cual, en caso de un futuro conflicto provocado por Hezbollah, Israel debería abandonar el paradigma por el que el estado libanés es visto como rehén indefenso pero sin culpa del grupo terrorista chiita.

En representación de este punto de vista, el entonces ministro de educación y actual Ministro de Defensa Naftali Bennett dijo en mayo, 2018 luego de importantes logros electorales por parte de Hezbollah y sus aliados, que de ahora en adelante “el Estado de Israel no diferenciará entre el estado soberano del Líbano y Hezbollah y verá al Líbano como responsable de cualquier acción que ocurra desde dentro de su territorio”.

En el año 2006, el gobierno del Primer Ministro Fouad Siniora se orientó en dirección a Occidente. Israel de esta manera se enfrentó a la difícil tarea de perseguir a Hezbollah en el Líbano, evitando dañar la infraestructura del estado libanés. Los resultados fueron mixtos. Desde ese entonces se ha hecho evidente que los comandantes del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní (GCRI), incluyendo al ya fallecido General Qasem Soleimani, estuvieron presentes en el Líbano durante esa guerra, dirigiendo la campaña de su franquicia libanesa.

Dados los acontecimientos sucedidos esta semana en el Líbano, es poco probable que se repita cualquier intento de diferenciación. Más bien, en futuras contiendas entre Israel y Hezbollah/Irán, el estado del Líbano bajo su gobierno el cual está siendo dominado por Hezbollah será el que constituya el enemigo. Esto, a su vez, le permitirá a Israel ejercer una gama completa de opciones disponibles desde un punto de vista militar convencional.

No está muy claro si dicha guerra incluirá una declaración formal bélica entre Israel y el Líbano. Si fuese así, tal declaración sería altamente engañosa. Un conflicto de este calibre no constituirá en ningún sentido significativo una guerra entre dos estados soberanos. Más bien, tal como han dejado claro los recientes acontecimientos en Irak, Siria y el Líbano, la costumbre aceptada del CGRI es utilizar a sus afiliados para construir estados dentro de estados. Estas estructuras buscan ocupar el organismo formal del estado, convirtiendo su independencia y soberanía en ficción. Este proceso parece haber alcanzado su apogeo esta semana en el Líbano. El estatus formal, que incluye a los más altos organismos de gobierno, ahora es operado única y abiertamente por Irán a través de su afiliado, con los aliados y clientes de dicha filial. Esto produce claridad, con sus muchos beneficios asistidos.

 

Jonathan Spyer es director del Centro de Informes y Análisis del Medio Oriente además de investigador en el Foro del Medio Oriente y en el Instituto de Seguridad y Estrategias de Jerusalén.

Traducido por Hatzad Hasheni

 
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