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| lunes abril 29, 2024

El color del cristal con que se mira


Si hay un defecto en el corazón de Israel, y los profetas así lo atestiguan, es el de ser poco complaciente y estar obsesionado por la verdad, propia y ajena. Y si hay un defecto en el mundo árabe, es el hábito de la mentira piadosa y el triunfalismo a ultranza. Vemos escenificadas esas dos tendencias o inclinaciones en lo que sostienen los respectivos diplomáticos de uno y otro país: Israel y los Emiratos Árabes. En cualquier caso ambos tienen razones que la razón les obliga a silenciar o, al menos a soslayar por el momento. Decir, como dicen los árabes, que esta decisión ha sido un ´´golpe mortal a la posible anexión de partes de Cisjordania´´, para nosotros Judea y Samaria, es una exageración, y sostener que más países musulmanes de la zona seguirán el ejemplo, es otra. La paz con Jordania y Egipto no ha dado los frutos esperados pero ha evitado nuevos y mortales enfrentamientos. En mi sencilla opinión creo que es la presión de Israel la que ha logrado el cambio, y no la predisposición de los palestinos de llegar a un acuerdo. Desde siempre Israel ha estado dispuesto a hacer las paces con sus tradicionales enemigos, quienes, sin embargo, han necesitado décadas más la amenaza iraní para dar los primeros pasos hacia el sí. Un sí por ahora balbuciente, por más que Trump y Netanyahu se hayan llenado la boca de entusiasmo y trascendencia: ambos están faltos de apoyo para sus facciones y creen que este movimiento diplomático barre las cosas a su favor. Esperemos y veamos.

 

Siempre, es todos los casos, es mejor negocio la paz que la guerra. Los deportes de competición subliman las diferencias y elevan los talentos de cada quien, y están allí, como lo estuvieron las Olimpíadas en la Grecia clásica, para guerrear por otros medios, más elegantes, sutiles y saludables para todos. No habrá turismo masivo de israelíes a los emiratos ni mucho menos decenas de emiratíes que visiten Israel, pero sí apoyo económico a los palestinos. La ocasión es a todas luces excepcional porque es evidente que al mundo árabe le hace falta mucho de lo que en Israel sobra, talento práctico, inventiva, creatividad; y a los israelíes, y más en este momento de pandemia, les hace falta dinero de otras fuentes que las de los Estados Unidos. Dada la magnitud de lo que se puede hacer y se hará, la noticia del acuerdo diplomático no podía llegar en mejor momento. Si Bibi se frota las manos por eso pensando que aumenta sus defensas, se equivoca,  Churchill perdió en el campo político tras ganar la guerra. Las alianzas nunca son gratuitas, se da algo a cambio de algo, se suscribe un tratado para mejorar las condiciones actuales.

 

Tras la famosa frase norteamericana de que there is not business like the show business, se nos revela que inmediatamente después vienen los acuerdos diplomáticos y sus beneficios para las partes. Sea como sea, debemos alegrarnos de que una buena noticia venga a insuflar ánimos a sociedades que padecen y están hartas de estar a la defensiva. Y alegrarnos también, claro está, de que la reputada astucia del líder israelí, el talento de Bibi para los enredos y desenredos, haya podido constatarse una vez más.

 
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