Los turcos tienen muy buenas razones para no sentirse orgullosos de cómo están las cosas en su país en términos de riqueza, democracia, libertades civiles y justicia. Turquía tiene 83 millones de habitantes –más unos cuatro millones de refugiados sirios–, y su renta per cápita fue de apenas 9.000 dólares en 2019. La Casa de la Libertad (Freedom House) lo ha incluido en su lista de países “no libres” en su informe de 2020, junto con Afganistán, Angola, Bielorrusia, Brunéi, el Chad, Yibuti, Eritrea, Gabón, Irán, Irak, Libia, Myanmar, Corea del Norte, Nicaragua, Qatar, Ruanda, Somalia, Sudán y el Yemen. Turquía ocupa el lugar 107 (de 128 países evaluados) en el ranking sobre rule of law (imperio de la ley) del Proyecto de Justicia Mundial (World Justice Project). En la clasificación de Reporteros Sin Fronteras sobre libertad de prensa, Turquía ocupa el 154º lugar (de 180), por detrás de Pakistán, el Congo y Bangladés.
Son todos ellos datos funestos que deberían hacer que todo ciudadano turco se sintiera insatisfecho con su país. Pero que haya quienes ni siquiera se sientan de su propio país es una historia bien distinta.
En julio, un joven turco al que entrevisté para un artículo que escribí para el Instituto Gatestone me dijo –bajo condición de estricto anonimato, por miedo a ser perseguido–: “Este no es el país con el que soñé… Ya no me siento parte de él. No veo signos de vida en libertad. Me iré a Europa a ampliar estudios y probablemente vuelva a Turquía sólo en vacaciones”.
Según han desvelado nuevas investigaciones, son millones los turcos que comparten ese sentimiento. De acuerdo con un estudio llevado a cabo por Konda, la compañía demoscópica más importante del país, el 38% de los turcos se sienten heimatlos, o «extranjeros en su propio país”.
El porcentaje de quienes se sienten heimatlos varía en función de las preferencias políticas, claro. Así, el 74% de los que votan a partidos kurdos no se sienten turcos, así como el 51% de los turcos modernos. Llamativamente, se trata de un sentimiento compartido por nada menos que un tercio de los turcos religiosos/conservadores e incluso por un 24% de quienes votan al Partido Justicia y Desarrollo (AKP) del presidente Erdogan.
Konda ha detectado que la mayoría de los turcos –excepción hecha de los seguidores del AKP– no ven futuro para sus hijos. El 74% de los votantes del AKP sí lo ven, pero sólo concuerda el 44% de los votantes de su aliado el Partido del Movimiento Nacionalista, y menos del 20% de los votantes de los demás partidos.
Los datos de Konda coinciden con los de otras investigaciones sobre la actitud de los jóvenes turcos. Así, según la compañía demoscópica Sodev, el 60% de los jóvenes que apoyan a Erdogan preferirían vivir en la cristiana Suiza con sólo la mitad del salario que les ofrecieran en la musulmana Arabia Saudí. El 70% de los consultados por Sodev afirmaron que un joven talentoso no podrá jamás abrirse paso profesionalmente en Turquía sin recurrir al nepotismo o a las conexiones políticas/burocráticas. Y sólo el 30% sentía que podía expresarse con libertad en las redes sociales.
Cuando un joven se siente extraño en su país, desengañado, y que su futuro se le presenta aún más turbio, es probable que considere marcharse al extranjero. En 2019 abandonaron Turquía 330.289 personas; según los datos oficiales, el 41% tenía entre 20 y 34 años.
Seren Selvin Korkmaz, director ejecutivo del Instituto de Investigación Política de Estambul, sostiene que el desempleo juvenil y las tendencias autoritarias que se registran en Turquía crean una “violencia de la incertidumbre” entre los jóvenes. Por su parte, Bekir Agirdir, director de Konda, considera que la agresiva polarización social entre laicos y piadosos excitada por Erdogan en los últimos 18 años tiene este tipo de consecuencias: “No podemos llorar ni disfrutar juntos”.
Agirdir, autor de En busca del futuro de esta historia, dice que hay estudios que muestran que sólo un 10% de los turcos confía en un compatriota desconocido. “Esto es fruto de las políticas del AKP: hoy, el Estado piensa que sólo son buenos ciudadanos los suníes devotos”.
Los turcos a los que el Estado considera malos ciudadanos no se sienten de su propio país. Las investigaciones de Konda no hacen sino confirmar lo que todo el mundo sabe empíricamente: Turquía es un país de 31,5 millones de heimatlos.
© Versión original (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio
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