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| domingo noviembre 17, 2024

Maimónides y Yehudá Haleví en Lengua Romance


Estatua de Maimonides en Cordoba, España

¿Quién me dirá si estás en el perdido laberinto de ríos seculares de mi sangre, Israel?
¿Quién los lugares que mi sangre y tu sangre han recorrido?

Jorge Luis Borges, «Elogio de la Sombra».

Cuando hace ya años vivía en un pueblo de la provincia de Badajoz, no podía figurarme que más tarde sería uno de esos hombres que experimentan la aventura de redescubrir libros que son esenciales en nuestra cultura. Entregado ahora de cuerpo y alma, a la tarea de publicar ediciones facsímiles de las primeras versiones en lengua romance de algunos de los más bellos textos de la literatura judeoespañola, este trabajo nuestro puede parecer a muchos baladí, sin importancia. Es palmario que esta consideración no es otra cosa que un error.

Es cierto que de algunos de estos textos existen versiones, que acompañadas de introducciones y notas impresas con los caracteres de imprenta a los que estamos habituados, nos son más asequibles y cercanos que estos viejos manuscritos en los que un hombre, el traductor, nos dejó la traza de’ un penoso y laborioso esfuerzo para comprender un texto escrito por otro hombre. Pero es evidente que estos facsímiles son algo más que simples textos, son auténticas joyas de coleccionista que nos acercan, por el simple hecho de estar en nuestras manos, a la raíz de nuestro idioma, al origen de nuestra literatura.

El primer manuscrito que hemos editado «El mostrador o enseñador de los turbados» (ms.10289 de la Biblioteca Nacional de Madrid) del insigne médico y filósofo hebreo Maimónides, es sin duda alguna uno de los textos más importantes de la literatura judía de todos los tiempos. Libro esencial para comprender el pensamiento judío contemporáneo —se considera a Maimónides la principal figura postbíblica— su influencia sobre el pensamiento también es enorme. Su teología, señalando las ausencias de contradicciones entre la filosofía de Aristóteles y la religión judía, influyó los medios escolásticos cristianos (principalmente a San Alberto Magno y al padre del tomismo, Santo Tomás de Aquino).

«La Guía de Perplejos» (otro de los títulos con el que es más conocido el libro del genial médico cordobés) fue traducido al hebreo por Shmuel ibn Tibón y por otro contemporáneo de Maimónides, Yehudá AlHarizí, en las primeras décadas del siglo mil. Pedro de Toledo, judeoconverso, acabó la segunda parte de la traducción en tierra extremeña, en Zafra, en 1419 —la tercera y última parte la finalizó en Sevilla en 1432— a partir del texto hebreo de AlHarizí. En ese mismo período, exactamente entre los años 1422 y 1430, el rabino Moshé Arragel de Guadalajara, por encargo de Don Luis de Guzmán, Gran Maestre de la Orden de Calatrava, traducía del hebreo al castellano la Biblia, respondiendo al creciente interés de reyes y nobles cristianos por la cultura y a la también creciente influencia romance en la Sinagoga.

El segundo manuscrito que nos disponemos a editar es precisamente otra traducción al romance de esta misma época. Se trata de la versión castellana —en este caso por un autor que no dejó santo y señas— de la obra de Yehudá Haleví, «El libro del Cuzarí».

Frases de Yehudah Halevi (7 citações) | Citações e frases famosas

Yehuda Halevi

 

En esta ocasión como en «La Guía de Perplejos» (cuya edición facsímil presentamos recientemente en Zafra) se trata de una traducción que no parte del original, redactado en árabe —lengua hegemónica en la época— sino de la traducción al hebreo realizada por Yehudá ibn Tibón (otro miembro insigne de los Tibonidas). Yehudá Haleví, el autor del «Cuzarí», nació probablemente en 1085, en la ciudad de Tudela, pero vivió en Toledo la primera parte de su vida dedicándose al ejercicio de la medicina. Poeta, es a él a quien debemos los versos en lengua castellana más antiguos de todos los que nos son conocidos; es una jarcha dedicada a Cidelo, médico y consejero de Alfonso VI, que dice así:

«Responde (d) ¡Mio Cidello! Venid/con bona albixarra,/como rayo de sol exid/en Guadalajara».

La peregrinación a Eretz Israel constituía uno de sus más ardientes deseos, y no descansó hasta realizarla. Las poesías de la travesía son algunas de las más bellas de su repertorio. A ese «marinero de Dios» como le llama Rafael Alberti, todos los riesgos le compensaban porque al fin iba a llegar a la hermosa y dorada Jerusalén:

«Miro por todas partes y no hay nada,/sólo el agua, el cielo y el abismo,/ y Leviatán haciendo hervir las olas,/como si el mar quisiera encanecer,/y el corazón del mar oculta el barco,/cual si estuviera en mano de ladrón./Mi alma se alegra al ver el mar airado/que me lleva hacia el templo del Señor».

Parece que realizó por fin su designio y que llegó a Jerusalén, donde probablemente fue maltratado por los cristianos, de cuya conducta se lamenta en otra de sus poesías, pero en realidad carecemos de datos precisos sobre esta última etapa de su vida. Es seguro que pasó por Tiro y Damasco, donde fechó dos de sus mejores composiciones. Según una leyenda fue asesinado por unmusulmán cuando, a las puertas de la Ciudad Santa, cantaba su último himno sagrado.

«El Cuzarí», el manuscrito que ahora nos disponemos a publicar, es un diálogo entre el rey de los jázaros y un sabio israelita que le explica los fundamentos de la religión mosaica y le demuestra la excelencia de ésta sobre todas las demás. El suceso que sirve de base al «Cuzarí» no es una ficción de Yehudá Haleví, como algunos han supuesto, sino un hecho perfectamente histórico. En la segunda mitad del siglo VII, un rey de los khazares o jázaros, se convirtió con buena parte de su gente al judaísmo. Fundándose en este hecho, supone Yehudá que el rey Cuzar tuvo un sueño en el cual un ángel hablaba con él y le decía: «Tu intención es grata al Creador, pero tus obras no le son agradables». Propúsose entonces el rey inquirir todas las opiniones y creencias religiosas, para lo que consultó a un Filósofo, a un Cristiano y a un Musulmán. Ninguna de estas doctrinas le satisfizo y decidió entonces consultar a un Doctor judío, el cual le explicó tan cumplidamente los fundamentos de su fe, que el rey abrazó el judaísmo, y después del Rey sus generales y magnates, y, por último, todo el pueblo, «y mandaron venir sabios y libros de todas las tierras y aprendieron la Ley».

Y así el rizo se riza. Porque, ¿acaso convertir no es, al menos de alguna manera, traducir? Godos y visigodos, como los jázaros, se «convertían» en otro pueblo gracias a la cultura y a las lenguas de los pueblos que sometían. Podemos decir que con la versión castellana del «Cuzarí», como en la ya citada de ‘La Guía de Perplejos», nuestra lengua nace y se desarrolla. Las palabras surgidas del decir de la gente, crecen y se transforman en contacto con otras lenguas más cultas y desarrolladas el latín, el árabe o el hebreo y en el esfuerzo de traducir conceptos expresados en ellos. No hay que olvidar que el hebreo y el árabe eran ya en esta época los jardines en los que crecían los más bellos frutos de la poesía, la filosofía o la ciencia.

En 1492, Nebrija publica su gramática latina y su diccionario latinoespañol mientras trabaja en su gramática castellana. El proceso de consolidación del castellano llega a su fin. Y, apenas nacido, el español es una lengua imperial. Como dice el propio Nebrija a propósito de su gramática castellana, ésta tiene como razón «dar un medio de aprender el castellano a los que no lo conocen ni lo hablan por uso, pensando principalmente en los muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas que España sometiese a su yugo y que tendrán necesidad de recibir las leyes que el vencedor pone al vencido y con ellas nuestra lengua; pero pensando también en los vizcaínos, navarros, franceses e italianos y todos los otros que tienen algún trato e conversación con España».

En 1492, el castellano se consolida y los hebreos son expulsados de la península. De ahí la importancia que damos a nuestra tarea que nos recuerda que es a ellos a quienes debemos algunas de las primeras joyas que dan origen a nuestra literatura.

Maguén-Escudo.Nisán-Sivan 5772
Abril-Junio   1992,Caracas-Venezuela

A mis tíos Josefa Ríos Márquez y Antonio Rivera. In Memoriam
A mi solícito vecino y buen amigo Gregorio Cuadrado, con agradecimiento.

Antonio Escudero Rios

 
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