La frase de Einstein lo resume con precisión: “Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Y si hay algún prejuicio inasequible al desaliento, es el antisemita, capaz de sobrevivir incluso al asesinato de seis millones de judíos. Elie Wiesel lo describió con amargo dolor: el Holocausto mató a los judíos, pero no mató el odio a los judíos.
Sea en su versión bárbara o más sutil, lo cierto es que el antisemitismo no solo no desaparece, sino que arrecia y, como denunció la Liga Antidifamación, con la covid se ha disparado. El mito medieval de los judíos como propagadores de enfermedades ha cuajado en foros de todo tipo que han vinculado a los judíos con la pandemia. Quizás lo más repugnante fue la caricatura de Carlos Latuff, un clásico de la judeofobia (subcampeón del concurso de caricaturas mofándose del Holocausto que convoca Irán), que dibujó una gran pelota con la imagen de la covid saludando feliz al Tzahal. Pero, más allá del libelo clásico, la covid ha puesto en evidencia, una vez más, la facilidad con la que cuaja la mentira cuando se trata de informar sobre temas que afectan a los judíos, sobre todo si son israelíes. La noticia era inapelable: Israel es el país del mundo que más porcentaje de población ha vacunado, llegando a superar el millón de personas. Pero, como la norma periodística de estos tiempos (difusa, pero difundida) es que nunca se publican buenas noticias sobre Israel, inmediatamente se propagó su reverso perverso: los palestinos quedaban excluidos de la vacunación. Medios como The Guardian (un clásico) o Associated Press titulaban en esos términos, a pesar de que la letra pequeña aclaraba los hechos. Y a partir de aquí, nadie contrastó y todos repitieron la mentira: Israel abandonaba a los palestinos ante la covid. Así resurge, una y otra vez, el viejo libelo.
¿Qué importa la verdad, cuando se trata de un libelo antijudío?
Los hechos: la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que tiene la soberanía sanitaria, se negó a todo: ni hablar, ni usar la vacuna israelí, ni distribuir conjuntamente. De hecho, su ministra de Sanidad, Mai Kaila, informó que habían comprado cuatro millones de dosis de la rusa Sputnik V, y que esperan que llegue para marzo. En paralelo, Israel se ha ofrecido a la ANP para lo que sea necesario y ha vacunado masivamente a los palestinos de Jerusalén este, que no son ciudadanos de Israel, sino residentes. En resumen: todo lo dicho de la vacuna israelí y los palestinos ha sido una sarta de mentiras tan fácil de desmontar como, sencillamente, leer la información de la zona. Pero ¿qué importa la verdad, cuando se trata de un libelo antijudío? Respecto a Israel, siempre muere el periodismo.
https://www.lavanguardia.com/opinion/20210105/6168984/libelo.html
Afirmar como yo hago, que cierto «periodismo» es responsable directo o indirecto de muchos de los actos de denigracion, amenaza y violencia que sufren los judios de la diaspora, no puede ser considerado como «difamacion» ni atáque a la libertad de expresion de dichos médios …
los hechos señalan la influencia que determinados medios «informativos» manifiestamente anti-israelies (antisemitas) ejercen sobre núcleos específicos de poblacion, en la estigmatizacion de los judios, y como dicha estigmatizacion, está ya interiorizada en colectivos de la izquierda (ONG y asociaciones «propalestinas»incluidas) ademas de seguir instalado en la utra-derecha con mayor o menor virulencia, y entre la poblacion musulmana … entiendo que el problema es complejo, y dificil su erradicacion, pero considero en verdad, que no se hace lo suficiente para lograrlo, desde distintos sectóres, ni para sanccionar como merecen , aquellos que fomentan y contribuyen a la expansion de este verdadero virus, para el cual no se ha hallado aún antídoto …