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| jueves noviembre 21, 2024

Lecciones que Israel debe aprender, ya antes del fin de la pandemia


Desde la llegada del Coronavirus a Israel hace ya casi un año, se dijo de entrada que no había plena certeza acerca de cómo lidiar con el desafío ya que se trataba de un fenómeno nuevo para el mundo todo. Que países y gobernantes cometan errores, es más que natural , porque eso de “errar es humano”, va para todos. Pero ese dicho general tan conocido, no puede justificar cualquier cosa.

Es  imperioso que se aprendan las lecciones, porque ésta probablemente no sea la última pandemia a la que se enfrenta el país. En realidad, hay aquí temas de fondo que la pandemia sacó a flote, pero que van mucho más allá de la situación actual.

1) Entre política y epidemiología

No se hizo suficiente caso a las  recomendaciones de los expertos que analizaban el tema desde un punto de vista epidemiológico. Si bien está claro que el gobierno tiene responsabilidad no sólo por la parte de la salud pública estrictamente sino también por la económica, justamente si se hubiera prestado la atención debida a los consejos profesionales, se habría aplicado una política de diferenciación en las restricciones que muy probablemente habría evitado que se llegue a la  muy mala situación actual que tanto influye no sólo en la salud.

Expertos en epidemias y en salud pública destacaron repetidamente la necesidad de imponer serias limitaciones en las zonas con mayor incidencia del Coronavirus conocidas como “rojas” o en algo menos medida “anaranjadas”, permitiendo lo más posible la continuación de la vida normal en las zonas “verdes”. De esa forma, se frena la pandemia en los lugares en los que atacó más sin agregar a zonas casi no afectadas-sean ciudades enteras o barrios en ciudades- resstricciones innecesarias. Imponer un cierre generalizado que limita también ciudades o pueblos en los que no hay infectados, introduce a esos sitios problemas económicos y sociales que derivan inevitablemente de los confinamientos, y que también tienen un costo de salud.

En gran medida esto no se cumplió debidamente, debido a demasiadas consideraciones políticas en la toma de decisiones.

Esto no es sólo nuestro análisis. Lo han dicho expertos y protagonistas directos en el manejo de la pandemia, que lo vieron de cerca.

2) Política y religión. 

Tenemos claro que plantear esto suena actualmente a una utopía total, pero no podemos dejar de mencionarlo. La participación de partidos ultraortodoxos en la política israelí, mezclando religión con la actividad política, es una desgracia.

Y que no se entienda mal. La religión, la vida de acuerdo a la observancia de los preceptos del judaísmo, el deseo de vivir siguiendo las enseñanzas de la Torá, no sólo que son más que legítimas sino que sería imposible concebir al Estado de Israel sin ello. Pero la participación en el juego político nacional de partidos que se consideran los representantes de la religión judía en el país-aunque representan por cierto a una corriente muy determinada,no al judaísmo todo- , que tienen sus intereses muy particulares pero influyen en la agenda nacional debido al papel que juegan en las coaliciones de gobierno, es un muy serio problema.

Los partidos ultraortodoxos han sido parte de coaliciones tanto del bloque que está hoy en el poder encabezado por Biniamin Netanyahu como de coaliciones encabezadas por el laborismo. Eso está claro. Desde hace ya muchos años, son parte ineludible de las coaliciones formadas por el actual Primer Ministro, que los considera parte integral de su bloque y con los que no quiere arriesgar su vínculo especial.

Eso ha sido perjudicial para el país porque la gran desobediencia de parte del sector ultraortodoxo a las restricciones publicadas para contener la pandemia no fue enfrentada con el vigor necesario.

Claro que parte de la explicación pasa por el hecho que la Policía no puede estar en cada esquina. Pero no es secreto que numerosas casas de estudio-usamos este término general para no distinguir entre lo que en hebreo se llama Talmudéi Torá, yeshivot y otros marcos- estaban abiertas y no cerraron ni un día a pesar de las órdenes del gobierno, y recibieron multas irrisorias, o ninguna.

Si Netanyahu no precisara a esos partidos en la coalición que quiere formar después de las elecciones, la situación podría ser otra. Netanyahu,  o cualquier otro gobernante, sea del partido que sea.

3) ¿El Estado o la Torá?

En el punto anterior mencionamos la desobediencia de parte del sector haredi (ultraortodoxo)-destacamos el “parte”, aunque el fenómeno fue lamentablemente sumamente amplio- y no explicamos las razones. Son diversas y no entraremos en todas. Pero la más preocupante, que más afecta la vida diaria y que es de hecho el origen del problema , es la consideración que por sobre las leyes del Estado está la Torá.

Estas líneas no las escribe una persona observante, pero tampoco una persona irrespetuosa de la religión y la historia judía. El problema no es la fe y lo grandioso de vivir de acuerdo a los preceptos de la religión si ese es el camino que uno elige, sino ser parte del Estado de Israel, gozar de sus privilegios como ciudadanos, pero tomar la decisión consciente de no respetar sus leyes, aún sabiendo que eso perjudica al prójimo.

Esto no es un asunto en el que cada uno puede actuar como se le antoje. Una sociedad, precisamente para que sus miembros puedan vivir con la mayor libertad posible, debe imponer reglas y límites que garanticen que esa libertad no sea la de la jungla.

Quienes consideran que como judíos creyentes y observantes hacen lo correcto al no acatar las órdenes y restricciones del gobierno por ejemplo en cuanto al cierre de casas de estudio, alegando que nada es peor que no estudiar la Torá, podría recordárseles que en el judaísmo, el valor de la vida es Supremo y que la propia Torá ordena respetarlo.

Desde un punto de vista práctico, recordemos que quienes se enferman y deterioran, llegan a los hospitales en los que desembocan todos los infectados. Ineludiblemente, cuando el personal médico está sobrepasado, no se puede dar el mejor tratamiento a todos. Es más que relevante recordar que los ultraortodoxos son el 30% de los infectados, aunque son el 10% de la población. En parte eso se debe a lo numeroso de las familias y la cantidad de gente en una misma casa, pero también a la desobediencia en dicho sector.

Pero en el tema haredi,hay algo que va más allá de la pandemia.

Aquellos sectores en esta parte de la ciudadanía, que no respetan el concepto de “Diná Demaljúta Diná”- o sea que la ley del “reino”, en el sentido de Estado en el que se vive, es la que debe imperar y la que se debe respetar- socavan la base misma de la sociedad israelí.

En pandemia, ello se manifiesta con especial gravedad. Pero el problema se puede manifestar en otros temas también. No puede haber un Estado dentro de un Estado. Tiene que reformarse el contrato social en mutuo respeto, porque así no se puede seguir.

4) Crisis de confianza

El hecho que el Primer Ministro Biniamin Netayahu está en juicio por sospechas de corrupción socava ineludiblemente la confianza que la ciudadanía puede tener en él, aunque es ampliamente reconocida su capacidad y también su rol clave en el logro de conseguir rápida y masivamente las vacunas de Pfizer para Israel. Es imposible que en una situación así, no se ponga en tela de juicio las consideraciones que están detrás de cada una de sus decisiones. No es sano para el país.

De todos modos, el problema va más allá de su papel.  Si bien nadie sabe manejar la política israelí más hábilmente que Netanyahu, no está solo. Su socio y adversario Beni Gantz tiene casi tanta responsabilidad como él por varios de los errores cometidos el último año. Y la tienen todos los ministros de diversos partidos que no supieron ser terminantes y categóricos a la hora de tomar decisiones, de decir la verdad tal cual es, de no perder el tiempo de cara a resoluciones urgentes que fueron postergadas una y otra vez.

5) Hay que reforzar los hospitales

Los hospitales no tendrían que estar al borde del colapso por el gran flujo de enfermos de Coronavirus.  Israel siempre ha sabido manejarse en situaciones de emergencia y la gran efectividad y eficiencia del sistema hospitalario israelí  es lo que salva siempre la situación. Pero el Estado debe garantizar que ese sistema tenga en rutina tales condiciones que cuando estalla una pandemia, sus departamentos centrales de internación están al 100% y no al 150% como pasa ahora en algunos lados.

Eso es responsabilidad del gobierno, al que exhortamos a fortalecer al sistema de salud pública israelí con presupuestos y personal, sin esperar a la próxima pandemia.

Israel es ahora, con mucha razón, ejemplo mundial por la impresionante campaña de vacunación. Netanyahu se lleva indudablemente gran parte del crédito por ello. No todo. Pero aunque ahí está la respuesta y la solución, que es cuestión de tiempo se concrete, eso no es todo. Mientras, continúa muriendo gente que podría no haber llegado a lo peor. Es hora de atender necesidades de fondo y no sólo de apagar incendios.

 

Semanariohebreojai

 
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