Iom Kipur, el día más sagrado del calendario judío. Hasta aquellos que no son practicantes de la religión lo respetan. Israel queda prácticamente paralizado durante 26 horas. Ni siquiera se ven vehículos en las calles.
De pronto, en la antigua ciudad de Acco (Acre), un conductor árabe ingresa al barrio judío con su vehículo, atronando con la música a todo volumen y perturbando las oraciones de los feligreses reunidos en las sinagogas. Por supuesto que estalla la ira de aquellos que ven profanada de esta manera la santidad del día y el conductor logra escapar por milagro.
Y aquí viene lo inesperado. A los pocos minutos que el vehículo saliera del barrio judío, en las mezquitas comienza a desparramarse el rumor de que el conductor ha sido linchado, y del rumor se pasa a los hechos. Bandas fanatizadas y dirigidas se lanzan a las calles al grito de “¡Muerte a los judíos!”. Vidrieras destruidas, negocios saqueados, choques entre ambas comunidades, la policía tratando de restablecer la paz.
Pero lamentablemente estos hechos no son casuales, sino que son parte de un plan bien organizado que viene gestándose desde hace años.
Hasta ahora la sociedad israelí había vivido un sueño, el de la convivencia pacífica entre las dos comunidades al amparo de la democracia.
“Miren, hay partidos políticos árabes con representantes en la Knesset” decíamos al mundo… Y uno de esos representantes debió huir del país pues se comprobó que en la guerra contra Hisbollah pasaba información al enemigo… Y otro de esos representantes se proclama palestino y hace callar a un miembro judío de la Knesset tratándolo de “inmigrante insolente”.
“Miren, en nuestras universidades los jóvenes árabes estudian igual que los judíos sin limitaciones ni cupos y se reciben y ejercen libremente sus profesiones” mostrábamos orgullosos… Y esos jóvenes se pasean con remeras en las que aparece el mapa de “Palestina” en lugar de Israel, enarbolan banderas palestinas y cantan loas a Nasrallah y Haniye.
“Miren como los habitantes árabes de Jerusalén trabajan libremente” decimos… Y uno de esos trabajadores asesina a balazos a 8 jovencitos en un seminario rabínico y dos topadoras y un BMW, conducidos por esos mismos trabajadores árabes, siembran el terror y la muerte.
Quisimos construir una sociedad democrática con derechos iguales para todos, sin diferencias religiosas o raciales… Y ese fue un sueño imposible.
Durante años los ciudadanos árabes de Israel se mantuvieron callados. Tenían miedo, pues el gobierno israelí era fuerte… Era fuerte y ahora es débil, y ellos se envalentonan, muestran las garras y dan zarpazos.
Lo ocurrido en Acco no es más que uno más en la serie de incidentes protagonizados por árabes. Varias veces el cementerio judío fue profanado, hubo sinagogas incendiadas, hubo ataques físicos contra judíos. Todo en las sombras. Pero ahora, ante un gobierno débil actúan a plena luz.
Creo que ha llegado la hora de tomar decisiones drásticas. Si los árabes quieren seguir viviendo en Israel y gozando de los mismos derechos que el resto de los ciudadanos, deben jurar fidelidad al ESTADO JUDIO DE ISRAEL, si no lo quieren hacer… LAS FRONTERAS ESTAN ABIERTAS.
Israel Winicki
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