Poco tiempo después de que el presidente Biden dijese que la región, siempre ardiente y a punto de estallar, que es el Oriente Medio, debe ´´aceptar definitivamente la existencia de Israel´´, salió Cara de Sapo Majmoud Al-Zahar, quien fuera durante años ministro de relaciones exteriores de Hamás, a negar el aserto.´´No, no tiene derecho a existir´´, dijo. Tal cual. La suerte de Israel es que sus enemigos son más claros que sus amigos, no tienen conciencia o, la poca que tienen, la usan para cambiar en el mercado del odio productos para construir cohetes y demás chucherías mortales por gritos y amenazas. La comunidad europea y parte de América están asustados con Hamás. Podría resucitar el Estado Islámico e inducir al terrorismo local, para no decir desatar un loco antisemitismo. Para Cara de Sapo Majmoud, que nos aclara que no tiene nada contra los judíos ( cosa que, por cierto, es mentira), todo se reduce a un tema de colonialismo y ocupación. Como si en siglos remotos el Islam no hubiese colonizado y ocupado vastas regiones en la India, por ejemplo. Todavía hoy los musulmanes hindúes siguen pensando que sus connacionales hinduistas viven en el error de la idolatría. Todavía hoy en Marruecos, Túnez o Argelia, hay cientos sino miles de seguidores de la teoría de que es imperioso recuperar Al Andalus, recuperar la mezquita de Córdoba transformada en iglesia. El proyecto no ha decaído. Lo que alguna vez fue territorio islámico debe serlo forever.
Cara de Sapo exhibe sin pudicia sus venenos, acercándose así, en la lista de señalados, al puesto en el que va a ser descabezado. Y Biden, aunque quisiera hacer algo por él, ya que es muy justo y muy bueno, no podrá. Hamás ha matado también y no hace mucho ciudadanos de Estados Unidos. Hamás, empero, tendrá que desaparecer tarde o temprano como milicia si los palestinos quieren vivir por fin en paz con Israel. Ahora, hoy mismo, mientras emplea un lenguaje falsamente triunfalista que continúa engañando a su propia gente, intenta como sea renacer de sus cenizas, que son cuantiosas y aún están calientes. Le costará, claro que le costará. Pero no desistirá hasta que la propaganda en su contra crezca y acabe por silenciarlo. Entretanto, Cara de Sapo Majmoud engrosa su cuenta de banco con dineros que comienzan a llover sobre Gaza.
El hábito de transformar derrotas en victorias que, por desgracia, contagia un poco a Israel, actúa como una anestesia poderosa sobre el público musulmán de Irán a Marruecos, y de Pakistán a Irak. Aún y así un ánimo vociferante vuelve a sacudir los barrios de Londres o París donde se hacinan los creyentes de Alá. Era y es previsible que esas protestas crezcan, pero no lograrán cambiar nada en el terreno. No habrá un ejército internacional contra el país de los judíos; Israel mejora con los golpes que recibe. Pero incluso eso tiene un límite, la guerra continua no es un buen negocio para nosotros los judíos. Nos gusta demasiado la vida, tanto que si Hamás no existiese podríamos reconstruir la Gaza de Cara de Sapo en seis meses y mejorar allí la vida de todos sus habitantes. Más aún, podríamos regalarles esa reconstrucción si por fin nos dejaran vivir en paz. Mi utopía, es cierto, no es más que eso, ´´un no-lugar´´. Y sin embargo bien puede ocurrir de la noche a la mañana si de pronto el Islam pacífico desplaza al Islam guerrero y decimonónico. Cara de Sapo Majmoud Al- Zahar no cree obviamente que esa sea una buena solución. Su desprecio crece con cada respiración, tal y como sugiere la carta de identidad del grupo político al que pertenece. Un verdadero creyente musulmán, a su juicio, tiene que mantener encendido su odio. No vaya a ser que su debilidad lo haga, por fin, mortal, maleable, realista y conciliador. Siempre es tarde cuando no hay dicha. Siempre es desgraciado sentirse omnipotente cuando uno es impotente.
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