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| domingo diciembre 22, 2024

Qué lejos la paz, qué cerca el cambio


Soy de los que creen, como el clásico chino, que los cambios no sólo son buenos sino también beneficiosos para quien se retire del poder. Bibi N. perdió la oportunidad de renunciar con honores e insistió e insiste en un camino equivocado. La soberbia es mala amiga, se disfraza de orgullo para hacernos creer que es noble. El cambio en Israel tiene, por el momento, una figura clave que se mantiene en la sombra: Yair Lapid. Me atrevería a decir que es quien  ve con más claridad dónde está, en qué sitio político está Israel y qué merece para salir del estancamiento. Benett procede de un pasado intransigente y deberá lidiar con componendas a las que no está habituado. Sea como sea  y a todas luces es saludable este cambio que estamos presenciando. Es probable que, y si Hamás le da un respiro, el país de los judíos crezca más rápidamente  de lo previsto mientras sus vecinos palestinos aún discuten si Mahoma dijo esto o lo otro. El otro ganador claro, en términos de crecimiento, será Egipto, al que y si por mí fuera ¡le regalaría Gaza! Egipto sabe hasta qué punto la paz con Israel le ha permitido centrarse en temas de seguridad interna y desarrollo. Otra cosa es su enorme peso demográfico y la mala calidad de su educación. Así que ¿por qué no extender la paz a Gaza, con o sin el consentimiento de Hamás?

 

El campo de batalla, sin embargo, se ha ampliado, en sentido real y en sentido figurado. Los viejos enemigos de los judíos, los antisemitas de aquí y allá , han vuelto a la levantar la cabeza apoyados por  la izquierda más venenosa que imaginar podamos, teñida de islamismo y resentimiento, además de ignorante.  La escuadra de mujeres demócratas intransigentes con Omar a la cabeza no sólo es mala para Israel sino también para los Estados Unidos. De manera que debemos estar muy alertas a sus movimientos y formar una suerte de patrulla de limpieza llamada JUL ( jutz la-aretz,´´fuera de Israel´´ ) que se dedique a borrar del mapa a nuestros vociferantes enemigos. Métodos habrá, y no necesariamente muy drásticos, que puedan combatir a la hydra llena de odio y necia que es el antisemitismo o, para el caso, el antisionismo. Llevará tiempo pero  es una batalla que no podemos rehuir. Si los buenos callan los malos continúan creciendo. Si los justos del mundo no alzan su voz el ruido nos ensordecerá a todos.

 

El nuevo gobierno israelí tiene por delante una labor hercúlea, pero refleja más que un solo partido la realidad polivalente del país. Bibi N. no daba para más,  se agotó en su propia defensa  cayendo en cierto grado de engreimiento en el que se hunden muchos líderes pasados unos años en  la poltrona de mando. Será bueno para él y para muchos más desaparecer por un tiempo del primer plano. Lentamente las cosas se irán calmando, no lo dudo. El que la prensa occidental defina a Benett como un ultra demuestra lo poco enterada que está del espectro político de Israel. Si de verdad lo fuera, si no fuera nada elástico, y lo es, hubiese sido imposible llegar a este punto. También el partido islamista  en la Knesset resulta ser un elemento positivo en la nueva composición del tablero  de juego social. El corazón del árbol crece hacia la corteza, pero la corteza, que es en realidad un escudo, acaba por endurecerse  y atenuar los latidos de ese corazón. Mantengamos en alto la esperanza de que este giro, sobre todo hacia el eje de la realidad, será positivo para todos.

 

 
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