Sea por incapacidad, por negligencia, por voluntarismo activista o porque el medio ha decidido parecerse más al blog de una ONG del montón, la crónica (“El calvario judicial de la cooperante española presa en Israel amenaza con alargarse”) publicada por el diario El País el 9 de agosto de 2021 estaba alejada de lo que se le supone a la práctica del periodismo.
En el texto sobre la reanudación del juicio contra la “cooperante española” Juana Ruiz, el medio no sólo no ofrecía ni una sola voz israelí, incurría en valoraciones partidistas, en errores que ya deberían estar superados, sino que no informaba de un punto central de lo que pretendía estar informando: los indicios de vínculos entre la ONG en la que trabaja la española (Comités de Trabajo para la Salud – HWC, por sus siglas en inglés) y el grupo terrorista palestino Frente Popular para la Liberación Palestina (FPLP).
Todo lo resumía el medio a meras acusaciones israelíes – para ello utilizaba largas citas de los abogados de Ruiz -, ignorando, por ejemplo, un informe de la organización israelí NGO Monitor, que señalaba que “HWC es la filial en Cisjordania y Jerusalén de la Unión de Comités de Trabajadores de la Salud (UHWC), una ONG con sede en Gaza identificada por Al- Fatah como ‘filial’ del FPLP, y por la auditoría realizada por la USAID como ‘la organización sanitaria del FPLP’. Según el HWC, ‘entre los resultados de la situación posterior a Oslo, como consecuencia de la situación geopolítica, los Comités de Trabajo Sanitario formaron administraciones separadas en Cisjordania y la Franja de Gaza’. Viva Salud, una de sus ONG socias, se refiere a HWC como la ‘organización hermana’ de UHWC”.
Y sobre el FPLP decía:
“El FPLP es una organización terrorista, así designada por la UE, EE.UU, Canadá, e Israel, que está involucrada en atentados suicidas, tiroteos y asesinatos, entre otras actividades terroristas dirigidas contra civiles; y fue la primera organización palestina en secuestrar aviones en los 1960 y 1970”.“Miembros del FPLP se atribuyeron el allanamiento de casas y el asesinato de la familia Fogel en 2011 y fueron responsables de la masacre en una sinagoga del barrio Har Nof de Jerusalén en 2014, donde fueron asesinados cuatro fieles y un agente de policía druso israelí. La organización terrorista también elogió a sus ‘camaradas’ por su papel en el asesinato de la oficial de la Policía de Fronteras israelí Hadas Malka, y por haber herido a otros cuatro israelíes en un ataque del 16 de junio de 2017 en Jerusalén. En agosto de 2019, una célula terrorista del FPLP llevó a cabo un atentado contra civiles israelíes, asesinando a Rina Shnerb, de 17 años, e hiriendo a su padre y a su hermano”.“El FPLP nunca ha reconocido al Estado de Israel, se opone a toda negociación con Israel y, en su lugar, llama regularmente a la “liberación” de toda la “Palestina histórica” por medio del terror”.
Nada de esto lo proporcionaba el medio español, en su lugar, valiéndose de la declaración de uno de los abogados de Ruiz, lo rebajaba todo a “una operación de Israel para acusar sin base a asociaciones de la sociedad civil que realizan tareas humanitarias en los territorios palestinos”.
Mientras tanto, NGO Monitor revelaba en el informe antes mencionado los lazos entre directivos de HWC y el grupo terrorista FPLP. Pero claro, El País iba a por la “narrativa”, no por la información – la primera suele ser más fácil, viene ya elaborada y le da al redactor y al medio esa pátina de activistas que tanto parecen estimar y ambicionar, aunque ello los aleje del periodismo.
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Una nota de color: Predilección y desvelo de El País
Debería añadirse que, en todo caso, si fue convertirá en “ícono”, lo fue por los medios que la elevaron a tal posición. Es decir, elevaron su “causa” a tal nivel. Y El País fue uno de los más dedicados a la hora de ensalzar a la muchacha y, así, blanquear la utilización de menores en el conflicto y colar la propaganda palestina como información, como realidad.
Pero, más allá de esto, en su momento, y ahora, el medio volvía a omitir (tan necesaria práctica en eso que se denomina activismo) que, según sí informaba la cadena estadounidense CNN el 13 de febrero de 2018, la joven será también fue juzgada por incitación a la violencia – también su madre está acusada de este delito. Y es que en el vídeo que todos mencionaron en su oportunidad, al ataque contra el soldado israelí le seguía una parte dirigida para la audiencia palestina: la pregunta de su madre (que grabó dicho incidente) acerca de qué les diría a quienes luego verían esas imágenes. La respuesta de Ahed era contundente:
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Continuemos con algo más de lo que El País ha tenido que callar para elaborar una “noticia” que se ajuste a la “narrativa” palestina: es decir, que victimice en este caso a la “cooperante” para permitir retratar un “régimen” israelí “opresivo”, “abusivo”.
Como ya señaláramos en abril de este año, el Jerusalem Center for Public Affairs daba a conocer en diciembre de 2019 que una investigación del Shin Bet (Agencia de Seguridad israelí) había revelado la nueva estructura jerárquica del grupo terrorista Frente para la Liberación de Palestina en Cisjordania, y que había detenido a Walid Hanatasha, que era el jefe del “brazo militar” del Frente Popular de Cisjordania y el comandante de Samer al-‘Arbid, el jefe del escuadrón terrorista que asesinó a Rina Shnerb. Hanatasha, al que El País describía en su crónica del 25 de abril de 2021 sobre la detención de Juana Ruiz (Israel mantiene detenida sin cargos desde hace dos semanas a una trabajadora humanitaria española) como el “candidato” de “lista del partido izquierdista Frente Popular para la Liberación de Palestina”…
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En enero de 2020, la Red Palestina de ONG (PNGO), de la cual Comités de Trabajos para la Salud es miembro, se opuso a una nueva cláusula en los contratos de subvención de la Unión Europea con las ONG palestinas que prohíbe a los beneficiarios trabajar con organizaciones e individuos designados en las listas de terroristas de la UE y financiarlos.
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En su libro de estilo, El País declara que “se esfuerza por presentar diariamente una información veraz, lo más completa posible, interesante, actual y de alta calidad, de manera que ayude al lector a entender la realidad y a formarse su propio criterio”.
Pues la mayoría de crónicas sobre Israel y el conflicto árabe-israelí están lejos de ser veraces y completas (las omisiones notorias imposibilitan estos objetivos); la calidad, puesto que de periodismo hablamos, sin veracidad y sin siquiera el afán de dar una información lo más completa posible, no puede ser, evidentemente alta; antes bien, está o muy a ras de suelo o incluso más abajo. De esto se desprende que el lector no podrá “entender” más que el “criterio” del redactor o del medio.
Así, aquello de que “el medio informativo ha de ser el primero en subsanar los errores cometidos en sus páginas, y hacerlo lo más rápidamente posible y sin tapujos” parece ser una de esas frases de obligada inclusión en un manual de estilo, pero tan vacía de principios como de intención.
Ni información de “alta calidad”, ni estilo… ¿Qué le queda al medio?
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