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| domingo diciembre 22, 2024

Israel pagará muy caro el ímpetu de los antivacunas

Hay 1,8 millones de israelíes que hasta ahora se han negado a inocularse contra el COVID-19 y, a menos que encontremos una manera efectiva de convencerlos, esas mismas personas nos enviarán a otro encierro, el cual será más severo que los anteriores.


Hay alrededor de 1.800.000 israelíes mayores de 12 años que están habilitados para recibir la vacuna contra el coronavirus. Sin embargo, por convicciones religiosas, políticas o ideológicas, muchos se han negado a inocularse, según datos del Ministerio de Salud.
Hemos tenido muy poca estabilidad durante el último año y medio de la pandemia, pero esta tendencia no se ha alterado en lo más mínimo. De hecho, logró anteponerse a la masiva llegada de vacunas y a los discursos conmovedores de políticos y algunos líderes sociales.

Vacunas contra el coronavirus administradas en un hogar geriátrico de Washington, en diciembre del 2021.

Vacunas contra el coronavirus administradas en un hogar geriátrico.
(AFP)
En consecuencia, a menos que las hospitalizaciones por coronavirus se detengan milagrosamente durante las próximas dos semanas gracias a la campaña de vacunación de refuerzo, esas casi dos millones de personas que se niegan a recibir la inyección nos enviarán directamente a un cuarto bloqueo. Y de seguro será más duro y devastador que los tres anteriores.
Los médicos que trabajan en las salas de coronavirus, y tuvieron que cuidar a personas no vacunadas que se enfermaron gravemente por el virus, hablan todo el tiempo sobre el arrepentimiento que sienten las familias de los pacientes cuando llegan a esas situaciones. Porque si bien las vacunas no evitan los contagios, sí previenen en un gran porcentaje las complicaciones severas y la muerte.
Cuantas más personas se vacunen, menos requerirán una cama en los hospitales, un tema que preocupa especialmente a los funcionarios del Ministerio de Salud en este momento. El temor de que el sistema de salud de Israel no logre hacer frente a la afluencia de pacientes, incluso si ese escenario aún está lejos, podría ser el factor clave para tomar la decisión de decretar un encierro o no. Con todo lo que esa medida implica.
De cualquier manera, una cosa está muy clara: los discursos ardientes de los políticos no llevan a las personas a los centros de vacunación. A pesar de que la tasa de no vacunados es más alta entre los jóvenes de 12 a 16 años y en los sectores beduino y árabe, los esfuerzos del primer ministro Naftali Bennett y del ministro de Salud Nitzan Horowitz para aumentar las tasas de vacunación no se vieron reflejados en las cifras.
Los funcionarios siguen etiquetando a los no vacunados como enemigos públicos, pero en realidad, no hacen casi nada más para persuadirlos de que reciban las inyecciones. Estos intentos por crear conciencia sobre el tema han fracasado y no han tenido el efecto deseado.
El Ministerio de Salud elige jactarse de la cantidad de israelíes que han sido vacunados, lo que sin duda es un logro notable, pero ahora llegamos a la parte complicada: ¿Cómo romper la dura tuerca de la vacilación y aplicar más inyecciones? ¿Cómo salvar al público en general y a la economía de otro bloqueo aplastante? Por desalentadora que parezca esta tarea, definitivamente no es imposible…
 
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