B’H
Deuteronomio 29:9-31:30
La sección de Nitzavím (firmes) contiene algunos de los principios más fundamentales de la fe judía:
La unión del pueblo judío: «Todos ustedes se encuentran hoy firmes ante Di-s, su Di-s, los jefes de sus tribus, los ancianos, los oficiales, todos los hombres de Israel; los niños, las mujeres, el extraño que vive con ustedes; desde el leñador hasta el aguatero».
La futura redención: Moshé advierte sobre el exilio y la desolación de la tierra que ocurrirá si el pueblo abandona las leyes Divinas. Sin embargo luego profetiza que, al final, «Retornarás hacia Di-s… Aunque tus desterrados estén en el extremos del cielo, también de allí te reunirá Di-s… y te traerá a la tierra que tus padres poseyeron».
La practicidad de la Torá: Porque este mandato que te prescribo hoy no está más allá de ti, ni está lejos. No está en el cielo… No está del otro lado del mar… Por el contrario, es muy cercano a ti, en tu boca, en tu corazón, para que lo lleves a la práctica».
El libre albedrío: «Mira, pongo ante ti hoy, la vida y lo bueno, la muerte y lo malo… Y elegirás la vida».
LA UNION HACE LA FUERZA
Cuántas veces hemos oído este refrán.
Recuerdo una historia que leí hace mucho tiempo: “Un padre que estaba agonizando, reúne a sus tres hijos. Le da una caña a cada uno y les dice: ‘Rómpanla’. Con suma facilidad los jóvenes rompieron las cañas. Luego el padre le dio a cada uno un manojo de cañas atadas bien juntas: ‘Rómpanlas’ les dijo. Por más que se esforzaron, no pudieron quebrarlas. ‘Así deben ser ustedes’ dijo el padre ‘mientras estén separados pueden ser quebrados por cualquiera, pero si están unidos como estos manojos, no habrá fuerza que pueda quebrarlos’”
Y esto es lo que nos enseña la parashá Netzavim: Moisés reunió a todo el pueblo, desde el más importante hasta el más humilde. Todos unidos como una sola entidad, sin diferencias. Y ésta es la única condición para que el pueblo judío subsista como tal a través de los tiempos.. Con verdadera unión, como el manojo de cañas de la historia.
NO ES TAN DIFÍCIL CUMPLIRLA
“Porque este mandato que te prescribo hoy no está más allá de ti, ni está lejos. No está en el cielo… No está del otro lado del mar… Por el contrario, es muy cercano a ti, en tu boca, en tu corazón, para que lo lleves a la práctica».
¿Es tan difícil cumplir con la Torá?
¿Exige tantos sacrificios?
Si nos atenemos al versículo del encabezado, vemos que no.
Di-s no nos está pidiendo que escalemos montañas, ni que crucemos mares, simplemente nos dice: “Hijos Míos, solo les pido que de todo corazón cumplan con Mis mandamientos en su vida diaria, aunque sea de la forma más simple, sin buscarle explicaciones profundas. Si hijos Míos, háganlo con amor y eso me alcanza”.
SIN DISFRACES
Llegó el día del Juicio, Rosh HaShaná. El martes y el miércoles de la próxima semana todos nos presentaremos ante el Juez Supremo, quien determinará nuestra suerte para el nuevo año. Para esta ocasión vale la siguiente historia:
Un rey salió de cacería, pero se extravió en el bosque. Comenzó a deambular sin rumbo, hasta que, por la noche, cuando estaba desfalleciente de hambre y cansancio, divisó una luz. Era la cabaña de un guardabosque. El rey, con sus últimas fuerzas se acercó a la choza y golpeó la puerta. El guardabosque, sin reconocerlo, lo introdujo, le dio de comer y beber y le preparó un lecho. Por la mañana, cuando el rey recuperó las fuerzas, el guardabosque lo acompañó hasta la salida del bosque y le indicó el camino para volver a la ciudad. De regreso en su palacio, el rey, para recompensar al hombre, lo hizo traer al palacio y lo nombró jefe de los guardabosques reales.
Con el tiempo, el hombre se complicó en una intriga de palacio y, al ser descubierto, fue condenado a muerte en la horca. Como última voluntad pidió que la horca fuera ubicada ante la ventana del rey y que lo vistieran con su vieja ropa de guardabosque. Su deseo le fue concedido. Cuando el rey vio marchar a la horca al condenado, reconoció las ropas y recordó lo ocurrido. Entonces el hombre fue perdonado y volvió a su cargo.
Así es en Rosh HaShaná. Nos presentamos al Juicio con nuestra verdadera vestimenta. Dejamos de ser Juan, José, Dora, Susana, para volver a ser Iojanán, Iosef, Dvorah, Shoshana. Nos presentamos con nuestra verdadera ropa y le decimos al Creador: “¡Míranos! ¿Nos reconoces? Somos los que en medio del desierto salimos a tu encuentro, cuando las otras naciones te rechazaban. Somos los que te reconocimos como Rey, los que aceptaron Tus leyes gritando: ‘Haremos y escucharemos’. Somos Tus hijos, somos Tu pueblo. Reconócenos. Danos un buen año de salud, parnasá y, por sobre todas las cosas, UN AÑO DE PAZ.
Y es seguro que el Rey de reyes nos reconocerá y saldremos triunfantes del juicio.
¡QUE SEAMOS INSCRIPTOS Y SELLADOS PARA UNA VIDA BUENA, LARGA Y EN PAZ!
¡¡¡SHANÁ TOVÁ UMETUKÁ!!!
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