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| sábado noviembre 16, 2024

Tumbados


En un reciente viaje a Estrasburgo, metafórica capital europea de la convivencia (dada la alternancia histórica de banderas francesas y alemanas), el buscador me informaba de una sinagoga a pocos metros de un sitio por el que había pasado ya varias veces. En realidad se trataba de un fastuoso templo erigido en 1898 (cuando la ciudad estaba en manos del Imperio Alemán) y destruido en 1940 cuando los nazis (supuestos nacionalistas) lo quemaron y derribaron. Sin embargo, no descubrí su localización hasta que, por casualidad entré en el centro comercial más céntrico (valga de la redundancia) de la ciudad. Al salir del mismo, sobre un muro bajo en un pequeño jardín al lado de la acera aparecieron algunas placas conmemorativos de sendos actos en recuerdo del Holocausto y una losa mayor, que luego recordé fue vandalizada en 2019.

No es el primer “mall” situado sobre las cenizas del judaísmo. Por ejemplo, el parking de El Corte Inglés de la ciudad de Valencia se excavó en lo que era un antiguo cementerio judío. Por alguna razón, los lugares de reposo judío supuestamente eternos han sido las principales huellas palpables de su presencia. Una de las más recientemente descubiertas (y mejor conservadas) es la necrópolis de Lucena. Otras, como la de Barcelona, han dado nombre al elemento geográfico más destacado de la ciudad, el monte de Montjuic. En otros lugares de la península, como en las afueras de la ciudad de Gerona, las obras ferroviarias de finales del siglo XIX proveyeron al museo de la ciudad de varias enormes lápidas. De hecho, encontramos estas piedras talladas con inscripciones hebreas en casi toda la geografía española (en el Museo Sefardí de Toledo o formando parte de la muralla de Ávila, por ejemplo). Incluso en los museos de Estrasburgo, ciudad con una importante presencia judía durante casi toda su existencia, el artefacto histórico más habitual de esta comunidad son losas con caracteres hebreos.

Por alguna razón, las tumbas y cementerios judíos despiertan fantasías, por ejemplo, como escenario de un cónclave secreto y conspirativo mundial en el Bet Jaím (Casa de la Vida, en hebreo) de Praga en uno de los precedentes del libelo antisemita Los Protocolos de los Sabios de Sion. También son escenarios predilectos para desmanes, destrozos y pintadas ofensivas, incluso en la España contemporánea democrática y con una colectividad tan exigua. Pareciera que al referirse a los judíos, los que no lo son los prefieren “tumbados en sus tumbas” (no como le hicieron pensar a algunos en Argentina que a los judíos se les enterraba de pie). En general la ecuación más demostrada es aquella de “judío muerto = judío bueno” que, por regla de tres, se convierte en “judío vivo = judío malo” (al menos tan malo como los que los masacraron, sino peor).

 
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