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Hace unos días, la activista Susana Khalil publicó una “Carta solitaria al Presidente de facto de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas”, con el título “Jesús fue palestino, pero Judas también”, en la cual manifiesta su rencor hacia Abbas por considerarlo un traidor.
Con las gríngolas de la furia, la señora Khalil esgrime infames acusaciones no sólo contra Israel, va más allá y utiliza argumentos propios de las campañas antisemitas, así afirmó: “Hay judíos que negociaron con los Nazis y fue para sus propios intereses económicos”. Sin embargo, el Mufti de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini, tuvo estrechas relaciones con los nazis; se reunió con Hitler, a quien le pidió “la eliminación del hogar nacional judío” y lideró tropas de las SS.
También cabe señalar que los primeros en rechazar cualquier solución han sido los árabes; por ejemplo: “los tres no” que Arafat promovió en septiembre de 1967, en Jartum: “no a la paz con Israel, no al reconocimiento y no a las negociaciones”.
El problema de los palestinos radica en una dirigencia perjudicial. Oslo fracasó porque Arafat nunca tuvo voluntad de que funcione; mientras hablaba de paz, apoyaba a los grupos terroristas que mandaban hombres bomba a estallarse en Israel.
Otro de los factores del fracaso es la falta de democracia; Gaza está férreamente dominada por la banda terrorista Hamas y la Autoridad Palestina, con Abbas que lleva más de 15 años en la presidencia sin convocar elecciones.
Resulta oportuno preguntarle a la señora Khalil, cuando habla de “la Liberación de la Palestina Histórica”, ¿también se refiere a Jordania? Y ¿echarían a los judíos al mar?
Con respecto al título de su carta, basta de mentiras. La realidad histórica es que Jesús nació en Judea, en el seno de una familia judía, creció, vivió, predicó y murió como judío. El emperador romano Adriano cambió el nombre de Judea a Palestina, como castigo, tras aplacar la rebelión judía de Bar Cojba, en el año 135 d.C., más de 100 años después de la muerte de Jesús. Nunca hubo una entidad nacional llamada Palestina.
Ante tantas patrañas e incluso el robo de la historia judía, el adoctrinamiento en el odio, insuflándolo con una cantidad de distorsiones que no se sostienen con la realidad, resulta imposible que cualquier proyecto de paz funcione.
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