Cada vez más observamos cómo la palabra “judío” va dejando de atribuirse a personas reales para convertirse en un argumento político. Son innumerables las acusaciones entre representantes de partidos de tendencias incluso opuestas que se acusan mutuamente de como los nazis contra los judíos, aunque en ocasiones justamente representen a opciones que se oponen a emitir declaraciones en el Día Internacional de la Memoria por las Víctimas del Holocausto. Quizás lo peor es cuando ni siquiera son capaces de recordar que fueron seis los millones de judíos asesinados en la Shoá.
Gracias a Hollywood y la televisión hasta el más iletrado entiende hoy que los nazis son los malos de las películas. Pero no sucede lo mismo con la víctima, el judío, a quien el odio más ancestral de la civilización humana no permite digerir que se le atribuya el papel contrario, más allá de los discursos retóricos. Una vez más, el buen judío, el judío ideal, es el judío masacrado. Ello constituye, sin ningún género de duda, un insulto aberrante para los sobrevivientes: aquellos que lograron salvarse físicamente del exterminio y aquellos (el resto de TODOS los judíos) que logramos salvarnos porque el exterminador no había llegado al país en que habitábamos, nosotros o nuestros antepasados en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. La ligereza con que cualquiera (incluidos aquellos que determinan los titulares de la prensa y los medios, y de las agendas nacionales) puede usarnos como “personajes” de su historieta particular para, por ejemplo, compararnos con un alumno que no recibe suficientes asignaturas en la lengua oficial del estado, es una aberración histórica y una bofetada para un colectivo al que siempre presumen defender y con quien pretenden identificarse.
Ahora resulta que todos somos judíos, incluso quienes pretenden acabar con nosotros: ¿les suena la patraña del genocidio judío hacia el pueblo palestino? Se roba nuestra historia y se la apropia Hamás, que también son “judíos” según esta visión deforme. Y las ONGs españolas que pululan en Gaza son los Justos Entre las Naciones que vienen a ayudar a los “judíos” gazatíes (¡igualito que lo hicieron durante el Holocausto verdadero!). No. Basta de retorcer las verdades para que quepan en los bolsillos de la mentira. NO TODO EL MUNDO ES JUDÍO.
No voy a hacer un ejercicio de retórica rabínica para señalar quién lo es según las leyes de la halajá. Sirva la definición que Israel utiliza desde que proclamó la Ley del Retorno para significar a quién tiene derecho a la ciudadanía en el estado de los judíos: los mismos a los que se les aplicaron las leyes raciales de Nuremberg durante el nazismo, todo aquél perseguido por ser quien era, no por lo que hiciera, pensara o a quién rezara. Esos somos los judíos. A los escasos que demostraron su dignidad y nos protegieron (ninguna nación, sólo individuos) les estaremos siempre agradecidos y los elevaremos al altar de los Justos, ya que no veneramos a santos. A los demás les rogamos un ejercicio de higiene lingüística y conceptual para no ser cómplices involuntarios de los “malos de las películas” y sus prácticas de deshumanización. Antes de hablar DE los judíos, hablen CON los judíos.
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