En días recientes se conmemoró el 56 aniversario de la Declaración Nostra Aetate, emitida en 1965 por el Concilio Vaticano II, iniciado por Juan XXIII y continuado por Paulo VI. Dicho documento reconsideró las posturas teológicas medievales, dio pasos para erradicar los prejuicios contra el pueblo judío acerca de la muerte de Jesús, que motivaron los numerosos atropellos acaecidos a lo largo de la historia. Durante siglos, los judíos europeos sufrieron vejámenes, persecuciones, expulsiones y matanzas, fomentados por criterios estereotipados, muchos germinados en los comienzos del cristianismo.




















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