La mañana del 9 de octubre de 1982 tuvo lugar “el atentado más grave contra los judíos en Italia desde la Segunda Guerra Mundial”, según lo definió de L´Espresso, cuando cinco terroristas palestinos arrojaron tres granadas y ametrallaron a feligreses judíos mientras salían de la sinagoga principal de Roma. Stefano Taché, de dos años de edad, murió en el atentado y otras 37 personas resultaron heridas, entre ellas un hermano de Stefano, Gadiel, de 4 años, que recibió disparos en el pecho y la cabeza. Los agresores escaparon en dos autos.
Fue uno más de los numerosos ataques que la OLP llevó a cabo en las calles de Europa en los 70 y 80 del siglo pasado. Con una diferencia: la sinagoga era una zona liberada por el Gobierno italiano para la agresión terrorista.
Así se desprende de recientes reportes de la prensa italiana que han revelado documentos que muestran que el Servizio per le Informazioni e la Sicurezza Democratica (la agencia de inteligencia doméstica) alertó oportunamente a las autoridades de la inminencia de ataques contra objetivos judíos en Roma, y ubicó al tope de la lista a la sinagoga principal de la ciudad. Inicialmente se señaló como posibles perpetradores a “estudiantes palestinos”. Posteriormente se identificó a la facción terrorista liderada por Abu Nidal. Los informes fueron ignorados y la seguridad de la sinagoga fue degradada.
El día del atentado, la unidad policial móvil que habitualmente custodiaba el edificio desapareció.
Esta noticia explosiva pareciera probar la existencia de un pacto de no agresión entre Italia y la Organización para la Liberación de Palestina que podría remontarse a los años setenta, cuando el Gobierno de la Democracia Cristiana liderado por Aldo Moro negoció con George Habash, del Frente Popular para la Liberación de Palestina, la protección de Italia a cambio de inmunidad para los terroristas palestinos.
En 1978 Moro fue secuestrado y asesinado por las Brigadas Rojas; durante la investigación ulterior, emergieron los datos sobre el acuerdo oscuro.
Indicios adicionales de esta cooperación entre el Estado italiano y la agrupación terrorista palestina se hicieron dramáticamente visibles durante el secuestro del crucero Achille Lauro, en octubre de 1985. A priori, ello podría desmentir el acuerdo, al tratarse de un barco italiano, pero el comportamiento del Gobierno de Bettino Craxi sugiere lo contrario. Al complicarse el operativo, el comando a las órdenes de Abu Abás se rindió y fue puesto bajo arresto en Egipto. El presidente Hosni Mubarak le facilitó la fuga a bordo de un avión militar egipcio, pero cuatro jets norteamericanos lo forzaron a aterrizar en Sicilia. El premier italiano hizo arrestar a varios de los piratas pero permitió que Abás se fugase en avión a Yugoslavia, donde se refugió –en la sede de la OLP en Belgrado.
Nuevas evidencias de esta colaboración non sancta emergieron cuando en 2008 el expresidente Francesco Cossiga aseguró al diario israelí Yediot Aharonot que Italia había “vendido a sus judíos” a la OLP. Afirmó Cossiga:
A cambio de ‘mano libre’ en Italia, los palestinos garantizaron la seguridad de nuestro Estado y [la inmunidad] de los objetivos italianos fuera del país frente a ataques terroristas. Siempre y cuando estos objetivos no colaborasen con el sionismo y con el Estado de Israel.
Diez años más tarde, en febrero de 2018, L’Espresso publicó extractos de los diecinueve volúmenes que conforman los diarios privados de Yaser Arafat, preservados en secreto hasta entonces. Al rememorar el secuestro del Achille Lauro, Arafat escribió: “Italia es una costa palestina del Mediterráneo».
En una monografía académica publicada en Israel Studies (2011), Arturo Marzano presentó una panorámica de los lazos históricos que unieron a sucesivos Gobiernos italianos con la OLP de Arafat. Aquí unos extractos:
Italia no quería que su relación con Israel dañara las relaciones con el mundo árabe (…) A partir de la guerra de junio de 1967 (…) Italia comenzó a llevar a cabo una política proárabe más definida (…) Bajo la dirección de Aldo Moro (…) Italia aumentó su orientación proárabe.
El Gobierno (…) fue respaldado por la oposición comunista, (…) en línea con la política de la URSS sobre Medio Oriente. Desde la segunda mitad de la década de 1970, esta estrategia fue aún más evidente, principalmente debido a la crisis económica que siguió a la del petróleo de 1973. Al mismo tiempo, Italia comenzó a tener una marcada postura propalestina, como demostró la apertura en 1974 de una oficina de representación de la OLP en Roma, a pesar de que formalmente formaba parte de la delegación de la Liga Árabe. Años más tarde, en junio de 1980, fue gracias al esfuerzo del canciller Emilio Colombo que el Consejo Europeo adoptó la Declaración de Venecia sobre Oriente Medio, que reconocía “el derecho legítimo del pueblo palestino a la autodeterminación” (…)
Durante la década de 1980, el Partido Socialista (…) dirigió brevemente Gobiernos de coalición. Bajo los de Bettino Craxi (1983-1987) se produjo un fortalecimiento de la relación ítalo-árabe y de la actitud propalestina de Italia.
Semanas antes del ataque a la sinagoga romana, Arafat visitó la tierra de Dante, donde se reunió con el presidente Sandro Pertini y el canciller Colombo. Participó en una sesión de la Conferencia de la Unión Interparlamentaria, en la cual fue ovacionado antes y después de intervenir. Y fue recibido en el Vaticano por el papa Juan Pablo II, con quien intercambió regalos de cortesía. El líder palestino se desplazó en una comitiva de dieciocho automóviles que lo escoltaron por las calles de la Ciudad Eterna. Newsweek informó: “Arafat resplandecía dentro de su limusina y levantó sus dedos en una V de victoria triunfante”.
La realpolitik no es ajena a la diplomacia de las naciones e Italia no fue el único Estado europeo en transar con el terrorismo palestino. Pero al comprar la protección de la OLP como un comerciante vulnerable extorsionado por la Cosa Nostra –con el agravante del abandono a su suerte de la judería local–, los Gobiernos italianos involucrados descendieron a un nivel muy singular de servilismo moral y cinismo político.
E bene, così sono le cose.
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