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| jueves diciembre 26, 2024

Mi respuesta a un artículo venenoso y mentiroso contra Israel


Antes y despues: Jerusalen

En la página UYPRESS se publica todo tipo de notas de temas variados y posturas encontradas, tanto de la arena nacional como la internacional. También mis columnas, en las que siempre defiendo claramente el derecho de Israel a vivir en paz y seguridad e ilumino aristas de su realidad y lucha que muchos prefieren no ver o esconden intencionalmente. No tengo ninguna duda que mis columnas molestan a parte de los lectores que se oponen a Israel. Evidentemente, a mí me molestan otras. Pero el tema no es la discrepancia, lo cual es legítimo. El problema es serio cuando la opinión se basa en la distorsión de los hechos y una tendenciosidad que no logra disimular casi antisemitismo de fondo, aunque claro está que ya saltarán los aludidos a aclarar que tienen amigos judíos y que su problema es Israel. Sí, ya conozco el verso.

¿Por qué me pongo a filosofar al respecto?

Porque nuevamente aparecen columnas con impresionante distorsión histórica como  “Dispara, yo ya estoy muerto. Radiografía de un bestseller modelo palestino-israelí” de Luis E.Sabini, que “analiza” la novela de Julia Navarro “Dispara, yo  ya estoy  muerto”. Y me molesto en sentarme a escribir al respecto porque nuevamente el autor envenena lectores con mentiras y distorsiones históricas.
Sería interminable la lista de puntos a refutar o desmentir y el espacio de una nota de este tipo no lo permitiría, así que me limitaré a algunas puntualizaciones generales.
El problema de fondo de todas las notas del autor en cuestión es que presenta la existencia misma de Israel como una invasión extranjera a un sitio que supuestamente pertenecía a otros, los palestinos. Siempre que puede, claro, mezcla la identidad judía con dinero y poder.
Es ineludible comenzar pues con una aclaración semántica. Siempre que se habla de Palestina y la creación del Estado de Israel en lo que era Palestina, la impresión del lector promedio muy naturalmente puede ser que  había en esa tierra un estado palestino independiente y llegaron los judíos y se los robaron. Nada más lejos de la verdad.
Nunca existió en la historia un Estado árabe palestino en lo que hoy es Israel. Y cuando se les dio la oportunidad de crearlo, la rechazaron, porque no venía acompañada de la expulsión de los judíos.
Palestina no se llamaba así por lo que hoy se conoce como los árabes palestinos. No era de ellos. Vivían en esa tierra al igual que los judíos, pero el nombre de la tierra fue dado por el imperio romano a lo que hasta el siglo II se llamaba Judea. En venganza por la rebelión contra Roma, el poder foráneo cambió el nombre por Palestina, inspirados en el antiguo pueblo del mar, los filisteos, con la intención de borrar el vínculo histórico y natural de los judíos con su tierra ancestral. Cuando Judea recibió por la fuerza el nuevo nombre, ni siquiera había árabes en la zona. Comenzaron a llegar siglos más tarde, concretamente en el siglo VII al nacer el Islam y avanzar con invasiones bélicas por doquier. Y recién en los años 60 del siglo pasado , quienes conocemos hoy como palestinos, comenzaron a usar ese término para definirse.
Nunca se creó un Estado árabe palestino. Jamás existió en la historia. No es cuestión de opinión. Es un hecho. Claro que sí fue propuesto, en más de una oportunidad, siendo la más notoria la resolución 181 de la Asamblea General de la ONU del 29 de noviembre de 1947, en la que se recomendó la creación de un Estado judío y otro árabe. Los judíos recibieron una porción mayor que los árabes del territorio, aunque eran menos, pero la mayor parte era tierra infértil, desierto. La propuesta fue aceptada por los sionistas y rechazada alevosamente por el mundo árabe, que se lanzó a la guerra para impedir que sea creado el Estado judío, aunque con ello echaban por la borda también la posibilidad de crear el Estado árabe que hoy llamaríamos Estado palestino.

La nota que comentamos hoy aquí se refiere en su mayoría a la época previa a la creación del Estado, criticando el autor pasajes del libro mencionado al comienzo. Es evidente el esfuerzo de Sabini, como siempre,por pintar de colores oscuros diferentes aspectos de la creación de las comunidades judías en lo que luego fue formalmente el Estado de Israel fundado en 1948. Pinta a los judíos que llegaron en olas inmigratorias diversas como extraños que usurparon la tierra que era de otros, que se aprovecharon de los árabes locales y despojaron de lo suyo e inclusive a las comunidades colectivas kibutzim, conocidas por el ideal socialista y de igualdad que siempre simbolizaron, los quiere desprestigiar señalando que siempre fueron solamente de judíos.
La nota señala que la inmigración judía “dejó en la calle, empobrecidos” , a los palestinos-en referencia a los árabes, nadie hablaba en ese momento de palestinos- y distorsiona alevosamente la historia. Lo que hizo el aumento de la inmigración judía fue precisamente lo contrario, atraer árabes de la región que vieron las posibilidades que el crecimiento de las comunidades judías y el florecimiento de la zona, significaban también para ellos. Fueron los judíos quienes secaron pantanos y se decidieron a hacer florecer el desierto. Eso fue una bendición para todos. Y es precisamente de las grandes cantidades de árabes llegados de otros lares a raíz de la inmigración judía, que tantos  apellidos que se conocen hoy en la sociedad palestina y en la árabe israelí, indican claramente el origen de esas familias de diferentes partes del mundo árabe.

Hasta a la  Histadrut, la Confederación General de Trabajadores de Israel, trata el autor de dejarla mal al mencionar que fue creada exclusivamente con obreros judíos unidos y que en ese entonces no incluía palestinos. Además de reiterar que el término palestinos para los árabes que residían en esta tierra no era el usado, recordaremos que la Histadrut fue creada en 1920, 28 años antes de la fundación del Estado de Israel. Claro que por trabajadores judíos,como parte del desarrollo de la población judía local. Desde 1953, los árabes eran miembros de distintos sindicatos, junto a los judíos. Desde 1959, se incorporaron también a la Histadrut, viendo así sus derechos laborales protegidos.  Es más: la Histadrut también protege laboralmente a  los palestinos que no viven en Israel sino en los territorios gobernados autónomamente por la Autoridad Palestina pero que tienen permiso para trabajar legalmente en Israel.

El autor critica a Julia Navarro por ni mencionar la huelga general palestina de 1936, a la que presenta en términos idealistas como una insurrección justificada contra una invasión violenta judía. La referencia exacta debería ser a los disturbios organizados por el Mufti pro nazi de Jerusalem, Hajj Amin el-Husseini, interlocutor de Hitler, en los que entre 1936 y 1939, fueron asesinados 400 judíos y cerca de 200 soldados ingleses. También murieron varios miles de árabes, la enorme mayoría en conflictos internos entre los líderes y promotores de la insurrección y la huelga y quienes se les oponían. En esos años, conocidos como “la revuelta árabe”, el sistema era atacar judíos en pequeños pueblos y barrios. El hostigamiento era tal que varias localidades judías tuvieron que ser evacuadas.

Y presentar la motivación de la “huelga”-ese fue un elemento que acompañó la violencia armada de las hordas terroristas- como algo legítimo para liberarse del yugo judeo británico, no parece corresponder con el hecho que cuando en ese lapso (1937) se presentó la recomendación de la Comisión Peel que sugería la partición de la tierra y daba su enorme mayoría a los árabes, éstos la rechazaron tajantemente. Los judíos estaban divididos al respecto.

 

El autor, casi al final, menciona al pasar la “arremetida” de 1948, el año de la creación de Israel. La única “arremetida” que hubo fue la de la invasión de cinco ejércitos árabes al pequeño territorio del entonces naciente Estado judío. Apenas se fueron los ingleses, comenzó la agresión árabe, precedida desde noviembre de 1948 por ataques de bandas armadas a la población judía local.El mundo árabe no dio un día de respiro al Estado judío, que apostó a pesar de ello por el avance y el desarrollo. Una mano en la guardia y otra en el trabajo. Fueron varias las guerras y múltiples los atentados. Una de las guerras, recordemos, la de los Seis Días, en junio de 1967. Fue al repeler el ataque jordano y egipcio en esa guerra que Israel conquistó los territorios de Cisjordania y la Franja de Gaza. Antes, durante 19 años, esos territorios habían estado  en manos árabes pero no fue construido allí un Estado palestino. Se ve que ese deseo no era la motivación de las guerras ni los atentados, sino simplemente echar a los judíos.

No nos contamos entre quienes responsabilizan a los árabes de todos los problemas y consideran que Israel no tiene cosas que cambiar. Pero alevosas distorsiones de la historia basadas en odios y prejuicios, son absolutamente inaceptables. Lo que el Sr. Sabini difunde no son opiniones legítimas, sino descaradas mentiras.

 
Comentarios

Las inexatitudes abundan por desgracia en determinado tipo de «literatura» (intencionadas o no) cuando de Israel se trata …confundir Israel con El Estado de Israel, es una de ellas y no la mas infrecuente, cuando se lee o se oye decir por ejemplo, que «Israel tiene poco mas de 7 décadas de existencia» y se deja entrever que «el pueblo palestino» poblaba ya ese território desde «tiempos inmemoriales» …los datos sin contrastar, y los sobreentendidos malevolos, menudean por lo comun en dicha literatura, al albur muchas veces, de la vision segada de los hechos, las fóbias o las hipotecas ideológicas del autor …

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