T.M. Garret entendió que podría haber estado en esa sinagoga en Colleyville, Texas, no en su vida pasada como supremacista blanco y líder del Ku Klux Klan, sino como alguien que está en proceso de convertirse en judío por elección propia.
Después de que un terrorista tomara como rehenes al rabino y a tres miembros de la Congregación Beth Israel durante el servicio matutino del Shabat, Garret recordó la primera vez que fue a rezar en una sinagoga Fue en Iom Kipur hace dos años. Él había ido muchas veces como disertante, pero en el año 2019 Garret, investigador y analista del Centro Internacional para el Estudio del Extremismo Violento, entró al ruedo y comenzó a identificarse con el pueblo judío.
«Ya había acompañado a amigos judíos para cenas de Shabat, de Pésaj y de Janucá. Había hablado muchas veces en sinagogas y casas de Jabad. Pero nunca había estado en una sinagoga con el propósito de participar en el servicio y rezar», reflexiona.
«Decidí ir por primera vez en Iom Kipur. Había conocido al rabino de la sinagoga Or Jadash en Memphis, Tennesseee, y me recibieron cálidamente. Para mi Iom Kipur era un día perfecto: esa noche tenía muchas cosas por las que debía pedir perdón. Por primera vez en mi vida me puse una kipá y me dieron un texto transliterado para que pudiera rezar en hebreo».
Después del servicio, un miembro de la congregación le preguntó sobre el antisemitismo en Alemania, donde Garret nació. Garret le aseguró que los judíos no tendrán que volver a preocuparse de los alemanes, debido a cuántoha expiado su patria por su atroz historia del Holocausto.
Durante sus días de odio
Pero habló demasiado pronto. Al día siguiente, el más sagrado en el calendario judío, un neonazi atacó una sinagoga en Halle, Alemania. Garret se sintió traicionado: «¿Qué fue lo que le dije a esa persona anoche?». Entonces lo entendió: «Si alguien hubiera entrado anoche a la sinagoga donde estuve, con la intención de matar a todos los que estaban adentro, ahora estaría muerto. Me veía como un judío, rezaba como un judío».
Después de muchos años de exploración, el activista de derechos humanos de 46 años finalmente siente que encontró su hogar espiritual en el judaísmo.
Garret nació en una familia católica alemana que sólo asistía a la iglesia para la navidad. Aunque creció creyendo en Dios, la religión no ocupó una parte importante de su vida durante mucho tiempo.
Exploré todos esos grupos que una vez odié y descubrí cuántos estereotipos que muchas personas creen son erróneos.
Siempre se sintió un paria en el pequeño pueblo alemán de su juventud. Sus dos padres tenían problemas con el alcohol y se divorciaron poco después de que él naciera. Su madre crió sola cuatro hijos, algo que era inusual en esos días.
Sintiéndose incómodo consigo mismo, Garret eligió la intolerancia como una herramienta para integrarse. Cuando era adolescente, se unió a grupos de odio, se convirtió en un supremacista blanco y luego ascendió hasta convertirse en un líder del Ku Klux Klan en Europa.
El amor y la compasión derriten el odio
Hace quince años, tras haber vilipendiado a cualquiera que fuera diferente, desde judíos y musulmanes hasta inmigrantes y homosexuales, se le abrió una puerta para escapar del infierno del odio. Esto llegó en la forma de un musulmán turco que manifestó amor y compasión hacia Garret y le mostró los puntos compartidos que son como puentes.
Hablando en contra del odio
«Después de una larga travesía tuve la oportunidad de explorar todos esos grupos que una vez odié», cuenta Garret. «Descubrí que muchos de los estereotipos que la gente cree son equivocados».
«En el 2018 comencé a explorar el judaísmo. La ética del judaísmo está en línea con mi nueva ética y me sentí atraído hacia la diversidad de su comunidad, y como nunca dejé de creer en Dios, también encontré una nueva casa religiosa. Al principio, no estaba seguro qué era lo que más me atraía, si la comunidad, la ética o la religión. ¡Descubrí que el judaísmo abarca todo eso! Desarrollé un profundo amor por el judaísmo y en el 2020 me quedó claro. Tomé la decisión de unirme a ese pueblo maravilloso y convertirme».
Autorreflexión: ¿Seré un buen judío?
Garret se formuló a si mismo muchas preguntas antes de llegar a esa conclusión. ¿Es esto lo correcto? ¿Tiene sentido? ¿Voy a ser un buen judío? Su rabino lo calmó: «Es una travesía. Haz lo mejor que puedas».
Garret pudo sentir lo que implica pertenecer a un grupo minoritario. El Centro Simon Wiesenthal le entregó una vez una chaqueta con una estrella de David después de que participara en la Convención Internacional Alfa Épsilon Pi 106 y del Museo Nacional de Historia Militar Judía Estadounidense en Washington. Garret usó la chaqueta en la calle y de repente pensó: «No me sorprendería si me golpearan la espalda con una botella». Pero no se sacó la chaqueta.
No puedes luchar contra el odio con odio. Las barreras se quiebran con compasión y amor incondicional.
Tras el ataque a la sinagoga en Colleyville, donde los cuatro rehenes se salvaron, Garret afirma que es importante no ceder al miedo. «Pienso que por eso el pueblo judío sigue aquí, porque nunca cedió al miedo ni abandonó sus creencias».
La fuerza de la compasión y de la conexión
Garret aconseja que debemos reconocer que contamos con el poder para ayudar a otros a salir de la selva del odio antes de que se conviertan en actores violentos y lastimen a otras personas. Debemos tratar de hablar antes de insultarlos. Manifestar entendimiento hacia sus miedos, con empatía pero no con simpatía, dejando claro que no compartimos sus opiniones.
Es importante encontrar compasión hacia aquellos con quienes no estamos de acuerdo. Tratar de entenderlos como personas y no menospreciarlos con un rótulo. Busca formas de tener una conversación. Trata de escuchar antes que entrar en esas conversaciones con el objetivo de hacerlos cambiar o decirles que tú tienes la razón y ellos están equivocados.
Garret asegura que a menudo permitirán que te conviertas para ellos en una fuente confiable antes que confiar en los radicales. «Podemos derribar sus barreras con compasión y amor incondicional. Esa fue la manera en que dejé de ser extremista. No se puede combatir el odio con odio».
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