A primeros de diciembre Israel pospuso un gran proyecto inmobiliario en Atarot, al norte de Jerusalén, donde en tiempos hubo un asentamiento judío. La idea era habilitar 9.000 viviendas para la comunidad haredí. El parón se decidió luego de una conversación entre el primer ministro israelí, Naftalí Bennett, y el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken.
Puede que la presión norteamericana sobre Atarot, que se encuentra más cerca de Ramala que de Jerusalén, tuviera como objetivo mantener la viabilidad de la solución de los dos Estados. No obstante, esa posibilidad no es más que un espejismo. La Administración Biden sabe perfectamente que la solución de los dos Estados feneció en 2007, cuando Hamás se hizo con la Franja de Gaza. No fue Israel ni el movimiento colono en Judea y Samaria los que la dejaron moribunda.
En todo caso, EEUU tiene más responsabilidad en la defunción de la misma que cualquier funcionario israelí o que los colonos.
La Administración de George W. Bush, embelesada por el sueño neocon de democratizar Oriente Medio, presionó a Israel y a la Autoridad Palestina (AP) para que en 2006 hubiera elecciones al Consejo Legislativo Palestino. En Judea y Samaria y, sobre todo, en Gaza, los palestinos se hartaron de la pugna entre las fuerzas de seguridad de la AP y los miembros de la milicia Tanzim de Fatah y dieron sus votos al Partido del Cambio y la Reforma, controlado por Hamás. Inteligentemente, dicha formación rebajó el tono fundamentalista del movimiento y presentó candidatos con trayectorias profesionales y de servicio público consolidadas, frente a los tipos duros que presentaron las dos listas rivales de Fatah.
Una vez en el poder, Hamás decidió formar una milicia, pero el líder de la AP, Mahmud Abás, se negó, lo que dio lugar a una serie de enfrentamientos en Gaza entre Hamás, las fuerzas de seguridad de la AP y Fatah que resultó en una derrota total de la AP. La división se convirtió en el factor más duradero y decisivo de la vida política palestina. Y las numerosas rondas de fracasadas negociaciones para la unificación entre la AP y Hamás no hicieron sino reforzarla.
Son pocos los que comprenden hasta qué punto están los palestinos separados por dos statelets (término acuñado por un antiguo corresponsal del Washington Post en Israel). Hamás y la AP tienen liderazgos, legislaturas, fuerzas de seguridad y leyes distintas. La sociedad palestina está además dividida en líneas familiares y clánicas.
Gaza está dominada exclusivamente por los dirigentes de Hamás Ismaíl Haniyeh y Yahia Sinwar. En el plano administrativo, el Ministerio de Seguridad Nacional e Interior, dirigido por un capitoste de Hamás, ejerce un gran control, con su agencia de seguridad, su gendarmería y su policía. Cuando las Brigadas de Izedín al Qasam, brazo armado de Hamás, anuncia el “martirio” de sus combatientes, con frecuencia resultan ser miembros de dicho departamento.
La misma relación se da entre Fatah y las fuerzas de seguridad de la AP. El denominador común entre el Hamás que controla Gaza y el Fatah que hace lo propio con la AP es que se trata de milicias monopartidistas que perciben al otro como una amenaza existencial que ha de ser monitorizada, penalizada y sometida.
Los escenarios regional e internacional refuerzan la división palestina y están cementando esa partición que entierra las perspectivas de una solución de dos Estados. La AP debe su supervivencia a la asistencia política y financiera occidental, al apoyo que recibe de los Estados árabes moderados –concretamente, de Arabia Saudí y Egipto– y, por último pero no en último lugar, a la coordinación en materia de seguridad con Israel. Es Israel quien lleva a cabo la mayoría de las detenciones preventivas que mantienen a raya a Hamás y a la Yihad Islámica Palestina en las zonas controladas por la AP. Por lo que hace a Hamás, sus aliados regionales son bien diferentes: Irán, Turquía y Qatar.
En resumidas cuentas: la solución de los dos Estados difícilmente pueda verse amenazada por la construcción de viviendas en Judea, Samaria o en cualquier otro lugar. Murió en 2007 y se le debería dejar descansar en paz.
© Versión original (en inglés): The Algemeiner
© Versión en español: Revista El Medio
Un diminúto estado plurinacional, con fuerte presencia arabo-musulmana, y sin apenas connotacion judia, fronterizo con otro unicamente árabe, que abarcariá la mayor parte del território y bajo tutela de Iran, en representacion palestina, a «éso» equivaldriá la propuesta árabe de dos estados …
¿alguien puede en verdad considerar aceptable tal proposicion, por parte de Israel?