En JNS, la periodista británica Melanie Phillips saluda la emergencia de un “sionismo árabe” que ha aprovechado el muy favorable viento de cola que le han procurado los Acuerdos de Abraham para “proclamar públicamente ciertas verdades y realidades en vez de las mentiras que sus sociedades se han contado a sí mismas durante tanto tiempo”, empezando por la que demoniza a Israel y lo culpa de todos los males de la región.
“Varios influencers árabes, con cientos de miles de seguidores en las redes sociales, han [empezado] a respaldar a Israel y defender a los judíos”, escribe Phillips, que cita por ejemplo el caso de un sirio que llamó a Israel a “ocupar” su país para salvarlo de desastre (“Los Altos del Golán [anexionados por Israel en 1981] son la única zona de Siria que no ha quedado destruida y no ha visto morir a su gente”, razonaba el bloguero) o el del emiratí Loay al Sharif, que considera que los judíos tienen “todo el derecho a tener su propio hogar ancestral en la tierra de Israel”.
Phillips lamenta que Occidente no esté siguiendo la estela del mundo árabe y en cambio insista en una israelofobia que no hace sino dar alas al islamismo y al irredentismo palestino.
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Por su parte, lo que lamenta el exembajador de Israel en EEUU Michael Oren es que su país de adopción (Oren nació y se crió en EEUU, precisamente) no esté cumpliendo como es debido con uno de los grandes deberes del sionismo: asistir a los judíos de la Diáspora que quieran instalarse en su Estado nacional.
En un artículo que seguramente le habrá desagradado escribir y titulado “Israel necesita olim”, el historiador y expolítico israelí denuncia que, en abierta contradicción con los principios sionistas, buena parte de la clase política y, peor, de la sociedad israelíes se muestra reluctante a acoger cantidades sustanciales de correligionarios de la Diáspora, y se han aprovechado de la excepcionalidad covid para salirse con la suya, lo que se ha traducido, por ejemplo, en una brusca disminución de la llegada de judíos franceses, que están optando por otros destinos (EEUU, Canadá, Reino Unido) en vista de las trabas que encuentran en su pretendido país de acogida.
La advertencia que lanza Oren es contundente:
(…) más allá de los beneficios que procuran los ‘olim’ en términos profesionales, educativos y militares, la aliá era y sigue siendo un aspecto central en el sionismo. Sin ella, corremos el peligro de convertirnos en, simplemente, otro país desarrollado más, únicamente preocupado por sellar sus fronteras ante la inmigración. Precisamente en un momento de antisemitismo rampante, Israel fracasará en su misión histórica fundamental de procurar refugio a los judíos oprimidos del mundo.
Así pues, resulta imperativo que renovemos nuestro compromiso con la aliá. Es crucial que adoptemos las medidas necesarias para alentar y acelerar la aliá pese a la pandemia. (…) La aliá no atañe sólo a la inmigración, sino que es parte de la base moral –la razón de ser– de nuestro Estado.
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Caroline Glick, uno de los analistas más influyentes de la derecha israelí, incide también en la importancia de no desfallecer en el empeño sionista. Para ella, de hecho, Israel tiene ante sí el formidable reto de corregir el rumbo post-sionista que, a su juicio, ha adoptado buena parte de sus élites, empezando por el Gobierno, paradójicamente presidido por Naftalí Bennett, conspicuo miembro de la derecha nacionalista religiosa.
“Tener una mayoría judía no garantiza que Israel siga siendo un Estado judío”, advierte en Israel Hayom Glick, que significativamente no anda preocupada por la cuestión demográfica y de hecho aboga –ha escrito incluso un libro al respecto– por la anexión total de Judea y Samaria/Cisjordania y ofrecer la nacionalidad israelí a sus habitantes palestinos, algo que rechaza de plano y contempla con aprensión una parte sustancial de la clase política israelí –empezando por la izquierda–, temerosa de que semejante decisión convirtiera Israel en un Estado con una mayoría judía exigua o en el que directamente los judíos fueran minoría. “Debemos reinstaurar el consenso judío en torno al sionismo en las escuelas, los medios y la política”, afirma, para concluir combativa –con dardo incluido a Bennett, en las listas de cuyo partido concurrió Glick a las elecciones de abril de 2019–:
Los políticos post-sionistas deben ser señalados. Y los oportunistas que priorizan sus ambiciones por sobre el aseguramiento del Estado judío deben ser desalojados y reemplazados por hombres y mujeres comprometidos con la ancestral concepción sionista del pueblo judío.
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