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| martes diciembre 24, 2024

El gueto de Varsovia y un héroe olvidado: Jan Karski

Modelo de héroe silencioso, este hombre polaco llevó adelante una enorme labor sin gestos ampulosos. Le bastaron la memoria y la palabra para hacerle saber al mundo lo que ocurría con los judíos y otros perseguidos dentro del Tercer Reich


El 19 de abril es la fecha en que se recuerda la rebelión, en 1943, de los judíos del gueto de Varsovia contra las tropas alemanas. Fue en respuesta al inicio de deportaciones masivas a los campos de exterminio de Majdanek y Treblinka. El levantamiento duró casi un mes hasta el 16 de mayo, cuando fue definitivamente controlado. En los combates murieron alrededor de 13.000 judíos, la mitad de ellos quemados vivos o asfixiados.

Sin embargo, no es usual que se recuerde para esta misma fecha a uno de los grandes protagonistas de la segunda guerra mundial: el polaco Jan Karski. Su historia personal está indeleblemente vinculada al gueto de Varsovia y a la historia del Holocausto

«Karski es modelo de héroe silencioso. Su gesta pasó desapercibida durante décadas. Quizás, la clave de este silencio sea su labor diplomática, sin armas de fuego, sin ampulosos gestos de arrojo. Sus herramientas eran la memoria y la palabra, dos virtudes que no suelen ser favorecidas en materia de difusión masiva. Sin embargo, solo con esos dos instrumentos logró hacerle saber al mundo lo que ocurría con los judíos y otros perseguidos dentro del Tercer Reich. La deuda de gratitud que la humanidad tiene con Karski no puede ser cuantificada», señala Baruj Tenembaum, creador de la Fundación Raoul Wallenberg, ONG educativa que recuerda a Karski con la emisión de sellos postales, actividades conmemorativas y homenajes en el marco del programa educativo «Casas de Vida» que se lleva a cabo en Europa.

El sello postal conmemorativo de Jan KarskiEl sello postal conmemorativo de Jan Karski

Jan Karski nació el 24 de abril de 1914 en Lodz, Polonia. De familia católica, cursó sus estudios con los jesuitas, estudió derecho en la universidad de Lwow y siguió la carrera diplomática. Tuvo cargos en las embajadas de Bucarest, Berlín, Ginebra y Londres. Fue llamado a las armas en 1939, cuando el mundo empezaba a incendiarse. Poco después, tras haber sido repartida Polonia entre Alemania y la Unión Soviética, fue tomado prisionero por el Ejército Rojo y llevado a un campo de concentración. Logró escapar y se trasladó al sector ocupado por los nazis, donde ya habían empezado a desplegarse grupos de resistencia. Su dominio de varios idiomas y su prodigiosa memoria lo favorecieron para que fuera elegido como correo de la resistencia clandestina polaca durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1940 fue capturado por la Gestapo en Eslovaquia. Luego de soportar un implacable régimen de torturas intentó suicidarse abriéndose las venas, pero la resistencia pudo rescatarlo sin que ninguno de los datos que poseía pasarán al enemigo. Entre 1942 y 1943 protagonizó una historia que habría de dejarle huellas para el resto de su vida: lo que él mismo llamó «mi secreta misión judía». Karski fue uno de los primeros en transmitir una crónica detallada de las atrocidades nazis.

En octubre de 1942 Karski, cuyo nombre real era Jan Kozielewsky, se puso en contacto con dos organizaciones judías: el Bund (partido socialista judío) y una asociación sionista. Ambas organizaciones le pidieron que informe a los aliados sobre lo que estaba ocurriendo con las comunidades judías en Polonia.

Haciéndose pasar por judío ingresó dos veces al gueto de Varsovia en octubre de 1942. Y después al campo de exterminio de Belzec. La visita secreta que Karski hizo al campo duró sólo una hora; lo suficiente para que lo visto quedase grabado para siempre en su memoria.

En Londres se entrevistó el ministro británico de Asuntos Extranjeros, Anthony Eden, quien respondió a cada una de las demandas formuladas por Karski con un terminante «No». Eden dijo que ni siquiera permitiría el ingreso en Palestina de los refugiados que a duras penas lograban huir de Europa. Karski tampoco logró conmover al Gabinete de Guerra. En sus encuentros con escritores y periodistas, obtuvo resultados tan variados como inservibles, desde lágrimas hasta expresiones escépticas: H. G. Wells, por ejemplo, prefirió divagar sobre las causas del antisemitismo en vez de promover medidas de rescate. «Habría que estudiar las causas por las cuales el antisemitismo emerge en todos los países en donde viven judíos», dijo.

En el verano de 1943 se entrevistó con el presidente Roosevelt, con el Secretario de Guerra, Henry Stimson, con el Cardenal Cicognani, con el Presidente del Congreso Judío Norteamericano, Nahum Goldman, y con el juez de la Corte Suprema de Justicia, Felix Frankfurter. Roosevelt lo escuchó durante cuatro horas. Se interesó especialmente en cuestiones políticas y le informó que Polonia recibiría una compensación territorial. No pronunció palabra sobre la situación de los judíos ni formuló ninguna pregunta que pusiera en evidencia su preocupación por los guetos y campos de exterminio.

Su intercambio con el juez de la Corte Suprema pasó a la historia. Felix Frankfurter le preguntó: «¿Sabe usted, señor Karski, quién soy yo? ¿Sabe que soy judío?» Tras el relato estremecedor Frankfurter hizo silencio. Luego dijo: «Un hombre como yo debe ser absolutamente franco. De modo que le digo: No estoy en condiciones de creer lo que usted dice». Karski le aseguró que no mentía. Frankfurter respondió: «No digo que mienta. Digo que no puedo creer lo que me está contando».

En 1944, un año antes del fin de la guerra, Karski publicó el libro The Secret State, que en muy poco tiempo vendió 400 mil ejemplares, e inició un ciclo de conferencias en Estados Unidos, país en el que trabajó como profesor de teoría política en la universidad de Georgetown.

«Después de la guerra -escribió en 1987-, los líderes de Occidente manifestaron su horror por lo que había sucedido. Estas personalidades insistían en que habían ignorado las políticas genocidas del Tercer Reich porque fueron mantenidas en secreto. Falso. El exterminio no era un secreto para ellos ¡Ellos sabían!»

El Estado de Israel lo nombró ciudadano ilustre. En la ocasión pronunció un discurso de agradecimiento en el que se definió así: «Yo, Polaco, Norteamericano, católico, puedo ahora decir que también soy judío».

Jan Karski murió el 13 de julio de 2000 en Washington DC.

 
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