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| sábado abril 20, 2024

Un mundo que se desvanece: ¿Qué pasará con el Museo “Yung” del Idish?

Escondido en el interior de una enorme estación de autobuses, es una mezcla entre biblioteca y club clandestino. Sus colecciones han sobrevivido a dos guerras mundiales; queda por ver si podrán sobrevivir a la actitud desdeñosa que reciben en Israel


“¡Que tu viaje sea tan suave como el hielo!”, imaginé que me gritaba el tipo con el que me tropecé camino a la Estación Central de Autobuses de Tel Aviv. Con un ojo entrecerrado esta enorme estación, con su mezcla ecléctica de tiendas, vendedores ambulantes, transeúntes y atmósfera destartalada, quizá podría pasar por un bullicioso shtetl polaco de principios del siglo XX.

Con ese pensamiento en mente entré al enorme edificio de la estación. Estaba allí para visitar un lugar conocido como “Yung Yiddish”, escondido en algún lugar del quinto piso, en el complejo de los artistas abandonados. La institución se define a sí misma como “Un animado museo del idish”. El motivo de mi visita era la amenaza inminente a su futuro, ya que hay planes para desalojar todo el edificio. Mientras trabajábamos en este artículo nos informaron que, por el momento, la estructura de la estación de autobuses se ha salvado de la demolición, pero la presión para evacuar a los inquilinos continúa. La atención de los medios en torno al destino de la estructura y la amenaza de desalojo ha llevado a los directores de la asociación y al museo a considerar la reubicación.

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El espacio central del ecléctico museo-biblioteca-centro cultural Yung
(Foto: Amit Naor)

Mendy Cahan, fundador de la Yung Yiddish Association y espíritu vivo del museo, llega algo tarde a nuestra reunión. Me sirve un poco de café turco, y me habla de este lugar poco convencional para un museo-archivo-club idish. “Nos sentimos cómodos en la estación central. Claro, hay algunos problemas relacionados con si será eliminada o no, pero no habríamos podido funcionar en ningún otro lugar. Tenemos limitaciones financieras, y nuestro trabajo se basa completamente en el voluntariado”.

Más allá de las preocupaciones materiales, ¿sientes que tu presencia en la Estación Central de Autobuses tiene algún significado especial?

Estar aquí nos da un contexto cultural. Nosotros, después de todo, representamos una cultura en apuros, como muchos otros inquilinos de la estación central [la estación alberga docenas de negocios administrados por inmigrantes que viven en los vecindarios del sur de Tel Aviv – Nota del autor]. También nos encanta el entorno polifónico. Es un poco como el West End de Londres o la Segunda Avenida de Nueva York. Este es un puerto. Hay mucho tráfico e inmigrantes aquí. Y sin embargo está en medio de Tel Aviv. El idish es también así: algo central y enorme que de alguna manera se ha dejado al margen.

“Descubrí lo especial que es este idioma; cuán vivo y conectado está con las culturas europeas, y también cuán rico es por derecho propio. Por otro lado, pensé, estamos en el Estado de Israel y no hay ni un soplo de esto en ningún lugar del espacio público. Vi que no había libros en idish en las tiendas, así que decidí coleccionarlos yo mismo. Asumí la responsabilidad”

¿Te gusta estar aquí?

Definitivamente. Amo este lugar. De esta forma podemos llegar a todo tipo de público. Aunque hay gente que es menos probable que venga aquí por la ubicación, viene mucha gente joven, ecléctica, tipos especiales que no nos habrían encontrado en ningún otro lado.

¿Estarás triste si tienes que irte?

Realmente no hay ningún lugar adonde ir. Nadie nos está esperando para recibirnos.

Nuestra ubicación también es importante en cuanto a la posibilidad de traer libros de todo el país. Este es un proyecto de colección que se ha expandido más allá de sus dimensiones iniciales, y se ha convertido en un centro cultural y de investigación.

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Mendy Cahan muestra parte del vestuario y afiches de una obra de teatro idish
(Foto: Amit Naor)

¿Alguna idea de lo que sucederá cuando todo tenga que ser desocupado? ¿A dónde irás?

Hay un montón de pensamientos y preocupaciones. En este momento no hay dirección porque no tenemos nada. No tenemos dinero. Apenas podemos permitirnos este lugar. No puedo imaginar lo que significaría mudarnos al Bulevar Rothschild y calcular cuánto nos costaría allí el impuesto a la propiedad. Por otro lado, toda la discusión de las últimas semanas sobre la posibilidad de desocupar la estación me ha hecho darme cuenta de que estamos sosteniendo un proyecto muy, muy grande. Hemos crecido con el tiempo y nos hemos extendido en diferentes direcciones. Hacemos eventos, coleccionamos libros, y también tratamos de catalogar y clasificar, además de hacer proyectos y exposiciones. Hay muchas cosas que hacer, y constantemente nos sentimos un poco atrasados e incapaces de seguir el ritmo. Como siempre estamos ocupados, es difícil detenernos por un momento y encontrar soluciones. Es posible que necesitemos ayuda externa para eso.

¿Y no hay apoyo? ¿Qué tal la Municipalidad de Tel Aviv o el Ministerio de Cultura?

No hay nada. El municipio solo envía facturas. Somos una organización voluntaria sin fines de lucro, nadie recibe un salario; ni siquiera tenemos un administrador pagado. Incluso ocuparse de la burocracia requerida para ese tipo de financiación es difícil; hasta llenar un formulario y saber a qué oficina contactar y enviarlo a tiempo es complicado para nosotros.

“Kafka solo dictó una conferencia en su vida: una conferencia sobre el idish. Él dijo: ‘Te sorprenderá cuánto más idish entiendes de lo que crees’. Y tenía razón”

El ancho mundo del idish

Cahan llegó a Israel en 1980, y comenzó a estudiar en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Cursó filosofía, literatura y otras carreras humanísticas, hasta que decidió unirse al Departamento de Idish de la universidad. “Entonces se me abrió el ancho mundo del idish, en toda su amplitud y profundidad. Descubrí lo especial que es este idioma; cuán vivo y conectado está con las culturas europeas, y también cuán rico es por derecho propio. Por otro lado, pensé, estamos en el Estado de Israel y no hay ni un soplo de esto en ningún lugar del espacio público. Vi que no había libros en idish en las tiendas, así que decidí coleccionarlos yo mismo. Asumí la responsabilidad”.

Cahan comenzó la colección de libros por su cuenta, a comienzos de la década de 1990. “Al principio fue en mi casa. Recuerdo haber estado sentado en la habitación sellada [una medida de protección por los posibles ataques con misiles químicos durante la Primera Guerra del Golfo] con todos los materiales en idish a mi alrededor. Luego nos mudamos a otro lugar en Jerusalén, y poco a poco la colección creció. Recogí fragmentos de sueños y recuerdos”.

¿Cuando empezaste solo pensabas en coleccionar libros, o ya estabas planeando una colección más amplia?

Coleccioné de todo. Todo lo que estuviera en idish. Un libro, un periódico, cualquier cosa impresa. También me di cuenta, desde el principio, de que quería que otras personas se emocionaran con esto. Me percaté de que estaba coleccionando libros, pero que también quería construir una gran “torre” con ellos para que otros los notaran. Muy pronto participé en la Feria Internacional del Libro de Jerusalén.

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Montañas de libros y otras publicaciones en idish provenientes de todo Israel
(Foto: Amit Naor)

¿Estableciste alguna directriz para ese proceso de recolección?

La única pauta era estar abierto a todo. Pensé: está el Bund, está Beit Shalom Aleijem, está la Kultur Lige, está la YIVO [todas instituciones culturales idish] Están todas estas islas con sus propias tradiciones; cada organización tiene su respectivo énfasis y especialización. Entonces sucede, por ejemplo, que en un lugar no quieren almacenar melodías jasídicas, mientras en otro no les interesa albergar otra cosa. Pero vivimos en un mundo posmoderno y ecléctico, así que quise coleccionarlo todo. Y no solo coleccionamos, también trasmitimos la colección hacia afuera. Desde el primer momento quise que la gente tomara los libros, que viniera a hablar entre ellos. La idea era conectarlos a todos.

Cahan es nativo de Amberes, Bélgica, donde creció hablando idish. “Amberes es una ciudad judía interesante. La comunidad judía local de antes de la guerra apenas sobrevivió al Holocausto. Después ha estado compuesta por muchos sobrevivientes del Holocausto que vinieron de Polonia y Moldavia. Hay alrededor de 20.000 residentes judíos con 30 sinagogas diferentes. Por eso la comunidad judía de Amberes habla idish”.

¿Nunca sentiste ninguna tensión entre la cultura europea y la cultura idish? ¿Quizá la cultura idish fue menospreciada?

Leí a Sartre y Camus en su idioma original. Pero estudiando en el Departamento de Idish, entendí la profundidad de esa lengua y su cultura. Incluso habiendo aprendido la cultura francesa y alemana, me di cuenta de que mi cultura es otra cosa. Es a la vez europea y algo más. Me sumergí en la historia del idish, en su poder, en sus dimensiones multifacéticas.

Tras pasar por las puertas de cristal se sentirá como si hubiese entrado en una especie de biblioteca-almacén-pub-teatro. Largas filas de altas estanterías, repletas de libros, folletos y periódicos. Hay otros artículos también: carteles de actuaciones de cabaret en idish, vestuario de teatro idish, así como un rincón repleto de discos, CDs y partituras

Y sin embargo, en Israel esa cultura está casi olvidada

Aquí, el vacío que rodea al idish me llamó a actuar. Hay un dicho en idish, B’makom she’eyn ish, iz hering oykh a fish (“Donde no hay un hombre digno, incluso un arenque es un pez”). El idish sigue siendo significativo; la gente todavía habla este idioma. No está muerto.

¿Has sentido algún cambio en la actitud hacia el idish en los últimos años?

Sí, los jóvenes están mostrando más interés. El espacio creativo del lenguaje ha crecido. La audiencia se está expandiendo. Hay más investigación. Se considera menos exótico. También lo ves en los visitantes: hay muchachos de 18 años que vienen aquí de visita o como voluntarios. Incluso hubo una clase de cuarto grado, niños de diez años, que vinieron a escuchar sobre el idish durante media hora. Además, existen más traducciones hebreas de la literatura idish. Obras nuevas también, no solo los clásicos. Y hay poesía y bandas de klezmer. El interés por el idish sigue vivo en muchas formas.

¿Cuántos hablantes de idish hay en Israel?

Los números varían. Algunos dicen que hay varios cientos de miles aquí. Hay alrededor de un millón en el mundo. Pero incluso los que permanecen en silencio en idish son importantes para mí, y hay muchos de ellos. Personas de 40, 50 y 60 años vienen a visitar el museo. Hablo con ellos, canto un poco, digo un par de frases en idish y de repente se sorprenden al ver cuánto entienden. Esta gente también me interesa. Ya sabes, Kafka solo dictó una conferencia en su vida: una conferencia sobre el idish. Él dijo: “Te sorprenderá cuánto más idish entiendes de lo que crees”. Y tenía razón.

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Juego de mesa en idish titulado Kfitzat Hadérej, concepto cabalístico sobre el salto milagroso a un lugar distante (Foto: Amit Naor)

Una casa de estudio creativa

Entonces, ¿qué es exactamente el Museo Yung del Idish? Hasta nuevo aviso permanece aquí, en el quinto piso de la Estación Central de Autobuses de Tel Aviv. Le invita a visitarlo. Tras pasar por las puertas de cristal se sentirá como si hubiese entrado en una especie de biblioteca-almacén-pub-teatro. Largas filas de altas estanterías, repletas de libros, folletos y periódicos. Hay otros artículos también: carteles de actuaciones de cabaret en idish, vestuario de teatro idish, así como un rincón repleto de discos, CDs y partituras.

Aquí también puede encontrar libros conmemorativos, ya que el idish es el idioma de las comunidades destruidas de los judíos de Europa Oriental, junto a revistas de entretenimiento, traducciones de obras literarias maestras, libros de ciencia, y folletos de cuentos jasídicos que continúan publicándose en idish en Israel. En otra sección se encuentran manuscritos de escritores y artistas. En algún lugar entre los estantes hay una colección de miles de chistes en idish copiados a mano, un artículo sin el cual ninguna colección en idish estaría completa, naturalmente. Incluso hay un juego de mesa en idish escondido en algún lugar de un armario, por si tiene ganas de jugar.

¿Qué haces aquí además de coleccionar libros?

Aquí hacemos eventos culturales. Tenemos cantos, presentaciones de libros, celebraciones, exhibiciones. Hicimos un rave, cabarets, presentaciones de música klezmer, presentaciones de melodías jasídicas, todo. El lugar está abierto. No tenemos dinero y así es como nos las arreglamos, organizando todo tipo de eventos. Además, hay muchos grupos que vienen a la estación central por todo tipo de razones, y los tours también pasan por aquí. En cada visita revelo un poco sobre la cultura idish, la cultura escrita, cosas que pronto se olvidarán.

“Este lugar es un teatro, una taberna, una sinagoga, una casa de estudio, una yeshivá”, explica Eli Benedict, quien se desempeña como director ejecutivo de la asociación… voluntario, por supuesto. “Cuando vine aquí por primera vez, como joven voluntario, era un lugar comunitario, un sitio de creatividad compartida, pero eso se ha desvanecido. Es una reminiscencia de la Biblioteca Strashun de Vilna, una biblioteca gloriosa que atraía a personas de todos los rincones, seculares, religiosos, todos se reunían allí. Esta es una casa de estudio para la creación”.

“A veces la gente llama porque vio unos libros en la acera. Después de ver eso un par de veces, sientes que nuestra cultura se está convirtiendo en humo. Salir a la calle en el Día de la Recordación del Holocausto y ver una montaña de libros en idish tirados en algún lugar, ver los sellos en los libros y darse cuenta de que fueron salvados de Hitler solo para ser tirados en una acera en Israel”

Sigues coleccionando libros. ¿Cómo llegan a ti?

En la mayoría de los casos, las personas que quieren traer libros nos llaman. Ya casi no los buscamos por nuestra cuenta. A veces el departamento de idish o un centro comunitario o biblioteca envía a la gente para acá; les dicen “No trabajamos con libros como ese, vaya a Yung”. Aquí llegan cosas de muy alta calidad. También hay colecciones, manuscritos y archivos de intelectuales que quieren que sus archivos se conserven aquí y no en otro lugar.

“A veces la gente llama porque vio unos libros en la acera”, agrega Benedict. “Después de ver eso un par de veces, sientes que nuestra cultura se está convirtiendo en humo. Salir a la calle en el Día de la Recordación del Holocausto y ver una montaña de libros en idish tirados en algún lugar, ver los sellos en los libros y darse cuenta de que fueron salvados de Hitler solo para ser tirados en una acera en Israel. Deja una huella en tu alma. Los nazis quemaron libros, los gentiles siempre han quemado nuestros libros. Y aquí en el Estado judío, los libros se tiran como piedras en la calle. ¿Por qué construimos un Estado si no es para preservar nuestra cultura?”.

Todo el sistema está a cargo de los voluntarios. Cahan estima que actualmente hay decenas, de todas las edades: estudiantes de secundaria, soldados, jubilados; todos son bienvenidos. “Los voluntarios han hecho un trabajo de catalogación fenomenal que aún no está terminado. Exprimo hasta la última gota de ellos. Tenemos voluntarios que probaron aquí el idish por primera vez, y desde entonces lo estudian e investigan”.

“Nuestros voluntarios recolectan libros en todo el país”, agrega Benedict. “Una vez logramos meter 700 libros en un Toyota Corolla. Hicimos 12 viajes en autos particulares para trasladar libros, luego cambiamos a camiones”.

“Todas las entrevistas y conversaciones que he tenido recientemente me han permitido darme cuenta de que el museo debe institucionalizarse”, continúa Cahan. “También es necesario que haya personal profesional que sepa qué es un archivo y qué es una biblioteca. Sí, tenemos buenas intuiciones al respecto, pero ya hemos crecido más allá de eso”.

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Continuamente se reciben donaciones. Ninguna se rechaza
(Foto: Amit Naor)

¿Cuál es tu visión para este lugar?

“Algo grande, algo internacional. Tiene que ser institucionalizado. Pero no puede ser demasiado ordenado”, ríe Cahan. “Quiero mantener el eclecticismo y la posibilidad de hacer cosas gratis”.

¿Y debería ser en Tel Aviv?

“Si nos dan un lugar en la periferia, iremos allí”, responde el director ejecutivo Benedict. “Por supuesto, también estaríamos encantados de recibir el apoyo del Ministerio de Cultura. Vemos la preservación como un objetivo nacional. Con el tiempo, creemos que la gente entenderá mejor esta colección y le dará más respeto”.

“Es posible que tengamos que irnos a una ubicación menos céntrica”, admite Cahan con una sonrisa. “Pero queremos un lugar permanente. Solo para que no tengamos que irnos de nuevo”.

*Periodista aficionado a la historia, en particular la de Israel.
Fuente: The Librarians (https://blog.nli.org.il/).
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.

 
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