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| viernes abril 26, 2024

Periodismo de Ouija


“Mientras creí posible el movimiento, se produjo; pero después de descubrir la causa no pude reproducirlo”, Michel Chevreul
La cobertura en español del conflicto árabe-israelí es una combinación de hipérbole y silencio – una hipérbole que construye una desproporcionada víctima absoluta, inocente, casi mítica, que se corresponde necesariamente con un verdugo igualmente categórico. De estos dos componentes esenciales, quizás el segundo sea el preponderante, el que más define ese acercamiento “informativo”, porque, después de todo, la mayoría de los marcos se definen no sólo por lo que incluyen, así como también por lo que omiten.

Y es que crear una “realidad” paralela o superpuesta (o en lugar de la auténtica, más bien) precisa, más allá de las falsificaciones y las exageraciones asociadas, de mucho ocultamiento selectivo; es decir, censura.

Esto lo realizan los profesionales de la información como si se dedicaran – creyendo, unos; cínicamente, otros – a las ilusiones paranormales, valiéndose de algo similar al efecto ideomotor para conducir la perspectiva de la audiencia, su opinión, hacia un punto determinado del espectro ideológico, de la gama de perjuicios.

El efecto ideomotor se refiere a la influencia de la sugestión o la expectativa en el comportamiento motor inconsciente. Un poco como la audiencia ante el material que ofrece una mayoría cada vez más completa de medios: la expectativa de un desprecio añejo o la sugestión de una opinión que se parezca cada vez más precisamente a ese aborrecimiento. De manera que, tal como si tratara de un grupo de personas alrededor del mentidero de una Ouija, el medio o el periodista insinúa, conduce, el movimiento de los puntos de vista del resto. El resultado: como siempre, sólo se evidencia lo que todos ya “sabían” – creían, “pensaban”.

Tal como sucede con toda superchería, con todo engaño alegremente aceptado; como ocurre con toda seducción de lo fácil, como el manido recurso a las conspiraciones y males exorbitantes – que implican consecuentemente una nobleza de igual magnitud de quien pretendidamente los padece, los denuncia –, se atribuyen las causas de esta práctica a fuerzas externas, reales, existentes: es la inmensa maldad israelí (judía, vamos), la que hace que el periodista escriba lo que escribe una y otra vez; es decir, no se trata de ningún prejuicio, ninguna postura ideológica, ninguna parcialidad preexistente. “No sólo insisten los proponentes de que la causa es externa, sino que tienden a verse a sí mismos como salvadores revolucionarios de la humanidad”, decía el Dr. Ray Hyman. Con lo que, si usted no cree, no acepta el dictamen que es siempre moral, pues será, como mínimo, indigno.

Una vez convencida la audiencia – y más de un periodista – de que su opinión, su visión, “funciona”, como decía Hyman, “entonces los prejuicios psicológicos … autocomplacientes sirven para proteger el sistema de creencias de la falsificación”.

Como sobre el tablero de la ouija, mueven entonces los profesionales de la “información” sus manos para borrar, distorsionar hechos, suplantar unos datos por otros, apócrifos; para hacer decir a la realidad lo que quieren que diga, convenciendo en el proceso a la incauta e impresionable audiencia no sólo de la validez de este engaño, sino de la propia preeminencia moral y del incontestable conocimiento del ejecutante. De la misma manera que los nigromantes o los espiritistas; tal como los estafadores.

Los hechos, así, no son más que un instrumento, como el puntero móvil de la ouija. Y ni siquiera. Casi más como un disparador maleable que sirve para conducir la “séance informativa”: un performance en el que la pretensión de (oscura) realidad, de lección (cínica) moral, supera a la parte lúdica, al afán de entretenimiento. Y es que, los sentimientos que se renuevan, que se alientan desde las crónicas, no tienen nada de juego.

Perdido hace tiempo el propósito informativo – ni siquiera resta el fingimiento, el disimulo -, ya tampoco le queda a la cobertura en español de este conflicto la excusa de ser una forma de pasatiempo, de cotidiana representación de un interés cosmopolita frente al café con leche matutino. Es una larga y triste sesión de propaganda, de chapucero recauchutado de un odio que a esta altura parece, nuevamente, no necesitar tales apaños.

Como se decía el químico francés Michel Chevreul en la frase de la cita, es muy difícil poder seguir creyendo en el material informativo de los medios de comunicación una vez que se le conocen las motivaciones, los sesgos, sobre todo porque el prejuicio y el mal quehacer profesional de una sección termina por percolar al resto. Y cuando esto sucede, pretenden esos mismos medios y profesionales que el problema les es ajeno, que algo en el comportamiento de la audiencia, en el contexto, es el culpable. Pero la llamada crisis de credibilidad mediática poco o nada tiene que ver con internet ni con la mar en coche; antes bien, tiene mucho que ver con la degradación de los valores profesionales, la anteposición de caprichos ideológicos y de cuitas vergonzosas, y con una forma de realizar el trabajo que se empareja cada vez más a la de un anodino adolescente frente a una monografía escolar o a la de un menoscabado “adivino” en una extraviada feria itinerante.
 
Comentarios

¿Por qué denominan «periodismo» a lo que se ha revelado ser «proselitismo»? …y
¿Por qué «informacion» a la méra propaganda partidista?
«El Pais» diario sectário donde los haya, nos tiene tristemente ya acostumbrados a éste tipo de «procedimientos» y enjuages, de claro caracter ideológico …otros igualmente le siguen el juego, vease
«La Vanguardia» pese a que en ella túvo su columna, el periodista judio (éste si !!) Henrique Cymerman …
Radio Nacional y Television española como parte de un mismo énte manipulador al servicio de una izquierda anti-israeli y omnipresente como lo es a dia de hoy en España ..otro tanto sucede con «Público» en su version digital, y con la Ser, emisora convertida en órgano de propaganda separatista y por supuesto anti-israeli , y de igual modo con la mayor parte de los canales televisivos en servicio hoy en dia, y en ciertos médios digitales, si
exeptuamos «libertad digital»…panorama desolador pues, no solo para la imagen de Israel (que tambien) sino para la de unos médios hoy ampliamente desacreditados, y para unos profesionales que han demostrado justamente no sérlo …

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