En unos Estados Unidos asolados por la violencia, aparentemente está bien llamar a la gente a “luchar con piedras… pelear con armas… pelear con aviones, drones y cohetes”, siempre y cuando los objetivos sean judíos y termines tu llamado al derramamiento de sangre con las palabras mágicas y purificadoras: “¡Palestina libre!”.
Esa es ciertamente la impresión que dejó la representante Rashida Tlaib, demócrata por Michigan, con su silencio en un mitin del “Día de la Nakba” en Dearborn al que asistió el 15 de mayo.
Durante la reunión, el editor de Arab American News, Osama Siblani, vestido de manera discordante con una camisa Boss a la moda, no fue sutil en absoluto al bendecir los sangrientos asesinatos con hacha, apuñalamientos y tiroteos que han matado a casi 20 personas en Israel durante los últimos meses, incluidos varios árabes, aunque yo considero inocentes a todas las víctimas del terrorismo, ya sean judíos o árabes, ucranianos o drusos.
“¿Ven lo que está pasando en Palestina?” preguntó él. “Los están golpeando con sus cuchillos y con sus propias manos, y salen victoriosos”.
Hermoso. Una victoria.
¿Qué tipo de victoria es que un palestino apunte a un niño de dos años en Bnei Brak, pero el padre convierta ese intento de infanticidio en mero homicidio al colocar su cuerpo entre el asesino y su hijo pequeño? ¿Qué tipo de victoria es que ese mismo palestino mate a un oficial de policía árabe-cristiano con su novia judía, que probablemente estaban haciendo más por cruzar líneas y construir puentes en el Medio Oriente que todo el Congreso de los Estados Unidos? ¿Y qué tipo de victoria es que dos palestinos, viajando con el mismo conductor judío que habían usado antes para ir al trabajo, saquen un para de hachas y le partan el cráneo, así como a otras personas, asesinando al conductor y a otros dos padres de familia mientras dejan a otros con heridas que los atormentarán por el resto de sus vidas?
Todos deberíamos agradecer al siempre confiable Instituto de Investigación de Medios del Medio Oriente (MEMRI por sus siglas en inglés) por traducir el repugnante video de Michigan llamando a la violencia. También debemos agradecer a la representante Tlaib por su silencio: al menos es honesta.
Lo que Tlaib podría haber hecho
Realmente habría aplaudido a la representante Tlaib si hubiese llegado al Capitolio orgullosa de su identidad palestina, pero decidida a ser una verdadera progresista e ir más allá de la violencia que atraviesa el corazón del movimiento nacional palestino.
Habría servido a su pueblo de manera mucho más eficaz si hubiese intentado crear una síntesis, usando el nacionalismo liberal, central al americanismo —y al sionismo—, para moderar el nacionalismo étnico islámico que escupe fuego y que es central al palestinismo.
Ella podría haber sido una voz para la democratización de su pueblo. Podría haber intentado desintoxicar su movimiento nacional, ayudando a los líderes y activistas palestinos a dejar su adicción al terrorismo y la dictadura. Ella podría haber demostrado que uno es mucho más efectivo en la construcción de una nación si trabaja con los de afuera y respeta a los de adentro, en lugar de apuntar a aquellos que se atreven a estar en desacuerdo mientras reprime a su propia gente.
Tlaib está jugando con los peores instintos, los menos constructivos y maximalistas de los nacionalistas palestinos, mientras convierte a muchos progresistas en facilitadores, aplaudiendo lo que es esencialmente un plan genocida contra los nueve millones de judíos y no judíos que viven hoy en Israel
En cambio, está jugando con los peores instintos, los menos constructivos y maximalistas de los nacionalistas palestinos, mientras convierte a muchos progresistas en facilitadores, aplaudiendo lo que es esencialmente un plan genocida contra los nueve millones de judíos y no judíos que viven hoy en Israel.
La historia no es un videojuego
Entonces, al menos el silencio de Tlaib ante la violencia verbal es claro. No confunde a los judíos ingenuos con la señal de virtud ocasional que afirma que la violencia es mala. Porque claramente ella no lo hace.
Su silencio en Dearborn debería resonar con fuerza en Washington, donde acaba de presentar su propuesta de celebrar el Día de la Nakba. Vale la pena leerlo de principio a fin, porque es tan unilateral, tan distorsionado que, como el silencio de Tlaib, este paquete de mentiras racionaliza la violencia incluso si no la pide explícitamente.
Usted lee esa versión de la historia, francamente infantil y demasiado simplificada (yo la llamo retorcida), y todas las acusaciones lo dejan claro: los palestinos son víctimas perfectamente inocentes, oprimidas y desposeídas por los absolutamente horribles sionistas.
Tal lógica no fomenta una solución de dos Estados: valida una solución de Cero Estado, lo que significa una solución de no-Estado judío, haciéndose eco de ese mitin belicoso de Osama Siblani que calificó a los judíos como intrusos que deben ser eliminados del Medio Oriente.
Las primeras líneas de la resolución Nakba de Tlaib comienzan de manera deshonesta, y a partir de ahí se deteriora aún más. El primer “considerando” menciona el plan de partición de la ONU de 1947, pero agrega que la división propuesta “en dos Estados” iba “en contra de los deseos de la mayoría de los habitantes indígenas de Palestina”.
La retórica tóxica y sedienta de sangre, incluso con la aprobación minoritaria del Congreso, alimenta a los asesinos y extremistas palestinos, haciéndoles creer que sus llamados maximalistas y ataques homicidas marcan la diferencia en el extranjero, incluso en la América democrática
Sin embargo, y sin reconocer los costos de tal intransigencia, el siguiente “considerando” intenta congelar la historia israelí en el plan de 1947 que los judíos aceptaron a regañadientes esperando la paz, y que todo el mundo árabe rechazó, apuntando a la guerra.
La historia no es un videojuego. Uno no puede presionar un botón de “reinicio” y comenzar de nuevo. El nihilismo Nakba de Tlaib está tratando de deshacer 75 años de historia y, en última instancia, eliminar el único Estado democrático del Medio Oriente: el Estado democrático judío de Israel.
En un nivel, toda esta retórica es inofensiva. Si bien podría molestar a algunos judíos estadounidenses, los israelíes están demasiado ocupados construyendo, creciendo, disfrutando, celebrando y viviendo la vida al máximo como para preocuparse. Pero la retórica tóxica y sedienta de sangre, incluso con la aprobación minoritaria del Congreso, alimenta a los asesinos y extremistas palestinos, haciéndoles creer que sus llamados maximalistas y ataques homicidas marcan la diferencia en el extranjero, incluso en la América democrática.
Tengan cuidado. Tal vez en Estados Unidos solo las armas matan. En el caldero del Medio Oriente, los llamados a matar también matan.
*Historiador y analista político.
Fuente: unitedwithisrael.org / The Algemeiner.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.
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