Cuando la Biblia describe en el Libro de Génesis el primer día de la Creación, en primer lugar va la tarde y después la mañana, una serie que hoy día el planeta no considera así, ya que el día en sí acaba a medianoche, un momento cuya única referencia es estar exactamente en las antípodas del mediodía, cuando el sol está más por encima de nuestras cabezas. Hasta la invención de los relojes, los términos utilizados para describir las diferentes partes de una jornada eran muy generales, como los que os proponemos recorrer según su orden astronómico judío, es decir comenzando por la tarde.
La palabra utilizada para describir esta franja horaria utiliza como raíz las letras hebreas ‘Áyin (el apóstrofe delante de la A indica que es una consonante gutural, no una vocal) – Reish – Bet. La traducción más habitual de ‘EReV suele ser atardecer, pero su horario exacto no es muy claro. En general, a las horas después del mediodía y hasta el anochecer se las llama “bein ‘ARBáyim”, reservando ‘EReV para el momento desde la puesta del sol hasta el oscurecimiento del cielo con la aparición de las estrellas y la luna. Por ello, ‘EReV también significa víspera, el anochecer que precede a una fecha, por ejemplo, ‘EReV shabat, el viernes al oscurecer. Dicen los lingüistas que este término está vinculado al de ‘IRBuB (‘Áyin – Reish – Bet – Bet), que significa mezcla, indicando el momento de la coexistencia de luces y sombras. Una importante palabra derivada es ma’ARaV, que significa occidente (“donde muere la luz del día”). De la misma raíz llega incluso al español el vocablo ‘ARáV, “árabe”, que en hebreo describe a los nómadas, antiguamente adoradores de las puestas de sol. Pero hay más, porque con las mismas letras se compone ‘ARéV, que significa garante, responsable y hasta agradable.
Acaba la tarde cuando llega la oscuridad de la noche: LáYLa (Lamed – Yod – Lamed), a veces denominada LéYL y que, a diferencia del español y como en el caso anterior de ‘EReV, es masculino. Para medianoche el hebreo moderno utiliza un neologismo, JaTZót, derivado de JéTZi, mitad. Y entonces llega la mañana, BóKeR (Bet – Kuf – Reish), que no hay confundir con el día de mañana (en hebreo MaJáR, que proviene de otra raíz), pero que sí comparte letras con BaKáR (ganado vacuno), leBaKéR (visitar, pero también investigar, comprobar, examinar o criticar), e incluso con BeKáR (un neologismo musical para “becuadro”, derivado de la pronunciación francesa de ese signo de alteración de las notas). Completamos el ciclo diario con el mediodía, TZoHoRáyim (de la raíz Tzadik – Hei – Reish), que tiene varias particularidades: por ejemplo, los judíos sefardíes lo pronuncian distinto (TZaHoRáyim); o que es una expresión en plural que suele utilizarse en hebreo para emparejamientos (como ojos, pies, etc.) en este caso de la raíz TZoHaR que, al parecer, deriva de ZoHaR (Záyin – Hei – Reish), que significa esplendor y da nombre al principal libro de la Kabalá, el misticismo judío, que no hay que confundir con los misterios propios de la lengua con que, según el mismo libro sagrado citado, Dios se comunica con sus creaciones.
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