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| domingo diciembre 22, 2024

Contundente periodismo y abrumadoras advertencias


Dana Bash, destacada periodista de CNN es miembro de la Sinagoga Micah en Washington D.C. Es bisnieta de judíos húngaros asesinados en Auschwitz. Ha realizado un informe especial “Odio creciente: antisemitismo en Estados Unidos” que ha sido muy elogiado; ha sido comentado por prensa israelí y norteamericana, y ha motivado un extenso reportaje en JTA (Jewish Telegraphic Agency) uno de los medios de difusión comunitario judío de Estados Unidos más reconocidos.

El informe incluye lo sucedido este año en Colleyville, Texas. El 15 de enero pasado, Malik Akram, un paquistaní de 44 años armado con una pistola entró en la sinagoga Beth Israel de Colleyville durante los servicios de Shabat y tomó cuatro rehenes mientras reclamaba por la liberación de Aafia Siddiqui, otro paquistaní involucrado con Al Qaeda, preso en Fort Worth por asesinato. Después de 6 horas, Akram liberó un rehén, y 11 horas después los rehenes pudieron escapar. El FBI entró en la sinagoga y mató a Akram. Bash también incluye en su informe el rol que jugó la retórica de la última campaña de Trump en fomentar antisemitismo; testimonios de estudiantes judíos que han denunciado discriminación en los campos universitarios; y el trabajo de un grupo honorario de trabajo en seguridad que rastrea amenazas antisemitas en Chicago.

Además de hacer el informe, Bash ha decidido hacer un ensayo en el portal de CNN donde plantea sus aprehensiones. Una de ellas, cuando recientemente su hijo adolescente le preguntó si podía usar un colgante con la Estrella de David en público. Bash explica claramente que el hecho que su propio hijo tan joven mostrara una Estrella de David la puso nerviosa y comenzó a hacerse preguntas. Por un lado, le resulta claro que el antisemitismo está creciendo en Estados Unidos, pero al hacer el informe “me di cuenta de que practicar el judaísmo y llevar sus símbolos con orgullo es un antídoto contra el prejuicio”.

Precisamente Bash narra a JTA qué le dijo Deborah Lipstadt al respecto. Lipstadt, hoy Comisionada de EE. UU. para monitorear el antisemitismo, docente, historiadora, combatiente ante los negadores del Holocausto, le explicó por qué usa un colgante con la Estrella de David. “Si un afrodescendiente entra en un salón y hay algún racista, ellos saben contra quien manifestar su racismo. Si allí hay un antisemita y yo entro a la sala, no sabe quien soy. Así que me identifico, lo hago con orgullo, y demuestro que soy como cualquier otro ser humano y no el que definen los antisemitas.”

Bash explica que ha intentado mostrar que, si bien el antisemitismo es una vieja enfermedad y las acusaciones de conspiración también, ahora, estamos más familiarizados con las teorías conspiratorias. Hoy, si hay una pandemia, los judíos; un tornado, los judíos; crisis económica, los judíos. Bash piensa que esta continua y creciente corrosión en la sociedad se combate con educación, a pesar de que a través de su investigación reconoce que muchos no quieren ni escuchar, ni educarse, ni nada, y a ello se debe agregar la perversidad antisemita en las redes sociales. Una realidad oscura dentro de la sociedad.

Dana Bash hace una reflexión ante una pregunta de JTA que lleva el tema del crecimiento del antisemitismo en Estados Unidos, donde se centra su trabajo para CNN, a cualquier punto del planeta. Bash dice así:” Mis bisabuelos eran judíos seculares en Hungría. No se alejaron del judaísmo ni nada por el estilo, pero si les preguntaban qué eran, iban a contestar que eran húngaros. Y luego, eventualmente, iban a mencionar su judaísmo. A los nazis no les importó esa disquisición. Los llevaron a las cámaras de gas en Auschwitz. Para mí es muy importante sentir y practicar y participar de mi identidad judía. Pero eso es irrelevante para el antisemitismo y para los antisemitas. Y eso es algo que la historia y la memoria nos obliga a tener bien presente”.

¿Por qué nos parece trascendente este trabajo de Dana Bash y sus declaraciones sobre el contexto en el que ha hecho su trabajo? Porque siguiendo su razonamiento que va desde su propio pasado familiar al presente, puede resultar un tanto sorprendente para muchos que hoy, siglo 21, sea un tema central en una enorme empresa de noticias norteamericana, el incremento violento del antisemitismo en decenas de ciudades grandes y pequeñas de Estados Unidos. La diferencia, es cómo se encara esto en otros continentes. Porque lo positivo aquí es que en Estados Unidos se encare ahora.

Ya lo hemos señalado en esta columna decenas de veces, pero siempre es necesario repetirlo: el antisemitismo organizado en Europa y Estados Unidos tiene como barrera de oposición y enfrentamiento a los propios gobiernos, sean nacionales o regionales. Eso hace posible que actúe el Estado de Derecho con leyes que combatan el odio antijudío; y permite que la denuncia pública desde varios ámbitos y no sólo desde la comunidad judía, sea factible y realizable. ¿Con amenazas? Sí. ¿Con agresiones? Sí. Pero es que los antisemitas están en guerra y con sus aliados del Medio Oriente, no van a detener su odio. La cuestión es cuántos factores de la sociedad desde el Poder Ejecutivo hasta el Poder Judicial pasando por los parlamentos y la sociedad civil se alinean para enfrentar la agresión.

En América Latina hay matices peligrosos. Creer que, porque no hay hechos como los sucedidos en Texas o París, hay que minimizar la situación, es un error, una ingenuidad y un peligro. En este mismo mes, el presidente de Argentina al recordar la pandemia en una reunión de la CELAC dijo que la pandemia “se llevó entre uno y dos Holocaustos”. Sea un traspié o algo peor, esa banalización genera incitación y aunque parezca diferente (y lo es) igual se mira la banalización criminal de la Shoá hecha por Mahmoud Abbas la semana pasada, como algo similar. Porque no se juega con la incitación al odio. No es una herramienta para remendar pensamientos. La otra banalización de ayer del presidente Fernández sobre el asesinato de Nisman, la reiteración de sus dichos obscenos sobre el Holocausto y su ataque al Poder Judicial son señales graves para su país y la región. Debería hacerse cargo, aunque esto sea un deseo y no una posibilidad.

Un profesor de secundaria en Uruguay que negó el Holocausto tuvo como pena ir al Centro Recordatorio del Holocausto. Acá se banalizó la pena. Ayer, ya cumplida la pobre pena, escribió una carta de lector al mayor semanario político del país diciendo que el Holocausto es un mito y que no hay nada ni nadie que puede prohibirle decirlo. En Uruguay este tipo de incitación paga, aunque cualquier gobierno lo rechace. Lo real es que ya tuvimos asesinatos antisemitas. En 1987 y 2006.

Ojalá hubiera más informes como el de Dana Bash en grandes medios de otros continentes. Para mostrarnos la realidad sin adjetivos, con hechos. Y para que ni políticos ni docentes, ni nadie pueda banalizar alegremente la Shoá ni utilizarla como herramienta de incitación al odio y quedar absurda e indignantemente impunes.

 

 
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