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| viernes abril 26, 2024

«Don’t cry for me Israel» No llores por mi Israel


Recuerdo perfectamente ese día hace exactamente 35 años atrás, cuando me despedí de mis padres, Alberto y Clara Amiras, Z”L, para venir a vivir a estas tierras, y estudiar un Master en leyes constitucionales en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Ese era mi sueño, las constituciones son el resultado de largas luchas socio políticas y yo soñaba con ser parte de esto.

 

Extrañaba mi Argentina, y mas de una vez, al escuchar en un bar, frente al Mar Mediterráneo, tomando un café, la melodía de, «Don’t cry for me Argentina”, sentía una profunda tristeza al pensar que mi país nunca logró salir de esas crisis interminables de corrupción e injusticia.

 

Luego de estudiar muchos años el derecho Constitucional de Argentina en la Universidad Nacional de Córdoba, me sentía orgulloso de poder venir a Jerusalem para aprender y dar mi granito de arena en el fortalecimiento de las leyes constitucionales de Israel, como jurista judío, argentino e israelí.

 

Recuerdo mi primera impresión al comparar ambos sistemas. En Argentina y otros países de Latinoamérica las leyes y las constituciones existen, pero no se cumplen. Se acatan, pero están ahí, sin vida.

 

En Israel, con pocas leyes básicas, la Declaración de la Independencia y el trabajo de la Corte Suprema lograba en esos días proteger a sus ciudadanos y, de a poco, construir un sistema jurídico brillante, que hoy tiene solo 75 años de existencia.

 

Recuerdo siempre por ejemplo el Derecho al Trabajo, que en las constituciones latinoamericanas es algo teórico que no se cumple, lo mismo ocurre con el derecho de igualdad ante la ley, o el derecho a la libertad, tópicos destruidos mas de una vez ante golpes de estado, crisis económicas terribles y corrupción sin límites.

 

Israel me parecía diferente. Sus jueces, la oralidad del proceso y la informalidad israelí, sus fiscales, la policía de Israel, el respeto a la ley, la división de poderes, y fenómenos políticos que renunciaban al otro día, cuando eran sospechosos de delitos, incluso faltas fiscales simples como tener una cuenta en el exterior o dar un beso sin permiso a su secretaria.

 

Una armonía envidiable. Siempre le contaba a mis profesores y amigos de Latinoamérica que en Israel las leyes y el sistema funcionaban tan bien. Me encantaba darles copias de decisiones históricas de la Corte Suprema de Israel, firmadas por los jueces, Aharon Barak, o Meir Shamgar, sobre el derecho de las minorías, de las mujeres a servir como pilotos de aviones en el ejército,  o sobre cómo el Poder Ejecutivo no puede hacer lo que quiere, sin respetar principios básicos de un constitución viviente, no escrita, pero muy respetada.

 

Hasta que llegaron los días de este nuevo gobierno, y hoy tengo ganas de llorar nuevamente ante un estado, al borde de un precipicio político-jurídico-social. Esta vez, por Israel, el país que yo elegí para vivir y formar mi familia y criar a mis hijos.

 

Decenas de miles de israelíes ancianos, mujeres y niños, salieron a manifestarse para proteger  a nuestra democracia y nuestro sistema judicial.

 

Abogados, hombres de negocios, médicos, militares, maestros, economistas, miembros del servicio secreto, laicos, religiosos, pobres y millonarios, judíos, árabes o cristianos salieron a gritar, para frenar la locura de aniquilar el sueño de todos nosotros: tener un país libre, democrático y ejemplo entre las naciones.

 

El actual gobierno impulsado por factores muy extremistas de pequeños partidos, presentó un proyecto de revolución judicial, y para muchos de destrucción del sistema democrático.

 

Estos cambios son una amenaza real a la naturaleza democrática y liberal de Israel.

 

Y de manera muy general:

 

Cambios radicales sobre la función del asesor judicial de Gobierno, del fiscal general, de los asesores jurídicos de todos los ministerios del gobierno, y lo más trágico, quitarle a la Corte suprema de Justicia la posibilidad de intervenir ante violaciones de los principios básicos de ley por parte del gobierno o de la Knesset, el Parlamento.

 

Hasta hoy la Corte Suprema de Justicia de Israel puede anular toda ley legislada por el parlamento si es contraria a las 14  leyes básicas. (Por ejemplo, la ley de Dignidad humana y libertad, la ley de Libertad de ocupación, la ley de tierras de Israel, etc.) Sin embargo, el actual proyecto de reforma judicial presentado por el oficialismo quiere quitarle a la corte esta facultad, o en caso de que la corte decida anular una ley contraria a nuestros principios, permitir al parlamento volver a legislar otra nueva ley, algo así como un ping pong ilógico en el cual el Parlamento y el Poder Ejecutivo, que es quien tiene la mayoría, se queda con la última palabra.

 

Hasta hoy nuestros jueces de la Corte pueden decidir si una decisión del gobierno es contraria al principio de razonabilidad o sensatez (Hilát hasvirùt).

 

Hoy nuestros políticos quieren anular este principio. Ellos quieren decidir si algo es razonable o no.

 

Como dijo Menahem Begin: ”Existen jueces en Jerusalem”, y yo confío en ellos, en su lógica, buena fe y sensatez. Algunos son religiosos, otros laicos, algunos de derecha y otros de izquierda, pero todos son hombres de bien que pueden salvar nuestra democracia de aquellos que quieren destruirla. Respeto la democracia y la mayoría, pero no confió en políticos que cumplieron penas por corrupción, otros que están siendo juzgados por delitos muy graves, o muchos que no pagan impuestos y jamás sirvieron en el Ejercito de Defensa de Israel.

 

¿Ellos quieren desplazar a nuestros jueces?

 

La mayoría de un nuevo gobierno no puede destruir lo que se logró construir desde 1948 y violar los derechos de la minoría.

 

Y para peor, el proyecto quiere cambiar el sistema de elección de los jueces, dejar afuera al Colegio de Abogados de Israel y poner a políticos en el comité de nombramiento. Así como decía el Martin Fierro, ‘‘Hacete amigo del juez’’, o mejor aún, nombrá a tu amigo como juez.

 

Y esto no se termina acá, el proyecto también intenta cambiar la edad de jubilación de los jueces, para poder jubilarlos más temprano. Además, se presentó una ley para cerrar el Colegio de Abogados de Israel y transformarlo en un departamento estatal.

 

No podemos olvidarnos de otros proyectos de este gobierno, como el de atacar los nombramientos en la Biblioteca Nacional, cerrar radios y  canales de TV, mezclar religión con política y leyes., y por ejemplo, legislar leyes personales, para que un ministro condenado y expulsado por sentencia pueda volver al cargo de ministro, y decenas de decisiones que transforman a Israel en Hungría, Polonia, o dictaduras carentes de vergüenza.

 

Como pasa en todo el mundo, el sistema jurídico en Israel no es ideal, necesita cambios y se pueden llevar a cabo reformas judiciales, o modificaciones constitucionales por medio de un estudio profundo de la situación, intentando llegar a un consenso político social, invitando a todos los factores de Israel e incluso de la diáspora, para discutir de qué manera llegamos a una especie de asamblea general constituyente, a decisiones lógicas e inteligentes para que Israel no cambie su rumbo de la democracia a la dictadura.

 

Si esta reforma sigue adelante por la fuerza, y la Corte Suprema la declara ilegal-anticonstitucional, algunos miembros del gobierno están diciendo que sacarán una ley nueva para formar un Tribunal Constitucional, con nuevos jueces, que estén por arriba de la Corte Suprema. Esto sería trágico.

 

El pueblo de Israel es muy celoso de su democracia, que casi deja de lado sus temores ante el peligro de una guerra con Irán, el conflicto con los palestinos y el terror de los atentados, para salir a manifestarse con banderas a favor de la libertad.

 

El pueblo del libro, Am ha Sefer, no permitirá que un gobierno de turno en unos meses decida el futuro de nuestra generación y de las generaciones venideras. Israel no pertenece a la derecha o a la izquierda, a los laicos o a los religiosos. Israel es parte de nosotros y nos costó sangre y sudor lograr lo que se logró en tan poco tiempo.

 

Dont cry for me Israel, the truth is I never left you…No llores por mi Israel, la verdad es que nunca te dejé, ni te dejaré, esta es mi casa y la de mi pueblo.

 

*:León Amiras es vicepresidente del Colegio de Abogados de Israel y ex presidente de la Organización Latinoamericana, España y Portugal en Israel (OLEI).

 
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