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| viernes abril 19, 2024

El doctor judío que inventó una vacuna contra el tifus siendo prisionero en Buchenwald

El Dr. Fleck logró crear una vacuna contra el tifus que salvaba vidas en el inimaginable infierno que era Buchenwald.


En la actualidad, el mortal tifus está confinado a los libros de historia, erradicado en gran medida por la obra de Ludwik Fleck, un brillante científico judío al que los nazis pusieron en prisión. Forzado a experimentar con prisioneros en el campo de concentración nazi de Buchenwald, el Dr. Fleck logró inventar una vacuna en contra del tifus y mantuvo su revolucionario descubrimiento en secreto, sin que sus brutales jefes nazis supieran. 

El temor al tifus y el odio a los judíos

Cuando miramos en retrospectiva la era del Holocausto, nos resulta difícil entender cuánto los nazis y otros le temían al tifus y también la forma en que los nazis empleaban el terror para inculcar miedo y odio hacia los judíos. Sin embargo, el intenso temor a los brotes de tifus ayudó a profundizar el odio de los nazis hacia los judíos.

Las epidemias de tifus asolaban cuando las personas vivían en proximidad con condiciones insalubres y no podían cambiar sus ropas o bañarse con frecuencia. Los ejércitos eran particularmente vulnerables a los brotes de tifus durante las guerras, cuando los soldados vivían en malas condiciones y los piojos, que esparcían la enfermedad, proliferaban.

Dr. Ludwik Fleck

Con el ascenso del movimiento nazi, los judíos fueron cada vez más culpados por el tifus. «A menudo, los nazis describían a sus perseguidos como alimañas, parásitos o enfermedades» nota el Museo del Holocausto de Estados Unidos. Durante la era nazi, «los profesionales médicos alemanes impulsaban repetidamente la afirmación falsa de que los judíos eran particularmente responsables por los brotes de tifus…». En la propaganda nazi los judíos eran comúnmente descritos en caricaturas políticas como ‘piojos’; la implicancia era que transportaban enfermedades, tifus en particular. «Los judíos son piojos, causan tifus» declaraba un poster de propaganda nazi diseminado en Polonia en 1941.

«Los judíos son piojos, causan tifus».

Para confinar a los judíos en guetos en las ciudades que habían ocupado, los alemanes utilizaron particularmente la amenaza del tifus como una herramienta. Irónicamente, las terribles condiciones en los guetos superpoblados fueron precisamente lo que permitió que el tifus se esparciera. En 1940, cerca de 380.000 judíos fueron aprisionados en el Gueto de Varsovia, el mayor gueto nazi. Eventualmente, más de 80.000 residentes murieron por hambre o enfermedades (casi todos los judíos restantes fueron deportados a campos de exterminio nazi en donde fueron asesinados).

En 1941, el General Reinhard Heidrich le instruyó al médico general de la SS introducir una epidemia de tifus en el gueto. Pronto el tifus rugió en el gueto, matando una gran cantidad de prisioneros judíos hambrientos y malnutridos.

En 1941, el General Reinhard Heidrich le instruyó al médico general de la SS introducir una epidemia de tifus en el gueto de Varsovia.

En octubre de 1941, poco después de esta epidemia provocada por los nazis, el Dr. Jost Walbaum, director general de salubridad del gobierno que los nazis impusieron en Polonia, le dijo a una audiencia de médicos que para detener el tifus y otras enfermedades infecciosas se necesitaba aprisionar y asesinar a los judíos. «Los judíos son los principales transportadores y diseminadores de la infección de tifus», anunció. «Sólo hay dos formas (para solucionar esto). Sentenciamos a los judíos del gueto a muerte por inanición o los matamos a tiros… Tenemos una sola responsabilidad, que el pueblo alemán no sea infectado o puesto en peligro por estos parásitos. Para ello, cualquier método será correcto». Esas palabras escalofriantes fueron recibidas con un aplauso.

Tifus, la Primera Guerra Mundial y el Dr. Fleck

El tifus moldeó profundamente el curso de la Primera Guerra Mundial. Al comienzo de la guerra, en 1914, estalló en Serbia una gran epidemia. En un año murieron allí por tifus 150.000 personas, incluyendo 50.000 prisioneros de guerra. La tasa de mortandad en Serbia llegó al 70%. Un tercio de los doctores del país murió de tifus. De acuerdo a la Microbiology Society de Londres, el inmenso brote de tifus en medio de la Primera Guerra Mundial «disuadió a los alemanes-austríacos de invadir Serbia para evitar que el tifus se esparciera dentro de sus fronteras».

Al mismo tiempo, el tifus comenzó a esparcirse en el ejército ruso en el frente oriental de la guerra. Después de la Revolución Rusa de 1917, la epidemia de tifus en Rusia se descontroló. Arthur Allen, escritor de historia y ciencia, documentó la increíble historia del Dr. Fleck y la carrera para inventar la vacuna contra el tifus en su libro The Fantastic Laboratory of Dr. Weigl: How Two Brave Scientists Battled Typhus and Sabotaged the Nazis (2014, Norton and Co.). En una entrevista de 2015, describió la terrible cantidad de muertes que provocó el tifus en esa época. «Después de la Primera Guerra Mundial, existió este terrible caos en todo el frente oriental luego de que Lenin hubiera retirado sus tropas de él (lo que ahora son Rusia, Ucrania y Bielorrusia) y hubo prisioneros de guerra en Polonia. Y la enfermedad se esparció como el fuego en toda la región. Se estima que hubo unos 20 millones de casos de tifus y… entre 3 y 5 millones de muertes…»

Uno de los muchos soldados que lucharon del lado alemán y vieron horrorizados el esparcimiento del tifus durante la Primera Guerra Mundial fue Ludwik Fleck, un joven estudiante de medicina austríaco de Lvov, que en ese entonces era parte del imperio austrohúngaro (en 1919 pasó a ser parte de la recientemente independiente Polonia, y en la actualidad es parte de Ucrania). Cuando nació el Dr. Fleck, en 1896, Lvov era hogar de una pujante población judía. Fleck asistió a la universidad de medicina, pero sus estudios fueron interrumpidos por la Primera Guerra Mundial, tiempo durante el cual trabajó como médico y atestiguó de primera mano los terribles estragos que generó el tifus en soldados y civiles por igual.

Durante la Primera Guerra Mundial, el Dr. Fleck se puso en contacto con el Dr. Rudolf Weigl, un biólogo mayor y renombrado. Sorprendido por los efectos horrendos que observó del tifus en el ejército, el Dr. Weigl comenzó a trabajar en una vacuna contra el tifus basándose en investigaciones que se habían realizado en el imperio austrohúngaro en la época. El Dr. Weigl colaboró con otros científicos, incluyendo a su esposa Sofía, y logró producir una vacuna efectiva contra el tifus en un laboratorio utilizando piojos como portadores de la enfermedad. La vacuna funcionó, pero era muy difícil de producir y el Dr. Weigl no quiso experimentar en humanos.

Como notó el renombrado microbiólogo polaco Stefan Krynski, la producción de vacunas contra el tifus en los años previos a la Primera Guerra Mundial era extremadamente limitada. La «duda del Dr. Weigel sobre la introducción en el uso humano se basaba en una precaución extrema, incrementada por el hecho de que él mismo no era doctor en medicina…». Las primeras vacunas contra el tifus del Dr. Weigel se descomponían rápidamente, pero estableció un laboratorio de investigación en Lvov y reclutó a científicos prominentes, muchos de ellos judíos, para que ayudaran en la investigación del tifus y otras enfermedades.

En ese entonces para los judíos era difícil obtener trabajos de investigación en las universidades polacas. El Dr. Fleck, que a esa altura ya era un prominente virólogo por mérito propio, era uno de los muchos científicos talentosos que no lograban obtener un puesto académico. En cambio, el Dr. Fleck estableció un laboratorio médico privado en Lvov, donde analizó varias enfermedades, entre las que estuvo el tifus. Su trabajo lo llevó a contactarse con el Dr. Weigl y su equipo, uno de los laboratorios locales que no discriminaba a los investigadores judíos. En el laboratorio del Dr. Weigl, el Dr. Fleck realizó un avance muy importante, inventando una prueba de piel para diagnosticar el tifus.

El creciente odio a los judíos

Mientras los nazis consolidaban su poder en Alemania en la década del 30, el gobierno polaco, nacionalista de derecha, también fomentaba el antisemitismo y promulgaba leyes antijudías en el país. Bajo el gobierno del Primer Ministro Felicjan Slawoj-Skadkowski, quien sirvió como primer ministro y ministro de interior en Polonia entre 1936 y 1939, los polacos fueron alentados a boicotear los negocios de judíos e incluso a amotinarse en contra de los judíos en varias ciudades polacas.

Las carnicerías judías se vieron obligadas a cerrar, los comercios tenían dificultades para recibir licencias comerciales o préstamos bancarios. El Primer Ministro Slawoj-Skadkowski alentaba los boicots en contra de los negocios y los profesionales judíos. En las universidades polacas, los estudiantes eran obligados a sentarse en secciones especiales de las aulas. Los alborotadores polacos atacaron a los judíos en ciudades que incluyeron a Radom, Brest-Litvost, Vilna, Czestochowa y Lvov, donde vivía el Dr. Fleck. Las autoridades se negaban a intervenir, arrestando a los miembros de los grupos de defensa judíos en lugar de a los alborotadores.

Arthur Allen describe la atmósfera en la universidad de medicina de Lvov: en 1937 ya no se admitían nuevos estudiantes judíos. «Miembros de clubes antisemitas… amenazaban al resto de los estudiantes judíos en las calles y los salones de la universidad, armados con cuchillas de afeitar insertadas en palos de madera. De los muchos estudiantes judíos golpeados y atacados, al menos tres murieron…».

Dr. Rudolph Weigl

Muchos polacos se rehusaron a vivir en esa atmósfera de odio, incluyendo al Dr. Rudolf Weigl, mentor del Dr. Fleck. Un día, cuando el Dr. Weigl entró al aula de su clase en la universidad de medicina de Lvov, vio a todos sus estudiantes judíos parados porque se les había prohibido sentarse. «¿Qué pasa aquí?» preguntó. Cuando los estudiantes antijudíos explicaron que los judíos tenían prohibido sentarse, el Dr. Weigl contestó: «En ese caso, yo permaneceré de pie hasta que se sienten» (citado en The Fantastic Laboratory of Dr. Weigl: How Two Brave Scientists Battled Typhus and Sabotaged the Nazis, de Arthur Allen).

Creando una vacuna dentro del gueto de Lvov

Las fuerzas nazis entraron a Lvov el 29 de junio de 1941. Se obligó a los judíos a renunciar a su propiedad y fueron llevados a las andas a un gueto abarrotado. Unos 5.000 judíos fueron fusilados por los nazis durante el establecimiento del Gueto de Lvov. Más de 110.000 judíos fueron pronto aprisionados tras los muros del gueto. El hambre y las enfermedades, incluyendo el tifus, eran rampantes.

La liquidación del Gueto de Lvov.

El Dr. Ludwik Fleck, junto a su esposa Ernestyna y a su hijo Ryszard, fue obligado a compartir un departamento en el gueto de Lvov con dos familias judías más. Durante varios meses, el Dr. Fleck se las ingenió para continuar con la investigación dentro del gueto. Junto a otros tres judíos científicos (Dra. Olga Elser, Dr. Bernard Umschweif y un tercer científico a quien el Dr. Fleck identificó como Dr. Anhalt) logró milagrosamente crear una vacuna contra el tifus en condiciones de laboratorio dentro del «hospital judío» del gueto. Su supervivencia fue, en gran parte, gracias al Dr. Rudolf Weigl, que había enumerado a estos científicos judíos como socios de su laboratorio, que en ese entonces trabajaba para el ejército alemán.

Después del Holocausto, el Dr. Fleck describió la investigación que condujo en el Gueto de Lvov: «Fue de suma importancia el desarrollo del método que nos permitiría producir la vacuna en las condiciones primitivas del gueto… yo me las ingenié para crear la vacuna contra el tifus a partir de la urina de los pacientes (en el Hospital Judío) que sufrían la fiebre del tifus. La vacuna salvó la vida de muchas personas tanto en el gueto como en el (cercano) Campo de Concentración Janowska, donde vacunamos a los prisioneros…»

Dr. Ludwik Fleck

El increíble éxito de la vacuna contra el tifus del Dr. Fleck no pasó inadvertido por los guardias nazis. Le preguntaron al Dr. Fleck si era posible inocular también a los alemanes. «Les respondí que lo dudaba, ya que eran una raza diferente y la vacuna había sido producida a partir de la orina de judíos enfermos…» recordó decirles el Dr. Fleck.

En marzo y abril de 1942, los nazis asesinaron a 15.000 judíos que habían vivido en el gueto de Lvov. Fueron enviados al campo de concentración Janowska, desde donde partieron en trenes hacia el campo nazi de exterminio de Belzec. Entre los miles de judíos asesinados estuvieron las dos hermanas del Dr. Fleck, Antonia Fleck-Silber y Henryka Fleck-Kessler. Ambas mujeres habían sido maestras en la Escuela Vocacional para Mujeres Judías de Lvov. Fueron asesinadas, junto a sus maridos, en Janowska.

El milagro de la vacuna en Buchenwald

El Dr. Fleck fue deportado a Auschwitz junto a su esposa y su hijo. Al principio, el Dr. Fleck fue obligado a los extenuantes trabajos forzados, pero pronto los oficiales del campo reconocieron su conocimiento médico y lo enviaron a la enfermería para que realizara experimentos médicos sobre bacterias e infecciones en prisioneros. Al final de 1943, el Dr. Fleck sería enviado al campo de concentración de Buchenwald. Allí, el gobierno alemán intentaba establecer un laboratorio para inventar una vacuna durable contra el tifus que pudiera ser producida en masa y enviada a los soldados alemanes.

El líder de este proyecto fue un científico alemán charlatán llamado Joachim Mrugowsky, que había falsificado gran parte de su investigación y era, como lo describiría posteriormente el Dr. Fleck, «científicamente ignorante». Después de que los bombarderos ingleses destruyeran su laboratorio de Berlín, describe el autor Arthur Allen, Mrugowsky «decidió producir la vacuna en Buchenwald, pensando que las bombas de los aliados no caerían allí. Los internos judíos del campo de concentración (a quienes los nazis habían condenado a muerte considerándolos piojos humanos) serían empleados para fabricarla, salvando así a las tropas alemanas en el frente».

En ese entonces, la vacuna contra el tifus más famosa era la producida por el Dr. Rudolf Weigl. Sin embargo, el método del Dr. Weigl incubaba el tifus en piojos. Con su miedo supremo a los piojos, era imposible que los nazis permitieran a los investigadores criar piojos en Buchenwald, por lo que debía inventarse una vacuna completamente nueva contra el tifus. El Dr. Mrugowsky reclutó a otro científico alemán llamado Dr. Erwin Ding-Schuler para establecer un laboratorio para producción de la vacuna contra el tifus en Buchenwald. El Dr. Ding-Schuler eligió científicos judíos de entre los reclusos de Buchenwald para que trabajaran en su laboratorio-prisión. Muchos de los hombres que seleccionó no eran ni científicos ni médicos, pero simularon tener conocimiento en esas áreas para que los nazis los consideraran útiles y, de esta forma, permanecer con vida.

El equipo trabajó sin descanso e inventó una nueva forma para cultivar el tifus en animales que no se usaban normalmente en este tipo de investigación. Los métodos de investigación del Dr. Ding-Schuler incluían el uso de conejillos de indias, conejos y ratones. Poco antes de Navidad en 1943, la vacuna estaba lista: el Dr. Ding-Schuler suministró la vacuna a algunos prisioneros y esperó los resultados.

Trágicamente, la vacuna contra el tifus no funcionó. El Dr. Ding-Schuler falsificó los registros del experimento para que pareciera haber logrado lo que nadie más había podido: desarrollar una vacuna efectiva en contra del tifus que podría ser usada fuera de un laboratorio y no involucraba el uso de piojos. Sin embargo, necesitaba ayuda para descubrir en qué se había equivocado.

 

Fue entonces que el Dr. Ludwik Fleck fue transferido a Buchenwald y el Dr. Ding-Schuler lo puso al frente del proyecto de la vacuna. El Dr. Fleck advirtió de inmediato que el Dr. Ding-Schuler no tenía idea de lo que hacía. En privado, lo llamaba dumkopf, que significa idiota en ídish. Posteriormente, el Dr. Fleck mencionó que los científicos nazis de Buchenwald «miraban a través de los microscopios y nunca entendían lo que veían… No había un autor individual del error. El error surgió de la atmósfera colectiva».

El Dr. Fleck ajustó el método con el que se criaba el tifus y logró crear una vacuna que salvaba vidas, usando esclavos judíos y haciéndolos pasar por sus «colegas» en el inimaginable infierno que era Buchenwald.

Engañando a los nazis

Una vez que el Dr. Fleck ajustó el método de producción de la vacuna, él y sus colegas judíos decidieron mantener el descubrimiento en secreto. El Dr. Eugen Kogon, un científico judío prisionero en Buvhenwald que lideró al equipo judío que produjo la vacuna, describió posteriormente lo que había ocurrido. «Dado que Ding-Schuler exigía grandes cantidades de vacunas, producíamos dos tipos: uno que no servía para nada, pero era completamente inofensivo, que iba al frente de batalla, y un segundo tipo, en pequeñas cantidades, que era muy eficaz y se usaba en casos especiales para compañeros que trabajaban en lugares difíciles del campamento» (citado en The Fantastic Laboratory of Dr. Weigl: How Two Brave Scientists Battled Typhus and Sabotaged the Nazis, por Arthur Allen).

Cada vez que los nazis sospechaban y exigían vacunas para probarlas, el Dr. Fleck y otros científicos judíos enviaban una muestra de la valiosa vacuna real, cuya eficacia era confirmada por las pruebas independientes. Posteriormente, el Dr. Fleck recordó que «la falta de conocimiento científico del Dr. Ding-Schuler fue muy útil para sabotear las actividades del laboratorio que pronto fueron realizadas por un grupo de doctores y científicos del campo de concentración Buchenwald… Producíamos conscientemente una vacuna inactiva… Ding, el idiota, nunca se dio cuenta…»

Mientras que el Dr. Fleck y otros produjeron pequeñas cantidades de la vacuna usando conejos, conejillos de indias y otros animales, el Dr. Rudolf Weigl continuaba produciendo vacunas derivadas de piojos en su laboratorio de Lvov. El Dr. Weigl también estaba decidido a engañar a los nazis y ayudar a los judíos.

El Dr. Weigl era obligado a enviar casi todas sus vacunas a los nazis, pero el autor Arthur Allen documentó que el científico tenía permitido conservar unas 9200 dosis al mes para realizar más experimentos e inocular miembros de su familia y amigos. En lugar de honrar este acuerdo, el Dr. Weigl actuó heroicamente: saboteaba las dosis de vacunas que les entregaba a los nazis y donaba las dosis que se le permitía conservar a grupos de resistencia judíos, huérfanos, luchadores judíos y sacerdotes. Hasta logró ingresar ilegalmente 30,000 valiosas dosis de vacuna al gueto de Varsovia, donde el tifus hacía estragos, para inocular 30,000 judíos de allí.

Atestiguando las atrocidades nazis

Después de haber sido liberado, el Dr. Ludwik Fleck atestiguó sobre los horrores que había visto. «Respecto a los reprensibles experimentos realizados en prisioneros, tuve una oportunidad para dar testimonio sobre ello en la Corte de Núremberg» mencionó posteriormente el Dr. Fleck. Entre los muchos «tratamientos» médicos y torturas espantosas que describió, estuvo la infección intencional con tifus de grandes cantidades de prisioneros, para que pudieran luego recibir la vacuna.

En los juicios de Núremberg, el Dr. Joachim Mrugowsky (que estableció el proyecto del tifus en Buchenwald) fue declarado culpable de crímenes en contra de la humanidad y fue colgado. El Dr. Ding-Schuler se suicidó en una prisión militar estadounidense antes de su juicio. Dejó una carta pidiéndole al Dr. Kogon, el director de las pruebas con vacunas de Buchenwald, que cuide a su esposa y a sus hijos. Sin embargo, la esposa del Dr. Ding-Schuler murió al poco tiempo, de tifus.

En la Polonia de la posguerra, el Dr. Rudolf Weigl fue acusado erróneamente de haber sido un informante nazi. Fue ampliamente ignorado por la comunidad científica polaca y murió en 1957, con su grandioso heroísmo y brillantez científica muy lejos de haber sido olvidados. En 2003, Yad Vashem declaró al Dr. Weigl «Recto entre las naciones» y plantó un árbol en su honor en la Avenida de los Rectos en Jerusalem.

En 1957 hubo un resurgimiento de antisemitismo en Polonia y la familia Fleck huyó, uniéndose a su hijo en Israel.

El Dr. Fleck sobrevivió el Holocausto junto a su esposa y su hijo, Ryszard Fleck, quien se mudó a Israel cuando se fundó el estado judío en 1948. El Dr. Fleck y su esposa permanecieron en Polonia, donde ocupó posiciones distinguidas en la Universidad de Lublín y en la de Varsovia, conduciendo investigaciones y escribiendo obras filosóficas. En 1957 hubo un resurgimiento de antisemitismo en Polonia y la familia Fleck huyó, uniéndose a su hijo en Israel.

En Israel, el Dr. Fleck trabajó en epidemiología en el Instituto de Investigación Biológica de la ciudad de Nes Ziona. Continuó escribiendo obras filosóficas. El último documento científico del Dr. Fleck fue escrito en Israel, titulado Crisis en la ciencia: hacia una ciencia libre y más humana.

El Dr. Ludwik Fleck murió en 1967 y, en la actualidad, se lo recuerda principalmente por su obra como filósofo científico, más que por su revolucionario descubrimiento de la vacuna contra el tifus. La Stanford Encyclopedia of Philosophy nota que el Dr. Fleck fue uno de los filósofos de ciencia más influyentes de la era moderna. Su descubrimiento revolucionario de una vacuna contra el tifus, y su insistencia en usarla para ayudar a sus prójimos judíos prisioneros, estableció la base para una eternidad de investigación científica y contemplación del rol de la humanidad y la moral en la ciencia.

 
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