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| lunes octubre 7, 2024

Jazz y Cábala: la base mística de la música de improvisación

De acuerdo con la creencia judía, todo es música.


Rav Kalonymus Kalman Shapira, en su grandioso libro To Heal a Soul, escribe que todas las personas tienen su propia escala musical; una melodía única a través de la cual cada persona trae espiritualidad a este mundo. Esta melodía es exclusiva y ninguna otra persona puede ejecutarla. Es tan personalizada que utilizar la escala de otra persona es comparable a poner la saliva de otra persona en tu boca para cantar. Rabí Najman de Breslov expandió esta idea y llegó a decir que incluso cada hoja de césped entona también su propia melodía.

Muy poético, pero ¿qué significa todo esto?

¿Dice la ciencia que todo es música?

A medida que la ciencia fue desarrollando la capacidad tecnológica para profundizar en la esencia de la materia, se formó la conocida idea de «pequeñas esferas» o «partículas de materia» (electrones, protones, neutrones y demás). En la actualidad, esta imagen parece ser inadecuada y la idea de la teoría de las supercuerdas (una forma relativamente nueva de explicarlo) aparenta ser más precisa. Desarrollada a principios de los años 70, la teoría de las supercuerdas es un intento de armonizar la teoría general de la relatividad de Einstein con la mecánica cuántica. La teoría sugiere que la pequeña materia contenida en el protón está compuesta por «cuerdas» de energía unidimensionales y sumamente pequeñas, cuyas vibraciones dan lugar a toda la realidad física.

Quizás el universo es sustentado por el sonido, y puede ser que cante su propia melodía.

Quizás el universo fue creado y es sustentado por el sonido. Más aún, quizás esté cantando su propia melodía (¿sabías que los agujeros negros emiten un si bemol 50 octavas por debajo del do central?).

Recientemente tuve el placer de hablar sobre este tema con el físico y musico Stephan Alexander, de la Universidad de Brown, quien profundizó en la historia antigua de la conexión entre la física, la cosmología y la música, y en cómo incluso el mundo clínico de la física podría estar fundamentalmente conectado a uno más etéreo.

Que se haga la luz

Hay una conexión entre ‘vibración’ y ‘creación’. Esta conexión podría también ayudar a explicar la razón por la que Dios escogió el medio del habla (a diferencia del pensamiento, acciones u otra cosa) para crear el mundo, como se describe en el comienzo de Génesis: «Dios dijo: ‘que se haga la luz'» (al margen, es interesante notar que la teoría de las cuerdas sólo puede funcionar en un modelo de universo que contiene 10, 11 o 26 dimensiones, que son números muy importantes en el pensamiento cabalístico). Obviamente, la música es otra forma de creación vibracional, pero, ¿qué es lo que se crea en particular? ¿Cuál es el significado de la música?

Sonido, emoción y creación

El prestigioso musicólogo austríaco Vicktor Zuckerkandl pasó su carrera tratando de explicar el curioso atractivo de la música. Se preguntó: ¿Cómo pueden los tonos tener significado? Las palabras tienen significado porque se relacionan con las cosas y las oraciones o frases porque expresan algo sobre las cosas. Pero los tonos no se relacionan con las cosas, no expresan nada sobre las cosas, no representan nada, no presagian nada, no indican nada. Entonces, ¿qué sentido tienen los tonos, que nos permiten distinguir entre la sensatez y la insensatez en una sucesión de tonos?

Buena pregunta.

La música es una especie de lenguaje, un código que transmite emoción de un ser a otro. Sin embargo, por más que le busquemos la vuelta, no hay una descripción convincente de la forma en que funciona. Al igual que muchos de los placeres más grandes de la vida, como el amor, la belleza y el significado, explicar su atractivo no es una tarea fácil. Para bien o para mal, este objetivo elusivo ha ocupado a poetas y otros artífices de la palabra durante siglos. Parecería que la música se conecta con algo más profundo, quizás hasta llegue a la reserva oculta de energía creativa que anima al mismísimo universo.

La Cábala en el jazz

El jazz tiene mucho para decir sobre este tema. El jazz, en virtud de su naturaleza de improvisación, obliga a los intérpretes a enfocarse en el presente. Los músicos se balancean sobre una cuerda floja, sin saber exactamente dónde está la otra persona, y necesitan depender uno de otro para llegar allí. Este flujo de confianza e inspiración es similar a nuestra relación con la trascendencia en general: cuanto menos nos pese el pasado y cuanto menos nos preocupemos por el futuro, más acceso tendremos a la «onda» creativa natural (y espiritual) en el presente.

Muchos músicos son conscientes que se convirtieron en una especie de recipiente para algo mayor.

Muchos de los intérpretes de jazz con los que hablé y toqué reconocen esta dinámica. Ellos saben que se convirtieron en una especie de recipiente para algo mayor. Es su versión de un rito religioso, por así decir, incluso si nunca llegarán a llamarlo así.

Cuando di mi recital de graduación en el New England Conservatory, fue en un momento durante las improvisaciones que simplemente dejé de estar en control de lo que estaba ocurriendo. Me convertí en un observador de la actuación, consciente de ella, pero ya sin dirigirla. Las melodías y las ideas musicales que nunca antes había podido tocar fluyeron por mis dedos. Fue fantástico y, en ese momento, no necesité nada más de la vida. El aplauso me sorprendió, y luego todo había desaparecido.

La Cábala explica que hay cinco dimensiones espirituales y que, en la intersección de las dos superiores, cuatro energías se unen: Edén, almas, Torá y música. Esto implica que cada uno de esos conceptos es una «puerta de entrada» a los demás. La música es el lenguaje de la realidad misma, así como su componente fundamental. Los músicos también conocen la sensación de profunda conexión con los otros intérpretes y, mientras dura, es mágico. Dado que la raíz del alma emana de la cima de ese cuarto mundo, la música también es una «puerta de entrada» para la unión de las personas en la esfera del alma. El placer, la sabiduría, la unidad y la trascendencia son resultado de la verdadera experiencia musical.

 
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