Hace 22 años y medio, el 12 de octubre de 2000, Vadim Nurzhitz y Yosi Avrahami, dos reservistas israelíes que viajaban en un coche civil con placa israelí iban a una base del ejército, se equivocaron de camino y entraron en Bitunia, una aldea casi pegada a Ramallah.
Policías palestinos, en lugar de explicarles que se habían equivocado de ruta y de guiarlos al camino correspondiente, los sacaron del auto por la fuerza y los llevaron al edificio de la policía en El Bireh, donde inmediatamente fueron atacados a golpes. De inmediato se hizo correr el rumor que había dos soldados israelíes en la estación policial, y en minutos llegó una multitud de ciudadanos palestinos que rodeó el lugar, varios subieron al segundo piso donde estaban dándole la golpiza a los israelíes, los acuchillaron, golpearon y los lincharon. A uno de ellos lo prendieron fuego, y ambos restos de cuerpos fueron lanzados por la ventana hacia abajo, donde continuó el linchamiento. Hienas hambrientas disfrazadas de hombres felices de lo que estaban haciendo. Hay una imagen imposible de olvidar captada por un equipo de televisión italiana que fue la del palestino Aziz Salha mostrando desde el segundo piso del edificio llamado ridículamente estación de policía, sus manos ensangrentadas y una enorme sonrisa.
Mientras la reacción mundial era entonces tan repugnante como puede ser ahora; mientras los periodistas italianos recibieron todo tipo de amenazas gansteriles por mostrar las imágenes, Israel detuvo a los culpables directos, pero a la hiena feliz con sangre en sus manos y su camisa, Aziz Salha lo excarceló en 2011 como parte del intercambio para liberar a Gilad Shalit, cautivo de Hamas por 5 años. Es así, ayer, hoy y siempre. Israel hace primar el sentido de la vida y paga, con dolor y discusiones mediante, esos precios de liberar criminales.
Quizás este sea el acontecimiento más brutal de algo que es habitual. Equivocarse de camino, en zonas donde eso puede suceder muy frecuentemente, y caer en territorio de la Autoridad Palestina, no conlleva quedar en el marco de las mentiras de Mahmoud Abbas sobre los valores que adornan a su policía. No hay adornos en los errores. Hay muerte, hay odio, y hay una demostración constante de corrupción de esa policía de Abbas. Porque cuando lincharon a los dos jóvenes israelíes en 2000, los uniformados los llevaron al edificio, los reventaron a golpes, los entregaron a la turba y ayudaron al linchamiento sin dudarlo ni por un segundo.
El sábado pasado, dos turistas alemanes viajando en un auto alquilado con chapa israelí, no se equivocaron de camino. Estaban seguros de que podían hacer turismo en Medio Oriente, así que entraron en Nablus, y claro, chapa israelí, los atacaron con ferocidad. Hoy todo se fotografía y filma al instante, así que se puede saber con más precisión qué pasó. Una turba de palestinos que no sólo vio la matrícula israelí sino un sticker con la bandera de Israel y un logo de la municipalidad de Tel Aviv, comenzó a apedrear el auto y a tratar de abrir las puertas por la fuerza.
Uno de los alemanes, Gerard Hetzel, hizo declaraciones a la prensa de Israel al día siguiente. “Tuvimos mucho miedo. Veíamos rostros con mucho odio que nos querían sacar del auto y destrozar el vehículo y matarnos. En otros viajes habíamos visitado Ramallah y Hebrón sin problemas. Entramos ahora a Nablus para tomar un café. Gente joven comenzó a agolparse alrededor del auto, a golpear puertas y ventanas, a gritarnos en árabe. Nos tiraban de todo. A los 2 minutos varios se acercaron con cuchillos y cortaron las ruedas. No entendía qué estaba pasando ni que querían de nosotros. Les gritábamos que éramos turistas alemanes que habíamos venido a visitar la ciudad pero era obvio que ni entendían y menos intentaban escucharnos. Hasta que aparecieron unos policías que intentaron calmarlos y alejarlos”.
Los policías palestinos no podían detener a la turba así que los ayudaron a que movieran el coche lo más rápido que pudieran a pesar de que estaba muy dañado. Un árabe israelí (de acuerdo a lo que dijo Hetzel) los ayudó a correr por un callejón, los subió a su auto y logró sacarlos de la ciudad.
Hetzel dijo que todavía no sabe cómo se salvaron de ser linchados, a pesar del esfuerzo de los policías. “Recuerdo y tengo muy grabado las miradas de odio”. Por supuesto, a nadie en el planeta se le ocurrió preocuparse ni decir una palabra como en 2000, cuando los israelíes no pudieron ir a ningún lado porque los lincharon. Veamos declaraciones dignas de quienes las hicieron.
Un vocero de Abbas dijo que los que atacaron el auto lo hicieron porque pensaron que eran miembros de las fuerzas armadas de Israel y que por supuesto “los palestinos no tienen ningún sentimiento de hostilidad contra Alemania y los alemanes”. ¿Fuerzas Armadas en un autito de alquiler para dos personas y algo de equipaje?. ¿Declaraciones cínicas? No, de ninguna manera. Justificación plena de los hechos. Tenía que suceder lo mismo que en 2000. No con alemanes, con judíos. Sólo habló el Embajador de Alemania en Israel, obviamente. Steffen Siebert tuiteó:”Una turba que ataca a un auto porque no le gusta la placa identificatoria es un hecho cobarde y repugnante”. Y agradeció al árabe israelí que fue realmente quien los salvó. El Embajador alemán se equivocó. A la turba le importó un rábano la placa del auto. Vieron que era de Israel e intentaron asesinar a los ocupantes, sean hombres, mujeres, niños o ancianos quienes estuvieran adentro.
Gerard Hetzel también declaró que en un viaje anterior había visitado Belén, y allí se encontró con un grupo de adolescentes palestinos de unos 16 años. “Me dijeron que, si encontraban un judío en la calle, lo querrían matar. Me resulta evidente que uno de los grandes problemas que tienen es la educación”.
Sí y no Hetzel. De acuerdo que educarlos a odiar desde que tienen uso de razón lleva a la realidad que Hetzel recién descubrió ahora. Pero también son factores esenciales las seudo autoridades de la Autoridad Palestina atornilladas en sus sillones hace más de 3 lustros, y muy especialmente los festivales de incitación y cinismo que vienen de varias zonas del mundo. Ahora, desde esta semana desde Ginebra, donde el Consejo de DDHH empezará su ciclo de reuniones, no con la angustia de la guerra en Europa, la destrucción de Siria, las barbaries en África, sino viendo si son 10 o quince o más las resoluciones que pueden tomar contra Israel, así mientras tanto el terrorismo desde Irán sigue tan campante y las tragedias del mundo continúan al ritmo que imponen los dictadores que las causan.
El Estado de Israel y el pueblo judío sabe que los que desean lincharnos a todos están en Medio Oriente, activos y sedientos. No de ahora, por supuesto. En ese contexto el gobierno y la oposición de Israel tienen obligaciones insoslayables simplemente porque está en juego nuestra existencia. Dos de ellas en primerísimo orden.
Una, defender el sistema democrático, con todos los debates que sean, pero salvaguardando lo que nos diferencia y nos protege: la democracia. Y estar a la altura de las circunstancias, no de un zócalo.
La otra, avanzar en la construcción de más acuerdos con los Estados vecinos y no cometer el delito de dinamitar lo que tanto costó edificar. Porque el enemigo, el que nos odia está identificado hace rato, y no le importan las inhabilidades para mantener la democracia. Y va a atacar siempre que pueda. E Israel y el pueblo judío tienen que defenderse todos los días. En esto no hay recesos. ¿Está claro? El odio no descansa jamás.
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