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| jueves abril 25, 2024

La naturalización del mal


La semana pasada, la Liga Anti difamatoria (ADL) publicó un nuevo informe sobre antisemitismo en Estados Unidos que fue emitido en la mayor parte del mundo. Para resumir lo que muchos oyentes y lectores ya conocen, el antisemitismo aumentó nuevamente en 2022 en Estados Unidos, y aunque no hay estadísticas exactas de los primeros dos meses de 2023, ya se puede inferir que el aumento del acoso verbal, la violencia física y la agresión a los jóvenes judíos en los colegios y universidades sigue ascendiendo.

En 2022 se registraron 3.697 ataques, 36% más que en el año anterior. Eso se traduce en un promedio de 10 incidentes diarios. Aumentaron el acoso y las agresiones físicas, y el vandalismo se incrementó un 51%. La mitad de los ataques antisemitas tienen como epicentro Nueva York, California, Florida y Texas. A medida que crecen los grupos supremacistas blancos y los movimientos de extrema derecha, también crece proporcionalmente el antisemitismo, y no se salva nada, ya que han sido y son atacados los colegios judíos, las sinagogas, las instituciones, así como los judíos son agredidos en las calles, subtes y parques y cuando caminan con kipá o al agresor o agresores les parece que son judíos. A pesar de los esfuerzos que se intentan en el campo de la educación para afrontar el flagelo, en 2022, se dieron 219 incidentes contra universitarios judíos en más de 130 campus, un aumento del 41%.

Este lunes pasado, el presidente del Congreso Judío Mundial Ronald Lauder escribió una carta al presidente de EEUU Joe Biden (publicada en New York Post), sobre la imperiosa y urgente necesidad de enfrentar al antisemitismo y reducir su brutal aumento en EEUU. “Hoy, Estados Unidos es testigo del más alarmante crecimiento del antisemitismo desde la segunda guerra mundial. Los judíos son el 2% de la población norteamericana, pero son blanco de más de la mitad de todos los crímenes de odio que se cometen contra otras minorías. Los judíos vienen siendo asesinados, golpeados, agredidos – en particular los judíos religiosos- ante el silencio de los líderes políticos y los medios de prensa. Resulta vergonzosamente habitual que artistas, atletas e incluso miembros del Congreso digan los insultos más ultrajantes contra los judíos, que los estudiantes judíos sean también ultrajados en los campus o por sus apellidos o peor aún, por defender el derecho de Israel a existir. Hay colegios y clubes deportivos que rechazan judíos. Esto no es Alemania 1938, es EE. UU. 2023. Sr. presidente Biden, sólo usted puede detener esta ola de odio contra el pueblo judío, y le pido tres cosas: que le diga al pueblo americano que antisemitismo es racismo; segundo, que llame la atención a miembros de su propio partido en el Congreso que lideran el boicot a Israel y que no representan los valores democráticos de su partido; y tercero, que el Departamento de Educación y Justicia investigue el antisemitismo en los campus ya que de acuerdo a una Orden Ejecutiva de 2019,a los colegios y universidades que permiten la discriminación contra los judíos se les debe retirar el apoyo federal. Esto no es un tema Republicano o Demócrata. No viene sólo de la derecha o de la izquierda, y no es algo que venga de todos los que no son judíos. No permaneceré en silencio mientras los judíos tienen que enfrentar el odio en EE. UU.” Lauder fue contundente.

Puede decir lo mismo a varios Jefes de Estado y de Gobierno de Europa que como dijimos en nuestra columna anterior no detienen marchas anuales nazis en 12 países, nazis que se regodean con tanta impunidad. Si la indiferencia y la impunidad crecen, los crímenes de odio aumentan. Las duras palabras de Lauder marcan un camino: los gobiernos no pueden especular con el silencio del liderazgo judío. Efectivamente, estamos en 2023. Y deben enfrentar no sólo a los perpetradores de los crímenes de odio sino a los Estados que están detrás de ellos, desde la ideología al apoyo logístico. Hace dos días, se reveló públicamente que las autoridades griegas habían detenido a dos ciudadanos paquistaníes nacidos en Irán que habían entrado clandestinamente al país para cometer atentados contra centros judíos. No es la primera y no será, desgraciadamente la última vez. Irán preparó y envió a estos dos detenidos en Grecia, como antes se habían detenido otros terroristas iraníes o enviados por Irán abortando ataques contra centros y/o personas judías en Turquía, Chipre, Georgia, Azerbaiyán, Tailandia. ¿Cómo fue posible detener y evitar esos atentados?. Por la cooperación de las autoridades de los países con los servicios de inteligencia que les advirtieron a tiempo y con pruebas en la mano. ¿Cuántas pruebas necesitan las autoridades federales y locales de EE. UU. para parar la ola antisemita? ¿Cuántas pruebas necesitan los gobiernos democráticos de Europa para detener a los nazis y terminar con esa permanente incitación a la violencia antisemita?

Y en esta semana también, ayer, FIFA sacó de sus reglamentos un mínimo porcentaje de realismo y honestidad (no precisaba más que eso) y canceló el Mundial de fútbol sub 20 en Indonesia, ya que los indonesios pretendían hacer el mundial prohibiendo que Israel participe. En la semana de discusión pública sobre esta situación hubo medios internacionales que señalaron que había una “polémica” para hacer el evento en Indonesia; otros señalaron “diferencias políticas”. Más hipocresía imposible. Indonesia (250 millones de musulmanes) actuó como lo ha expresado Lauder: con odio. No importa si es deporte, el odio está primero. En 2023, como en 1938. El comunicado de FIFA dice textualmente que el campeonato sub-20 no se hace en Indonesia “debido a las actuales circunstancias”. ¿No pueden explicar las razones? Y no. FIFA se escuda en lo que no hacen gobiernos que no enfrentan la realidad. Por estas actitudes y políticas, Irán siente mucha libertad para seguir planificando ataques terroristas. Sabe que la naturalización del mal lo ayuda. Y no le importa que jamás callemos. Le preocupa que alguna vez alguien escuche.

 
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